Qué gana España en la ‘amistad renovada’ con Marruecos

La nueva etapa permitirá redefinir las relaciones económicas entre ambos países de forma que seamos el socio de referencia de Rabat en el desarrollo de las energías renovales y la industria.

Siempre se dice que la gran baza de Marruecos para hacerse valer en el mundo occidental, aparte de su buena relación con Estados Unidos, es su papel como moderador de la frontera sur de Europa, el paso principal de la inmigración africana y el muro de contención del terrorismo yihadista. El reino alauí ha sabido jugar esa ventaja estratégica para hacerse valer como potencia dentro de África y ganar el favor de las principales potencias europeas, como Francia, Alemania y Reino Unido, que han apoyado desde hace tiempo la inclusión del Sáhara Occidental como autonomía dentro de su territorio con el respaldo de las Naciones Unidas, al que ahora se ha apuntado España. Con ese escenario y la nueva etapa de ‘amistad renovada’ que Pedro Sánchez y el rey Mohamed VI acaban de ratificar, el reino marroquí sube un escalón y se coloca como el socio de referencia de Occidente en África, a cambio de seguridad, estabilidad fronteriza y la apertura de su economía para consolidar su fortaleza en energías renovables, pesca, alimentación y como ‘maquila’ industrial de Europa. En ese proceso es donde puede aprovechar España su nueva posición de vecino bien avenido, tas casi 500 días de relaciones rotas.

La normalización de las relaciones con España y la “traslación de ejes” en la postura sobre el Sáhara eran el paso que Rabat necesitaba para subir de nivel y ser un ‘partner’ fundamental en el norte de África a los ojos de toda la UE, según explican algunos ejecutivos españoles que llevan años lidiando ante la autocracia marroquí para allanar el camino a la inversión exterior en sectores fundamentales para aquel país. “Marruecos ya no se ve a sí mismo como antes”, corroboran fuentes diplomáticas que han pasado años en el país, seguras de que muy pronto se podrá comprobar la presencia de empresas norteamericanas tras el idilio que empezó Donald Trump hace dos años y que en el ámbito económico se considera el gran detonante del nuevo estatus marroquí.

Pedro Sánchez admitía este jueves en su viaje a Rabat la necesidad de llegar a acuerdos con Marruecos en muchas áreas más allá del control de la inmigración, sobre todo por los intereses que se cruzan con España en ámbitos como la agricultura, la pesca o las energías renovables, entre otros. El nuevo estatus marroquí y su capacidad para influir en toda la economía del norte de África le convierten en un socio de excepción para España, que necesita tener tranquila la frontera y mejorar las siempre difíciles relaciones económicas de las 600 empresas que están instaladas al otro lado del estrecho. “Cuando salí de allí había más de 65 conflictos abiertos entre empresas españolas contra la burocracia marroquí, con pocos visos de resolverse en un corto espacio de tiempo”, explica un asesor empresarial que se ha dejado más de una década de trabajo entre Rabat y Casablanca, los dos centros neurálgicos del país.

La clave económica y energética

Aparte de la reapertura de las fronteras, las comunicaciones y los intercambios comerciales normalizados a uno y otro lado, el punto décimo de los que marcaron la cita de Sánchez y Mohamed VI contempla que “se reactivará la cooperación sectorial en todos los ámbitos de interés común: económico, comercial, energético, industrial y cultural, entre otros”. En el contexto de esa declaración, el presidente español admite los intereses comunes que hay en el desarrollo económico de ambos países, sobre todo en la necesidad de apoyarse en el desarrollo de las energías limpias y promover la reindustrialización de los sectores que más valor añadido aporten a cada país. Desde Moncloa se admite ya sin ambages que una de las líneas más claras de actuación a medio plazo -cuando se normalice la situación en las fronteras- pasa por convertirse en el socio más importante de Marruecos en el ámbito energético, al hilo del fuerte impulso que desde Rabat se está dando al desarrollo de las renovables, por un lado, y a la búsqueda de petróleo, gas y recursos naturales en las costas, incluidas las del Sáhara Occidental, por otro. Marruecos, como España, es un país dependiente del gas natural importado de fuera para mantener el suministro eléctrico sin cortes y garantizar el desarrollo de su economía.

Fuentes empresariales del sector aseguran que España puede aportar muchos avances para que Marruecos logre el objetivo marcada de tener un 52% de la generación eléctrica con fuentes renovables, algo que ya se ha logrado en nuestro país y que el reino alauí espera alcanzar en 2030. El desarrollo de instalaciones solares y eólicas en suelo marroquí ha supuesto una inversión superior a los 5.000 millones de euros en los últimos diez años, y se espera alcanzar una cifra similar en esta década. España controla todos los eslabones de la cadena de valor de la solar térmica, la fotovoltaica y la eólica, con lo que un hipotético acuerdo entre ambas partes puede ayudar a consolidar la nueva etapa de estabilidad. Hay además dos cables eléctricos interconectados entre ambos países que cruzan el estrecho, a los que se añadirá un tercero en apenas cuatro años por parte de Red Eléctrica y el Gobierno marroquí, con lo que el enlace con la Península y, en su caso, con Europa, puede ser una baza fundamental que estreche los lazos entre Madrid y Rabat.

Una parte importante de la economía marroquí se centra en la agricultura y el desarrollo posterior de productos semielaborados, con empresas de capital mixto o de la mano de inversiones internacionales. Ese avance en el que está empeñado el Ejecutivo de Rabat y que es una de las bases de su cohesión económica y social necesita fuentes de energía baratas para ser una realidad, de forma que la cruzada por las renovables se convierte aún en un objetivo más importante a medio plazo. Ese interés por hacer compatible el desarrollo de proyectos renovables en energía fotovoltaica, con explotaciones agrícolas, es común en el caso de ambos países y España puede aportar grandes avances para su desarrollo al otro lado del estrecho. En ese contexto se enmarca además el desarrollo de plantas desaladoras para obtener agua potable y recursos para regadío que empresas españolas como Abengoa han liderado en suelo marroquí, un ámbito en el que la tecnología española es una de las más avanzadas del mundo.

Más complicado está el desarrollo de los combustibles fósiles, toda vez que la principal petrolera española, Repsol, anunció la retirada de sus actividades de prospección (upstream) en Marruecos hace apenas un año. Aún así, se han desarrollado últimamente otros proyectos de producción de plásticos y derivados del petróleo que mantienen los intereses de la multinacional española en la zona. La Oficina Nacional de Hidrocarburos y Minas de Marruecos ha apostado por Qatar e Israel para llevar a cabo los proyectos de exploración de nuevos yacimientos de hidrocarburos en el suelo marítimo de las costas marroquíes y del Sáhara, en algunos casos muy cerca de las costas de Lanzarote, algo que mantiene en alerta a las autoridades canarias. Aun así, el campo a cooperar está también abierto ahora. Como recuerda un empresario español de ese sector con intereses en la zona, la central de ciclo combinado que desarrolló Abengoa en Ain Beni Mathar “fue uno de los pocos proyectos en los que no hubo que solventar ningún problema burocrático”.

Tanto en el ámbito empresarial como en el diplomático y el político español, se da por hecho que la relación empresarial con Marruecos seguirá siendo tan complicada como siempre, en un país que protege mucho su economía y siempre pretende tener controlados los sectores estratégicos. Además, pese a la confrontación política del último año y medio, quienes operan en Marruecos aseguran que “hay siempre una separación de la vida de los negocios, que lleva su propio camino y, aunque haya trabas, nunca se para”.