Ventana Big Sur, viaje al centro espiritual de California y su naturaleza salvaje

  • Un lugar donde escuchar el silencio de la brisa y el estruendo de las olas cuando rompían contra los acantilados.
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Nada anuncia la llegada a Big Sur. Tan sólo una carretera que pegada continuamente a la costa serpentea entre los acantilados que miran al Pacífico, al otro lado, una profunda extensión de vegetación, secuoyas que, apenas dejan pasar tímidos haces de luz que iluminan los senderos de una naturaleza desbordante que se adentra en uno de los Parques Naturales más exuberantes de California. A un lado, la bruma trastoca los colores azules del mar y el cielo hasta hacerlos grises, al otro sólo verde. Una postal que no mejoraría el mejor de los artistas. Vistas epatantes, paisajes cautivadores, bosques, acantilados, playas y senderos.

Big Sur no existe como tal, no hay un centro urbano, apenas un millar de habitantes perdidos en una región inabarcable, vasta y virgen. Su belleza salvaje, pero calculada, agreste, pero silenciosa; sirvió de refugio para sentar las bases de la llamada Generación Beat, ese grupo de escritores americanos inconformistas y transgresores que renovaron la literatura con su forma impulsiva e irreflexiva de escribir, pero natural e improvisada. Jacks Krouac, Huxley y Henry Miller hallaron refugio en Big Sur; llegaron hasta aquí ara escapar del tumultuoso San Francisco, el alcohol y las drogas.

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Para Kerouac Big Sur, era el lugar donde escuchar el silencio de la brisa y el estruendo de las olas cuando rompían contra los acantilados. Miller, en cambio, descubría la perfección, era el punto de inflexión en el que descubría que lo único que se podía mejorar era a uno mismo, cura de realidad y humildad. Big Sur sigue siendo una especie de balneario para el espíritu, un lugar, en medio de la nada en el que a primera hora se escucha el repicar de las campanas de la ermita benedictina y el gong del centro budista Tassajara Zen. En la ermita además se puede disfrutar de sus deliciosas tartas y en el segundo, su cocina vegetariana.

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Ventana Big Sur and Alila Resort es un nuevo establecimiento totalmente integrado en la naturaleza del Parque para olvidarse del mundo tal y como hizo Kerouac, eso sí, con todas las comodidades posibles. Excelentes cabañas de lujo perfectamente integradas en la naturaleza.

El chef Paul Corsentino , tras muchos años en la casa sigue al frente de la cocina, para asegurar a los huéspedes una experiencia gastronómica al nivel del hotel. Sigue trabajando estrechamente con los pescadores de la zona, para asegurar los mejores pescados de la zona, las ostras de Morro Bay, los mejillones de Penn Cove o las vieiras de la bahía de Monterrey. Además, cuentan con una más que interesante bodega con más de diez mil botellas principalmente de etiquetas californianas. Otra opción es la terraza con las mejores vistas de la zona de Nephente, un gran observatorio donde tomar una buena hamburguesa.

Durante el día puede visitar la librería que homenajea a Miller, conciertos y cine clásico en el jardín. La principal distracción consiste simplemente en admirar las vistas imagables desde el Puente Bixby sobre el Pacífico, los acantilados y las calas, tratar de abarcar el extraordinario diámetro de las secuoyas o alzar la mirada para divisar su copa; andar por los senderos que se abren en una naturaleza que parece impenetrable y que mueren en la fabulosa Pfeiffer Beach, de arena blanca y rocas troqueladas por el mar. De noche, darse un baño en el Balneario Esalen bajo un firmamento estrellado, no tiene precio.

En Los Ángeles Jucy Campers alquila furgonetas compactas equipadas con lo necesario para hacer el viaje. Antes de embarcarse rumbo a Big Sur, imprescindible el libro y la película Big Sur de Jacks Keuroac.

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