“El liberalismo es una lucha retórica para legitimar el sistema actual, no es ciencia”

  • El politólogo austriaco Christian Felber aboga en su nuevo libro por un comercio ético, que respete los derechos humanos por encima del capital
Christian Falber, tras la entrevista mantenida en Madrid / M. A.
Christian Falber, tras la entrevista mantenida en Madrid / M. A.
Christian Falber, tras la entrevista mantenida en Madrid / M. A.
Christian Falber, tras la entrevista mantenida en Madrid / M. A.

Aunque Christian Felber (Salzburgo, 1972) ha estudiado psicología, filología románica, sociología y ciencias políticas, es más conocido por sus libros sobre economía, disciplina de la que es profesor en la Universidad de Viena.

Felber fue cofundador de la filial austriaca de la Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana (Attac), una de las organizaciones clave del movimiento mundial de crítica a la globalización, y ha logrado tocar la fibra del gran público con libros como La economía del bien común (Deusto, 2012), en el que se propugna una alternativa tanto al capitalismo de mercado como a la economía planificada.

En su nuevo volumen, Por un comercio mundial ético (Deusto), Felber sigue explorando cómo implantar un sistema económico alternativo, que priorice los derechos humanos por encima del libre intercambio de capitales.

Contesta a las preguntas de La Información en un perfecto castellano, que aprendió en España donde cursó parte de sus estudios de filología.

Todos sabemos que buena parte de los productos que consumimos están elaborados en condiciones laborales que aquí no aceptaríamos. ¿Por qué asumimos que no hay alternativa?

Por mucho que podamos elegir distintos productos no podemos elegir entre distintos diseños de los mercados en las políticas; solo podemos elegir entre partidos y a veces personas, pero no entre programas y modelos. La misma libertad de elección hace falta en la política, entre modelos concretos, y los primeros intentos empíricos indican que la aplastante mayoría de la población votaría a favor de un sistema orientado al bien común, con un comercio ético. Y entonces los productos éticos no solo serían señalizados de forma transparente, sino más económicos, y todo el mundo los compraría.

Da la impresión de que nos resignamos a que este cambio no llegue nunca...

Si no cambiamos las reglas de juego de la economía no va a cambiar. Hay iniciativas voluntarias, pero son débiles y sufren una competencia injusta, porque las empresas que externalizan los costes y violan los derechos fundamentales ofrecen los productos a precios menores, y mientras esto sea así las alternativas no se pueden imponer.

Casi todas las grandes empresas tienen políticas de sostenibilidad o responsabilidad social corporativa. ¿Cree que sirven para algo?

Tienen retóricas de sostenibilidad, pero no tanto políticas. Si tuvieran una política de sostenibilidad y de responsabilidad seria implementarían un balance ético y se someterían a un trato legal diferenciado según el resultado. Solo es la redacción de una bonita historia si no hay una evaluación externa, adjudicación de puntos y, según el resultado, que la empresa pague mayores o menores impuestos o mayores y menores aranceles, tenga libre acceso a los mercados mundiales, o acceso restringido y más caro. Y hay muy pocas empresas que se sometan voluntariamente a ese patrón. Están dando unos primeros pasos, pero esto tiene que ir mucho más allá para que surta efecto.

La industria siempre aboga por la autorregulación en este tipo de asuntos. ¿Podemos confiar en que esto funcione para algo?

Imagínate la autorregulación respecto a la propiedad privada. Es una idea bonita, pero el Estado tiene que intervenir. Y lo mismo que no funcionaría el respeto a la propiedad privada a nivel voluntario, no funcionará con otras regulaciones. Tiene que haber leyes que digan que igual que haces un balance financiero tienes que tener un balance ético, publicar esta información y según tus esfuerzos reales pagarás menos impuestos y te daremos prioridad en la contratación pública.

¿Existe voluntad de hacer cambios en este sentido desde alguna parte del espectro político?

Si queremos entender las estructuras de poder de la sociedad no encontramos diferencias en los partidos políticos, sino en el nivel local y el nacional. En el nivel municipal tenemos resonancias positivas en prácticamente todos los partidos políticos, pero a medida que subimos el nivel todo se torna negativo, casi independientemente del partido. Creo que no es una cuestión de partidos, sino de relaciones de poder. Por eso optamos por complementar la democracia representativa, por apoyar la democracia soberana. Así las pautas principales para la política comercial las daría la ciudadanía, el pueblo soberano, y los gobiernos y parlamentos tendrían que ejecutar esas pautas impuestas por los ciudadanos.

