Comprométete lo justo: cuanto más ames tu trabajo, más te explotará tu empresa

  • Un estudio de la Universidad de Duke concluye que los empleados más felices tienden a aceptar menos salario y trabajar los fines de semana.
El estrés es muy común en estas fechas. / Pexels
El estrés es muy común en estas fechas. / Pexels

Una de las principales aptitudes que las empresas reclaman actualmente a los candidatos a un puesto es el compromiso. Bien entendido, puede resultar tremendamente positivo: un empleado proactivo disfruta más de su trabajo, mejora su rendimiento y es capaz de tener voluntad para crecer dentro de la compañía. Sin embargo, el compromiso puede tener una lectura negativa, ya que cuanto más ames tu trabajo, más tenderá a explotarte la empresa.

Eso es, al menos, lo que señala un reciente macroestudio llevado a cabo por varios investigadores de la Universidad de Duke y que ha descubierto que los empleados comprometidos se muestran más dispuestos a realizar un trabajo extra, no remunerado y más degradante que el de los empleados sin la misma pasión. El profesor Aaron Kay, coautor del estudio, señala que "es genial amar tu trabajo, pero puede tener un coste cuando pensamos en el lugar de trabajo como en un lugar donde los trabajadores pueden perseguir sus sueños".

El estudio, denominado 'Comprender las formas contemporáneas de explotación: las atribuciones de la pasión sirven para legitimar el maltrato de los trabajadores' y publicado en el 'Journal of Personality and Social Psychology', trata de ahondar en la falsa percepción del empleado sobre su situación en la compañía y en cómo las nuevas tendencias en la cultura empresarial pueden hacer que las personas tendamos a realizar esfuerzos innecesarios, injustos o directamente ilegales por amor al arte.

La sorprendente conclusión de los investigadores es que la mayoría de las personas considera legítimo hacer que los empleados comprometidos dejen a un lado a su familia para trabajar un fin de semana, trabajar sin remuneración y encargarse de tareas no relacionadas con su puesto o que no estaban en la descripción del trabajo. Todo ello tras analizar las respuestas de los 2.400 participantes en 8 microestudios paralelos con estudiantes, trabajadores, gerentes y personas desempleadas escogidas al azar.

En uno de los estudios, los participantes consideraron que es más legítimo que un artista que siente una gran pasión por su trabajo sea explotado por su jefe, más que otro artista no siente tanta pasión. Este hallazgo se extiende aspectos no incluidos en la descripción de un trabajo, como tener que pasar de un día en el parque con la familia para limpiar el baño de la oficina.

En otro estudio, los participantes consideraron más legítimo explotar a los trabajadores en empleos más tradicionalmente asociados con la pasión, como el de artista o el de trabajador social, que en trabajos que generalmente no se consideran un ejercicio de pasión, como ser empleado de una tienda o cobrador.

El trabajo duro también puede verse como amor al arte

Paradójicamente, el estudio también evidencia la tendencia contraria: las personas que son explotadas en su trabajo tienen más probabilidades de ser vistas como apasionadas por él. En un tercer estudio, los participantes leyeron dos situaciones sobre la relación de un estudiante de posgrado en prácticas con su jefe.

Aquellos a los que se les presentó un escenario en el que el estudiante estaba siendo explotado, abusado verbalmente o con fechas límite no razonables, calificaron al estudiante como probablemente más apasionado que el otro grupo.

En este sentido, los investigadores encontraron que esta tendencia a explotar el compromiso del trabajador surge de dos creencias: que el trabajo es su propia recompensa, y que el empleado se habría ofrecido voluntario de todos modos. Este es un ejemplo de justificaciones compensatorias, algo que Kay ha estudiado en otros entornos.

"Queremos ver el mundo como un lugar justo. Cuando nos enfrentamos a la injusticia, en lugar de arreglarla, a veces nuestras mentes tienden a compensar. Racionalizamos la situación de una manera que parece justa, y asumimos que las víctimas de la injusticia deben beneficiarse de alguna otra manera", explica Kay.

Y cita un trabajo anterior realizado junto a otros colaboradores en la Universidad de Nueva York, en el que descubrió que, "cuando se enfrentan a grandes desigualdades entre ricos y pobres, las personas pueden minimizar la injusticia diciéndose a sí mismos que la riqueza trae consigo su propio conjunto de problemas, o que cuanto menos dinero se tiene, hace que sea más fácil ser feliz llevando una vida simple".

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