Tras los atentados, un sábado en cámara lenta en un París grogui

  • París parecía vivir en cámara lenta este sábado tras los atentados del viernes, que motivaron el cierre del Louvre o la Torre Eiffel, desconcertando a los turistas.

"Abrimos a las siete de la mañana y desde entonces no vino nadie", cuenta Fatima, camarera en un bar del centro de París.

"Habitualmente, en la mañana del sábado, siempre hay gente, personas que van a trabajar, vecinos del barrio", agrega.

"Pero esta vez, parece que estuvieron todos un poco perdidos", afirma, mirando a los transeúntes.

El sábado, París amaneció grogui. Los andenes de metro están semivacíos y en las calles hay menos gente que de costumbre. En los grandes bulevares, donde están los grandes almacenes, hay poca gente. El gran almacén Printemps permanece cerrado.

En los Campos Elíseos también hay varias tiendas cerradas, al igual que los museos y salas de espectáculos públicos de la región de París, el Jardín de las Tullerías, la Torre Eiffel o las principales salas de cine.

En la plaza de la Concordia, algunos turistas se sacan fotos mientras hablan de los atentados del día anterior.

Pese a todo, los parisinos sacan a pasear al perro, compran el diario o salen a correr, mientras militares con ropa de combate patrullan visiblemente en las estaciones ferroviarias.

"Tengo miedo de mirar a la gente en la cara, de lo que puedan pensar o hacer. Yo soy árabe. ¿Se da cuenta?", dice Fatima, en el bar.

Un cliente, Luc, de 46 años, entra en el bar: "No logro entender. Nos dicen que desbarataron atentados, que detuvieron gente y ahora hay tipos que le disparan a todo el mundo en una sala de conciertos en pleno París. No es normal que no seamos capaces de proteger esta ciudad".

A las 9H30, delante del Louvre, sólo unas 15 personas están esperando que abra el museo. Uno de ellos es Lionel, un arquitecto de 45 años que vino solo de Ginebra a pasar el fin de semana en París.

"No tengo ganas de volver a Ginebra o de esconderme en el hotel", explica. "Espero que abran. No hay que ser derrotista, si no, van a ganar ellos", añade, antes de que el museo abra y luego cierre en las últimas horas de la mañana.

Franck y Astrid, que vinieron de la ciudad francesa de Vichy (centro) para festejar sus 16 años de casados, encontraron el museo de cera Grévin cerrado por el día, para expresar la "solidaridad con las víctimas", según su directora general Béatrice Cristofari. De todos modos, había mucho menos público potencial de lo habitual, ya que "cientos de personas" suelen venir a visitar el museo los sábados de mañana.

"Dudamos en salir y al final decidimos salir igual", dice Franck.

"Hoy la gente tiene demasiado miedo para salir y hacer una manifestación", cuenta Astrid.

El viernes, atacaron "un bar, un restaurante, una sala de conciertos y el Estadio de Francia (...) Vamos a tener psicosis, no hay alternativa", cuenta.

Otro hombre llamado Franck, de 45 años de edad, está sentado en una mesa frente al prestigioso teatro de la Comédie Française (Comedia Francesa).

"Anoche teníamos previsto ir al Petit Cambodge", un restaurante en el que tuvo lugar uno de los atentados, "pero mi amigo que trabaja allá se tomó el día libre porque el día anterior era su cumpleaños, por lo cual se salvó y nos salvamos nosotros también".

En la plaza de la República, donde se llevó a cabo una gran manifestación tras los atentados de enero en París, transeúntes encienden velas y ponen poemas para rendir homenaje a los muertos y heridos. Los policías los dejan durante unos segundos y luego les piden que no permanezcan agrupados por razones de seguridad. El gobierno prohibió las manifestaciones.

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