Reino Unido obró el milagro de convertir un pequeño pueblo de pescadores en el mayor centro financiero en la otra cara del mundo. Una colmena de rascacielos y dinero cuyo único afán parece que es amasar mayor fortuna. Hong Kong es una ciudad abigarrada, que ilumina su cielo contaminado con luces y rótulos de neón. Es una ciudad formada por una tupida red de edificios que como decía el clásico para observar la vida hay que mirar hacia arriba. Templos llenos de silencio, un tráfico caótico, mercados callejeros y un redundante barrio chino de vendedores ambulantes, cocina callejera y ambientes de dudosa reputación conforman una ciudad fasciannte.
Hong Kong es una ciudad fabulosa, impactante, diferente a todo lo que estamos acostumbrados a ver en occidente. Es China en esencia y alma, pero absolutamente occidental. Aun rezuma una atmósfera de vieja colonia británica que le da una personalidad única de la que no dispone su mayor competidora de la zona en finanzas y en el juego: Macao. En medio de una jungla de ritmo acelerado y trepidante, es de agradecer poder acabar el día reposando en un hotel urbano único e irrepetible.
Es evidente que el lujo del hotel Continental no está al alcance de todos, pero si puede permitírselo ¡reserve una noche! No es solo la máxima expresión del lujo y la hospitalidad, sino que es un hotel cargado de literatura, es un pedazo de la historia de la ex colonia y la huella más indeleble de la identidad colonial y el glamour del viejo imperio que durante años residió en el Lejano Oriente.
Un edificio imponentemente de tres grandes alas. Una flota de Rolls Royce, clásicos y modernos que hacen del coche más deseado del mundo el modo de transporte habitual para los huéspedes del hotel. Disponen incluso de un pequeño helicóptero para desplazamientos más rápidos. Un enorme y diáfano hall de tonalidades claras, escaleras regias e impresionantes columnas. En tiempos el hall se distribuía en dos zonas para alojar a los locales y a los turistas pudientes que se alojaban en el hotel.
Un equipo de botones uniformados de inmaculado color blanco y birrete a juego, se deshacen en amabilidad y reverencias. Largos pasillos y corredores alfombrados que dan acceso a habitaciones de una comodidad clásica pero funcional y robotizada en la que ventanas, cortinas, climatización, etc; se controla desde un ipad. La mejor opción es optar por la habitación Grand Deluxe con vistas al puerto que por sí solas constituyen un espectáculo difícil de igualar.
Elegancia y estilo occidental, servicio de estándares orientales. Creencias heredadas de la legendaria tradición china, por la que leones y dioses grabados en los cristales de las puertas guardan su interior de los malos espíritus. Habitaciones y suites en elegantes tonos claros y motivos florales y detalles orientales.
Sus restaurantes han sido referencia gastronómica en toda Asia desde su fundación y durante los noventa años de existencia del hotel. Se dice que aquí se sirve la mejor cocina francesa al Este del Canal de Suez, sin embargo su verdadero potencial culinario se disfruta en el comedor de estilo Shangai años 30 de cocina cantonesa, reconocido con estrella Michelin y donde dicen se hacen los mejores Dim Sum del mundo.
Salisbury Road Kowloon, Hong Kong
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