Nafplio, la Venecia del Peloponeso y punto de partida de rutas arqueológicas

  • Rodeada de un mar azul intenso y franqueada por dos fortificaciones que escribieron parte de la historia de Grecia, se erige la pequeña Nafplio, una perla veneciana y punto de partida ideal de una ruta arqueológica por el corazón del Peloponeso.

Remei Calabuig

Atenas, 23 mar.- Rodeada de un mar azul intenso y franqueada por dos fortificaciones que escribieron parte de la historia de Grecia, se erige la pequeña Nafplio, una perla veneciana y punto de partida ideal de una ruta arqueológica por el corazón del Peloponeso.

Pasear por sus calles empedradas, libres de tráfico y aliñadas de pequeños cafés, acogedoras tabernas y casas de estilo veneciano, con tan solo dos o tres alturas, perfectamente conservadas y adaptadas al entorno, puede ser un buen plan para ocupar la tarde.

No sin parar en la plaza Syntagma, el epicentro donde confluyen estas calles y el lugar perfecto para tomar algo con la vista puesta en la antigua ciudadela, a tan solo unos pasos del Museo Arqueológico.

Son visitas obligadas las fortalezas de Palamidis y Burtsi, ubicadas en dos extremos de la ciudad.

A la primera, en la parte alta de Nafplio a más de 200 metros de altura, se accede después de franquear 857 escalones, los que se atrevan a semejante acto heroico. Los que no, pueden subir cómodamente en coche.

El esfuerzo vale la pena, porque la vista desde Palamidis es espectacular, sobre todo si se decide visitarlo en primavera, cuando la vegetación empieza a despertar y el colorido de flores y plantas se mezcla con el reflejo del mar y las azoteas de la ciudad.

Además, Palamidis tiene el atractivo de albergar la minúscula celda donde, durante diez años, fue recluido Kolokotronis, el héroe de Grecia que logró la liberación del imperio otomano.

La isla fortaleza de Burtsi, por su parte, aporta otro tipo de sensación.

A Burtsi se llega cogiendo un barquito desde el muelle junto al paseo marítimo, que conduce hasta la fortaleza veneciana, desde donde se puede apreciar otra vista de la ciudad, más cercana pero igual de maravillosa, sobre todo si se decide contemplar desde allí la puesta de sol.

Tras estas visitas, una buena parada para recuperar fuerzas es la calle Staikopulu, donde entre tiendas de recuerdos y artesanía es fácil encontrar una taberna de ambiente relajado y con música en directo.

Degustar un poco de pescado y algo más de vino puede ser un buen comienzo para probar cualquiera de las delicias griegas de esta ciudad, resultado de las ocupaciones veneciana y turca que dejaron en ella una visible huella.

De entre sus lugares destacados, Nafplio alberga el "buleftikó", una antigua mezquita que fue sede del primer Parlamento griego, ya que esta localidad costera se convirtió en la primera capital de la Grecia unificada en 1829, y la iglesia de Ayios Spiridon, donde fue asesinado Kapodistria, el primer gobernador heleno.

Nafplio es especial. No solo por su belleza, su cuidada estética y su encanto de pequeño pueblo costero, sino por ser una excepción.

A grandes rasgos, las ciudades griegas, algunas con fantásticos monumentos clásicos, son grises, ruidosas y con un atractivo peculiar que cada visitante debe descubrir.

A tan solo una hora y media de Atenas, Nafplio puede ser el punto de partida de interesantes rutas arqueológicas como las de Corinto, Micenas y Epidauro.

Micenas tiene una de las acrópolis más conocidas y mejor conservadas después de la de Atenas, en cuya entrada se encuentra la "Puerta de los Leones", el principal acceso a la ciudadela conocida por la escultura de dos leones en su tímpano, que antaño representaban el poder micénico.

Un paseo agradable entre sus restos, que se completa con la entrada, unos metros más abajo, a la tumba de Atreo, una construcción de techos altos, la más monumental de Grecia.

En el camino de vuelta a Atenas, una parada absolutamente obligatoria es Corinto, cuyo estrecho, de escasos 25 metros de ancho, deja un recuerdo imborrable.

El canal parece haber sido cortado milimétricamente en la roca, logrando una obertura perfecta por donde solo pueden navegar barcos de pequeño tamaño.

La antigua ágora, con restos de la civilización griega, y la fortaleza situada en la parte alta de la ciudad completan la visita.

Para cerrar la ruta una opción es acercarse hasta Epidauro para ver su parte antigua, pero sobre todo su teatro, el mejor conservado de Grecia y uno de los menos restaurados.

Una obra maestra construida en medio de un agradable pinar que impresiona cuando uno se sitúa ante ella.

Algo divertido es subir hasta su grada más alta sin darse la vuelta y una vez en la parte superior, observar de lleno la majestuosidad de esta gran obra, que todavía alberga representaciones y que permite a los espectadores situados en cualquier punto escuchar a los actores, incluso susurrando.

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