Cuando dice estas cosas supongo que los políticos le dirán que vive en el país de la piruleta...

Los políticos no existen, igual que no existe la economía. Hay políticos de todos los colores y todas las opiniones y algunos se aferran a la democracia exclusivamente representativa y que el pueblo vote solo cada cuatro años a un partido. Y hay otros que dicen que la democracia está en crisis. Estamos hablando de postdemocracia en la ciencia política y para mejorar y desarrollar la democracia debe evolucionar para que haya una mayor inmplicación de los ciudadanos. Si los parlamentos y los gobiernos involucraran más a los ciudadanos, estos estarían más satisfechos con la política, con los políticos y con la democracia. Todos saldríamos ganando, y seguiría habiendo Parlamento y Gobierno, pero tendríamos que ceder una parte del poder que hoy tenemos en forma de monopolio cada cuatro años a los ciudadanos, e interactuar, que es una forma más madura de democracia.

Felber critica la hegemonía del "supuesto" liberalismo / José Luis Roca
Felber critica la hegemonía del "supuesto" liberalismo / José Luis Roca

Para los defensores del libre comercio cualquier regulación parece ir en contra de este. En su libro insiste en que no todo es blanco y negro. ¿Puede ser un comercio fuertemente regulado también libre?

Ahora tenemos un mercado extremadamente regulado. Aunque se llame libre comercio, se basa en una coacción tremenda. El Ceta, un tratado de libre comercio, se compone de 1.598 páginas de derecho internacional adicional. Es pura coacción. Obliga a la Unión Europea y a Canadá, a todos sus niveles, a someterse a la lógica de la prioridad del comercio y las inversiones. Eso es pura, masiva y excesiva regulación disfrazada de libre comercio. Es un eufemismo y un disfraz.

Al Ceta, y otros tratados de libre comercio como el Ttip, se han opuesto mayoritariamente los partidos más de izquierda y más de derechas

No es una cuestión de derecha e izquierda sino de poderosos y no poderosos. Está clara la confusión. Teniendo que elegir entre unas reglas para el comercio internacional según la ideología de los supuestos liberales, que incrementan el comercio sin consideración a los derechos humanos y laborales y el medioambiente, o unas nuevas reglas de juego del comercio internacional en sintonía con el derecho internacional no económico que ya existe, estoy 100 % seguro que en la mayoría de los países la gente optaría por esto último. Si tienen esa elección. El problema es que no la tienen, porque los economistas no nos informan de estas alternativas y los políticos no nos dejan votar directamente los distintos modelos.

¿No es otra contradicción que se limite la libre circulación de personas, pero no la de capitales?

¿Qué es más importante? ¿El capital o la persona? Las constituciones dicen que el capital es un medio y las personas son un fin en sí mismo, por su dignidad, y otorgar mayores derechos al capital que a las personas es una violación estructural de la dignidad y los derechos humanos y tendría que ser ilegal, pero como se oculta bajo el título de liberalismo, ¿quién se opone a la libertad? Si preguntaras a las personas qué es más importante, si la libre circulación de personas o la libre circulación de capital, creo que el 90 % decidiría que es más importante la libre circulación de personas.

En el libro explica que el teorema de la ventaja comparativa, de David Ricardo, sigue siendo la joya de la corona de la teoría del comercio internacional. ¿De verdad se sigue basando el libre comercio en una teoría de principios del siglo XIX?

Es una cita de un historiador, pero la comparto. No todos los economistas siguen este teorema a rajatabla, pero la Organización Mundial del Comercio (OMC) sí, y esto es otro indicio de que no hablamos de ciencia, sino de ideología al servicio de las actuales relaciones de poder. Después de Ricardo ha habido un desarrollo de la teoría del comercio mundial, ha habido correcciones y teorías completamente alternativas y las OMC las calla. Eso tiene que ver con un interés. Abusan de esa joya para legitimar las relaciones de poder con aparente ciencia, que no lo es.

