LAS CICATRICES DE LA DEBACLE ECONÓMICA

"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”. La frase que popularizó el poeta uruguayo Mario Benedetti sintetiza a la perfección el estado de perplejidad que ha imperado entre los economistas en el último año. La pandemia ha hecho saltar por los aires los modelos tradicionales de previsión y las lecciones aprendidas de la crisis financiera de 2008 han tenido escasa aplicación cuando los indicadores se han adentrado en terreno desconocido. La mayor debacle del PIB en tiempos de paz ha dado paso inmediato a una recuperación en forma de K y lo que ahora ocupa a los analistas es el balance de daños y la predicción de la evolución de esa curva a dos velocidades en la que algunos sectores empiezan a tomar aire mientras otros agonizan y se asoman peligrosamente al abismo. Lo que se da por descontado es que las cicatrices de la Covid van a ser profundas en una parte importante de un tejido productivo que está experimentando una transformación sin precedentes en un periodo de tiempo muy breve y que el acelerón forzado de procesos en marcha como la digitalización es ya imparable.

Estos días se cumple el primer aniversario de lo que el Fondo Monetario Internacional (FMI) bautizó como el Gran Confinamiento y el balance de sus devastadoras consecuencias para la economía española parte obligatoriamente de una cifra: 124.781 millones de euros. Es la pérdida de riqueza contante y sonante que se produjo en el año 2020 y que se tradujo en un desplome del PIB del 11%, un hundimiento insólito desde la Guerra Civil. Si el primer trimestre se saldaba con una caída del 5,3%, recogiendo apenas dos semanas del primer estado de alarma, en el segundo la contracción alcanzaba el 17,9%, constatando el parón de toda la actividad no esencial para frenar la propagación masiva del virus. En el tercer trimestre, la campaña de verano a medio gas impulsó una mejora del 16,4%, pero tuvo más de espejismo que de estructural, a la vista del estancamiento que se produjo en la recta final del año como consecuencia de las nuevas olas de contagio y que se ha extendido a los primeros meses de 2021, a la luz de los indicadores más recientes.

La caída del PIB español fue comparativamente más pronunciada que las sufridas por los países de la zona euro, principalmente por un motivo: el peso del sector turístico, sobre el que han recaído las restricciones más severas. Este país dejó de ingresar 72.000 millones de euros procedentes de viajeros extranjeros a lo largo del año 2020, lo que supone un pinchazo del 80%. En total, se perdieron 64,5 millones de turistas, de modo que se pasó de recibir 83,5 millones de viajeros en 2019 a apenas 19 millones, cifra que encuadra más bien en los niveles de los años 60, la década en la que comenzó el prodigioso despegue del modelo de sol y playa que tanto ha penalizado a la economía española en esta pandemia. ¿Y ahora, qué? El responsable de Análisis Económico de BBVA Research, Rafael Doménech, señala la importancia de que España y los países del entorno europeo de los que proceden la mayor parte de los turistas hayan avanzado en la vacunación de manera contundente antes de la campaña de verano. A su juicio, “en estos momentos una vacunación masiva y rápida es la mejor política económica”.

Del rebote del turismo va a depender en gran medida la recuperación del mercado laboral. Pese al duro golpe de la Covid sobre el empleo, una de las lecciones que sacan los economistas de lo vivido este año es que durante esta crisis se ha producido una anomalía de la que conviene tomar nota de cara al futuro: en anteriores episodios recesivos cada punto de caída del PIB provocaba más de un punto de pérdida de empleo, mientras que en esta ocasión el PIB se ha reducido un 11% y el empleo sólo lo ha hecho en un 1,9%, de acuerdo con los datos de afiliación a la Seguridad Social de cierre de 2020. La explicación a este 'milagro económico' se encuentra en los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), que han evitado una destrucción masiva de puestos de trabajo, llegando a hibernar nada menos que 3,6 millones de empleos en el pico de la pandemia. El reto ahora se encuentra en conseguir que los 900.000 trabajadores que permanecen afectados por estos expedientes, principalmente en sectores como la hostelería o el comercio, no acaben siendo expulsados definitivamente del mercado laboral y engordando la lista de más de 4 millones de parados que hay en estos momentos. Que los ERTE, en definitiva, no se conviertan en ERE, es el principal desafío a corto plazo.

