Si gobierna Ayuso... si gobierna Iglesias

Las elecciones del 4-M enfrentan dos formas de gestión pública antagónicas que marcarán cuestiones básicas para los madrileños como los alquileres, los impuestos, el colegio de sus hijos o la movilidad urbana.

El afán de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso por extrapolar a nivel nacional cualquier reto que se le imponga a Madrid y la irrupción del vicepresidente segundo del Gobierno y líder de la izquierda radical, Pablo Iglesias, en las elecciones a la Comunidad, han elevado el nivel de la consulta y la han convertido en un plebiscito en el que se van a contraponer socialismo y liberalismo, en una pugna que marcará de forma amplia el devenir político a medio plazo de todo el país. Aunque vayamos a asistir a una campaña electoral larga y embarrada en descalificaciones entre los líderes de izquierda y de derecha, en el trasfondo estará siempre la dicotomía entre un modelo de gestión pública marcado por el control del Estado sobre la economía, la sanidad, la educación, etc… hasta el punto de llegar a la intervención en ciertos sectores si es necesaria, frente a otro modelo que apuesta por dejar hacer al mercado en todo aquello que se demuestre que es más eficaz con la iniciativa privada y reservar el poder político para las granes políticas de Estado y el control de sectores estratégicos allá donde el empresario no llegue.

La pregunta es ¿hasta qué punto debe recaer sobre los ciudadanos de la Comunidad de Madrid una responsabilidad tan grande? Sobre todo cuando lo lógico es que se debata sobre cuestiones más cercanas a los madrileños, como la libertad para elegir colegio, la dotación de infraestructuras para la movilidad, las subidas o bajadas de impuestos, la gestión de los hospitales, si habrá limitaciones para los precios de los alquileres o si se penalizará a quienes tengan viviendas vacías. Frente a esas cuestiones que marcan la gestión autonómica y local de cualquier gobierno regional, el día en que Iglesias anunció su renuncia a La Moncloa y su apuesta por Madrid, en las sedes madrileñas del PP se celebró como una victorias nacional, dado que habían logrado neutralizar la moción de censura de Murcia y la que se preparaba contra la capital, dando un golpe mortal a la oposición incómoda de Ciudadanos y moviendo uno de los sillones más importantes del Consejo de Ministros y el Gobierno de coalición. Es cierto que la llegada de Iglesias complica más el camino de rosas que las encuestas dan a Ayuso para repetir como presidenta, tras doblar sus escaños en la Asamblea de Madrid, pero la pelea está en su terreno, justo donde la querían.

De entrada, el eslogan de “socialismo o libertad” que se ha lanzado desde las huestes de Ayuso ha puesto el escenario con los elementos que le favorecen, tal y como explica el consultor político de Llorente y Cuenta, José Luis Ayllón, porque “aglutina todo lo que no sea la izquierda con un concepto propio de libertad”, marcado en gran medida por la lucha que Madrid ha tenido desde el principio de la pandemia por mantener sus propios criterios frente a las restricciones que marca el Estado y que, en cierta manera, le ha salido bien, aunque solo sea porque hasta hace apenas una semana en Madrid se podía salir a cenar hasta el toque de queda o a tomar una cerveza, y en otras ciudades, como Barcelona, no se podía hacer.

Ese modelo propio de libertad en el caso de Madrid se aplica también a su lucha contra la Ley Celaá y el mantenimiento intacto del sistema colegios concertados para la educación, frente a las “limitaciones” que se le quieren imponer; a la bajada fiscal y la eliminación del Impuesto del Patrimonio para atraer a grandes inversores a la capital; al mantenimiento de su modelo de gestión privada de algunos hospitales públicos o una política de vivienda que hará ‘casus belli’ de la intención de Iglesias de intervenir en los precios del mercado del alquiler. Aunque de lo que haya que hablar sea de políticas de gestión pública (‘public policies’), es inevitable elevar estos comicios a cuestiones de la Política con mayúsculas, “algo que no sé si es lo que más le conviene a Madrid en estos momentos”, advierte la socia directora de Political Intelligence, Rosa María Rotondo, uno de los lobbys pioneros en España, preocupada porque estos comicios se puedan convertir en un debate identitario, más que en unas verdaderas elecciones autonómicas.