Los defensores del liberalismo usan el mismo argumento: que las alternativas a este son anticientificas

Es otro intento de legitimar con aparente ciencia sus intereses y deslegitimizar los intereses de los demás diciendo que no están basadas en ciencia. “Lo que yo digo es la verdad y lo que tú dices es una tontería”. “Lo que tú dices es populismo y lo que yo digo es serio”. “Lo que tú dices no está probado y lo que yo digo es ciencia”. Pero hay que hacer que calen esas calificaciones, y en vez de discutir sobre el argumento, si queremos anteponer el derecho al comercio a los derechos humanos, que es lo que habría que debatir, se desvían diciendo que la posición del resto no es científica. Entonces ya no hablamos de esto y entramos en una guerra de calificaciones, y esta guerra solo sirve para desviarnos del debate, porque todo el mundo está de acuerdo en que los derechos humanos son más importantes que un incremento del comercio.

¿No cree que antes había una mayor crítica académica de este tipo de teorías?

Veo oleadas. Hubo una primera oleada en los 70, cuando no predominaba el supuesto liberalismo, sino la sustitución de importaciones, que fue la pauta para la política comercial. Luego hubo otra oleada de liberalismo, de libre circulación de capitales. Luego vino el movimiento crítico contra la globalización...

Pero desde los 80 parece claro cuál es la teoría económica hegemónica…

En cuanto a la teoría sobre el comercio, sí, pero al menos en el espacio germanohablante había debates estratégicos en los medios principales en los que economistas se pronunciaban a favor de la teoría de Ricardo, como si el estado de las cosas de su época fuera el mismo de ahora. Volvieron al inicio del debate para legitimar esa hegemonía liberal, que es siempre una lucha retórica para legitimar el actual sistema, no ciencia.

También sabe hacer el pino / Uschios Wald
También sabe hacer el pino / Uschios Wald

Es usted un veterano del movimiento antiglobalización

Esa denominación ya forma parte del engaño, porque nosotros siempre hemos propuesto un control de las fusiones a nivel global, una supervisión de los mercados financieros a nivel global, una autoridad fiscal global, una moneda internacional complementaria… Y aquellos que se oponen a que esto se implemente nos tachan de antiglobalización. No tiene sentido. Ellos son los que están en contra de la globalización, y es importante indicar estas distorsiones lingüísticas.

Pero esta distorsión lingüística se dio por hecha y, pese a que fue un enorme movimiento social, ya nadie habla de la globalización. Parece una cosa del pasado

Creo que con la protesta no es suficiente. Mi conclusión particular es que hace falta otra ciencia, por un lado, pero lo más importante es otra forma de democracia. Sin que tengamos otras herramientas democráticas no vamos a poder cambiar las pautas del comercio internacional. Por eso proponemos unas asambleas democráticas, donde se debatan las diez o veinte preguntas clave para el comercio internacional y que de estos procesos cuajen las constituciones, esto sería un nuevo mandato para la política internacional.

Llevamos décadas hablando de la tasa Tobin, pero siempre que se plantea su implantación, algo de lo que se ha vuelto a hablar en España, se repite el mismo mantra: que no servirá de nada, porque, sencillamente, los inversores se irán a operar a otro sitio. ¿Es cierto?

Sigo pensando que sería una buena idea. Lo que presupone este argumento es que siempre va a haber libre circulación de capitales, y eso no tiene por qué ser así. Si la libre circulación de capitales conduce a la evasión fiscal, quizás tengamos que limitarla. Y hay varios escalones. Si aplicamos el principio de residencia no importa donde haga el especulador sus transacciones, porque la fiscalidad siempre va a estar dentro de la Unión Europea. Si los especuladores se marchan de la UE, bien, no perdemos nada, pero si por ejemplo los residentes de la UE evaden la responsabilidad fiscal transfiriendo el capital a los paraísos fiscales la medida adecuada sería la restricción de la libre circulación de capitales, y que, en total analogía con aquellos países que se pongan de acuerdo en derechos humanos, medio ambiente, normas laborales, haya un comercio más libre, protegiéndose contra los que no colaboren con aranceles éticos.

¿Es optimista respecto a que se implanten estas medidas algún día?

No, no lo soy. Hago lo que me parece justo. Eso me inspira y me motiva. Pienso libremente y no dependo del éxito de mis actividades políticas, solo les veo sentido en su ética y su libertad.

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