Pero la realidad es que empresas de todos los tamaños y sectores, incluidas gigantes de la talla de Banco Santander o El Corte Inglés, ya se han lanzado anunciar una avalancha de ajustes de plantilla que, según las estimaciones iniciales, podrían afectar a más de 20.000 puestos de trabajo. La situación es límite para muchas compañías que han pasado de tener problemas de liquidez a enfrentar graves dificultades de solvencia. El Banco de España estima que la crisis puede llevar a la quiebra a una de cada cinco empresas y advierte de que hasta el 10% del tejido empresarial es inviable y su liquidación amenaza con abrir un agujero de más de 45.000 millones de euros en deudas y cerca de 650.000 puestos de trabajo. Y ante este panorama, crecen y ensordecen las voces que reclaman al Gobierno ayudas directas. Un año después del estallido de la crisis, el Consejo de Ministros está ultimando el ansiado rescate que, en muchos casos, llega tarde. Según los últimos datos disponibles, del pasado mes de enero, la Covid se ha llevado por delante a más de 40.000 empresas respecto a los niveles previos a la pandemia.

María Jesús Fernández, economista senior del centro de análisis Funcas, señala la rápida y profunda destrucción de tejido productivo como uno de los hitos de esta crisis que pasarán a la historia. “En muchos sectores se ha producido una destrucción de capital importante que ralentiza la capacidad de recuperación, porque cuando la economía vuelva a crecer lo hará desde un nivel más bajo”, advierte. Otra de las señas del shock provocado por la Covid es su capacidad de generar, en un periodo relativamente breve de tiempo, daños estructurales o permanentes en determinados sectores. Aquí coincide Doménech, quien no obstante ve un elevado grado de incertidumbre sobre cómo se van a recuperar los niveles de consumo previos a la crisis, especialmente en las actividades más afectadas por las restricciones, como los viajes, el turismo en general, la hostelería o la restauración. Con todo, “frente a la incertidumbre de la recuperación gradual y completa de algunos sectores, otros ya presentan niveles de actividad superiores a los de 2019”, añade el economista.

Pero si hay una herencia que preocupa especialmente a los expertos son los mastodónticos niveles de deuda pública que se han alcanzado durante la pandemia. El pasivo escaló en 2020 hasta el 117% del PIB y es probable que este año continúe creciendo hasta sobrepasar el 120%, según un estudio de BBVA Research. En paralelo, la extensión de los ERTE y las medidas que puedan implementarse durante los próximos meses para continuar apoyando a empresas y familias apuntan a que el desequilibrio en las cuentas de las administraciones públicas en términos de déficit alcanzará niveles similares a lo previsto en 2020 (11,5% del PIB). Aunque se asume que el incremento del endeudamiento público ha sido necesario para proteger vidas, empresas y familias, tarde o temprano llegará el momento hacer frente a las obligaciones, con los tipos de interés en niveles más normales. “El aumento de la deuda pública puede ser el germen de una nueva crisis desde el momento en el que el Banco Central Europeo levante las medidas excepcionales de apoyo”, advierte Fernández, quien augura que corregir el nivel de deuda va a llevar “décadas”. Habrá varias generaciones hipotecadas tras la pandemia.

Los analistas no esperan que la economía española recupere el nivel previo a la crisis Covid hasta finales de 2022, aunque cualquier previsión está condicionada por un elevado grado de incertidumbre respecto a la evolución de la vacunación, en el ámbito sanitario, y la utilización de los fondos europeos, en el plano económico. Para Doménech, la pandemia deja varias lecciones: los países que adoptaron medidas preventivas más rápido han sufrido un menor coste económico; las medidas sanitarias selectivas que eviten el confinamiento total suponen un menor impacto en términos de PIB; y los estímulos monetarios y fiscales rápidos y masivos, junto con los mecanismos de protección del empleo mediante ayudas públicas, han protegido la mayor parte del tejido productivo y han evitado una contracción mayor de las economías. También constata el acelerón imparable de un proceso en marcha. El teletrabajo, el comercio online y las nuevas formas de negocio, así como la automatización, la digitalización o la robotización han permitido adaptarse a las nuevas circunstancias y reducir con el paso del tiempo la incidencia económica del coronavirus. La clave ahora está, avisa el experto, en evitar que los efectos de la crisis sobre la desigualdad empresarial, sectorial, geográfica y social sean persistentes. En definitiva, minimizar las cicatrices.