¿Qué pasa con Iglesias?

A pesar del giro de Ciudadanos para aliarse con el PSOE en Murcia y la amenaza que suponía para los gobiernos de Madrid o Castilla y León, nadie en el espectro político español esperaba la maniobra de Pablo Iglesias para hacer frente a la convocatoria electoral de Díaz Ayuso y el supuesto “avance de la extrema derecha en Madrid”. A nadie se le oculta que el líder morado ha salido también a salvar a su grupo en la capital, porque no se puede permitirse otra caída de votos como las sufridas en Galicia, Cataluña o País Vasco, por más que su entrada en escena eleva el debate en Madrid, cuyas políticas siempre han decantado muchas de las estrategias a nivel nacional hacia un modelo más social o “progresista” o hacia el lado liberal.

Pero tal y como recuerda el jurista Antonio Garrigues, “de todas las elecciones se saca una lección, y en este 4-M vamos a saber si esas maniobras de Iglesias han tenido sentido o no, incluso lo que está pasando con Vox, que también deberá tener su espacio”. En uno de sus últimos libros, el ‘Manual para vivir en la era de la incertidumbre’ (Deusto, 2018), ya advertía que no se puede combatir el populismo si no se hace antes un ejercicio de autoinculpación y crítica de la democracia liberal, que puede ser la base de su resurgimiento, y “denunciar su maldad intrínseca solo aumentará su atractivo”. Es seguro que el discurso de Pablo Iglesias, avalado por la líder emergente de Más Madrid, Mónica García, y el socialista Ángel Gabilondo, incidirá en el aumento de las desigualdades económicas y sociales que han provocado las políticas liberales, en contraposición al apoyo a las grandes fortunas del que presume Ayuso. 

De ahí que un hipotético gobierno de Madrid dirigido o inspirado en sus planteamientos de izquierda radical pasarían, primero, por hacer una auditoría total a lo que hasta ahora ha venido gestionando el PP de Ayuso y Casado, en busca de armas argumentales con las que hacer valer sus decisiones posteriores. Es complicado para los analistas consultados ponerse en la tesitura de un Iglesias presidente, porque tiene por delante dos socios que pueden tener más votos que él en una coalición de izquierdas, pero su impronta marcaría el paso en cuestiones como la atención sanitaria a los inmigrantes sin limitaciones, el coto a los colegios concertados con cuotas adicionales o la cruzada fiscal contra los ricos, la banca y las grandes empresas, que a pesar de ser un tema de calado nacional, se puede articular y presionar desde Madrid mejor incluso que desde su anterior puesto de vicepresidente. 

Pese a lo ‘caliente’ de ese debate, el propio Garrigues recuerda que las políticas contra la degradación de las condiciones laboral, la creación de una renta básica universal, los apoyos fiscales a los mas vulnerables o las medidas en favor de la maternidad o la conciliación están al orden del día en todos los ‘think tanks’ y en los programas electorales, liberales o socialistas, que intentan “requilibrar el reparto de la riqueza y de las oportunidades sin afectar de forma determinante a la competitividad”. “De lo que se trata -recuerda- es de empujar con nuestro voto a quienes propicien ese tipo de iniciativas”, porque “la democracia muta, pero no varía en su esencia”. En ese mismo sentido, Rosa María Rotondo recuerda que “en Madrid han gobernado varios partidos y pueden seguir haciéndolo, porque los madrileños siempre han valorado la buena gestión de sus políticos, no el bloquismo”. Por más que, como señala José Luis Ayllón, “Madrid es siempre algo más que una comunidad autónoma”.