Una Brasilia algo desangelada saluda a Rousseff en su segunda investidura

  • Una Brasilia bastante despoblada dio un austero recibimiento a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, quien inició hoy su segundo mandato con el apoyo de miles de militantes y ante una protesta minoritaria.

Manuel Pérez Bella

Brasilia, 1 ene.- Una Brasilia bastante despoblada dio un austero recibimiento a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, quien inició hoy su segundo mandato con el apoyo de miles de militantes y ante una protesta minoritaria.

Cerca de 15.000 personas acudieron al centro de la capital, según la Policía Militarizada, la mitad de los que hace cuatro años participaron en la investidura de la primera mujer que alcanza la presidencia de Brasil.

La Explanada de los Ministerios, la amplia avenida donde se concentran todos los edificios del poder público y por donde Rousseff paseó en un automóvil descubierto, aparentaba vacía y el ambiente distaba notablemente del de 2011, cuando la gran concurrencia hacía difícil caminar.

El Partido de los Trabajadores (PT) pretendía repetir hoy esas cifras y para evitar la desbandada de público que suele ser común en las tomas de posesión de los mandatarios reelegidos, organizó una fiesta y alquiló decenas de autobuses para transportar a Brasilia a militantes desde todas las regiones del país.

A pesar de esos esfuerzos y del buen tiempo -hizo un día soleado y caluroso que obligó a muchos asistentes a protegerse con sombrillas- el público fue la mitad de lo que esperaba el PT.

A pesar del limitado público, la ceremonia sí estuvo animada por el entusiasmo que pusieron los seguidores de Rousseff.

La mayoría de los asistentes se vistió de rojo, ondeó banderas con el nombre o el rostro de la mandataria y con las siglas del partido o del sindicato Central Única de los Trabajadores (CUT), vinculado al PT.

Los simpatizantes recibieron a Rousseff con una ovación, cantando "olé, olé, olá, Dilma, Dilma" y teléfono móvil en mano para registrar el momento.

La jefa de Estado les respondió formando un corazón con las manos, saludando y lanzando besos desde un Rolls Royce "Silver Wraith" sin capota, donado por el Reino Unido a Brasil en 1953, en el que paseó al lado de su hija Paula.

Al final de la ceremonia, el público que estaba desperdigado por la Explanada se concentró en la Plaza de los Tres Poderes, frente al palacio de Planalto para seguir el discurso de la mandataria, que estará en el poder hasta el 1 de enero de 2019.

En contraste con la falta de público en la calle, Rousseff fue arropada por una nutrida delegación extranjera, en la que estaban los presidentes de Bolivia, Chile, Costa Rica, Paraguay, Uruguay y Venezuela, así como los vicepresidentes de China, Estados Unidos y Argentina y delegaciones de otros 70 países.

Minutos antes del inicio de la ceremonia, una decena de personas vestidas de negro soltó globos negros en plena Explanada de los Ministerios y pidió la destitución de Rousseff debido al escándalo de corrupción en la petrolera estatal Petrobras.

Mostrar comentarios