El difícil recorrido de la tecnología que nos libraría de tener que cargar el móvil

  • El sueño de Nikola Tesla de crear un sistema mundial para la transmisión de energía eléctrica sin cables sigue lejos de cumplirse, pero hay avances.
Ilustración del sistema de carga inalámbrica Wi-Charge.
Ilustración del sistema de carga inalámbrica Wi-Charge.

La idea de la transmisión inalámbrica de energía no es nueva. Era, de hecho, el sueño de Nikola Tesla, el gran pionero de la electricidad –con permiso de su némesis, Thomas Alva Edison–. Tras desarrollar el sistema polifásico de distribución eléctrica y el motor de corriente alterna, avances decisivos en la utilización de la electricidad tal como hoy la conocemos, Tesla se obsesionó con el que debía ser su gran proyecto, que no era otro que crear un sistema mundial para la transmisión de energía eléctrica sin cables.

Entre 1890 y 1906 Tesla gastó gran parte de su tiempo y fortuna en una idea que no llegó a buen puerto y que le llevó casi a la ruina. La Torre Wardenclyffe, una antena de 30 metros diseñada para demostrar la transmisión inalámbrica de energía eléctrica a través del Atlántico, acabó demolida en 1917, mandando al garete la inversión de 150.000 dólares que JP Morgan había depositado en el proyecto –unos 4,4 millones de hoy–. Para entonces, Guillermo Marconi había logrado realizar las primeras transmisiones de radio y los inversores perdieron el interés en la idea de Tesla.

Se ha especulado enormemente con la posibilidad de que Tesla pudiera haber llevado a buen puerto su proyecto, pero por mucho cariño que le tengamos al personaje, todo apunta a que nunca lo habría logrado.

No está del todo claro qué método pretendía utilizar Tesla para transmitir electricidad y muchos creen que tal vez ni siquiera él mismo lo tenía definido. El científico serbioestadounidense afirmó haber demostrado la transmisión inalámbrica de energía a principios de 1891, pero no hay constancia de tal cosa y nadie tiene claro que método pretendía usar en realidad en la Torre Wardenclyffe. Quizás la explicación más plausible es que, sencillamente, su proyecto era irrealizable.

Pero, pese a este fracaso, la idea de alcanzar la transmisión inalámbrica de energía nunca ha sido desterrada de la investigación científica. Y, en los últimos años, se han hecho avances que, si bien se alejan mucho del mundo electrificado con el que soñaba Tesla, podrían lograr que, al menos, dejemos de depender de enchufar nuestros móviles todas las noches. El cable de alimentación es la última barrera para la vida inalámbrica total.

La Torre Wardenclyffe nunca llegó a utilizarse.
La Torre Wardenclyffe nunca llegó a utilizarse.

Más allá de la carga inductiva

Hoy en día existen cargadores inalámbricos, que permiten recargar nuestros teléfonos o nuestros cepillos de dientes sin necesidad de enchufarlos, pero su utilidad es, cuanto menos, limitada. Este sistema, conocido como carga inductiva, emplea bobinas magnéticas que crean un campo eléctrico, captado por un sensor en el aparato que queramos cargar. El problema es que el aparato debe estar a una distancia inferior a unos dos centímetros, por lo que, realmente, tenemos que seguir llevando el teléfono al cargador.

Esto, no obstante, podría cambiar más pronto que tarde. Wi-Charge, una compañía israelí fundada en 2012, ha desarrollado un sistema de carga que utiliza luz infrarroja para transmitir energía desde un transmisor colocado en el techo de una habitación a un dispositivo en cualquier lugar de la estancia.

El sistema puede cargar completamente un teléfono en tres o cuatro horas, en comparación con una hora cuando está enchufado, pero si los cargadores se instalaran en todos los edificios y viviendas, nunca tendríamos que preocuparnos por cargar el móvil, pues este estaría chupando energía constantemente. No es el mundo que imaginaba Tesla, pero se le parece bastante.

La empresa israelí ha acaparado una enorme atención mediática (y empresarial). Como ha explicado a 'The Telegraph' Yuval Boger, el director de 'marketing' de la compañía, casi todas las principales compañías de electrónica han estado en contacto con ellos. Pero Wi-Charge no es la única empresa que está desarrollando tecnologías similares.

La AirFuel Alliance, un consorcio en el que participan empresas de la talla de Samsung, LG, Dell o Qualcomm, lleva varios años promoviendo un estándar de carga inalámbrica que se basa en la transmisión eléctrica a través de las ondas de radio. Un puñado de productos ya utilizan la tecnología, incluido un audífono que se puede cargar a cuatro metros.

Grandes escollos por superar

Aunque estas tecnologías son muy prometedoras, siguen teniendo numerosos escollos a superar. Loa tecnología por láseres infrarrojos que promueve Wi-Charge asegura cumplir con los estándares de seguridad, pero esto se logra gracias a que la carga se desconecta automáticamente en cuanto un cuerpo se cruza en el camino del láser. Esto quiere decir que, para cargar efectivamente el móvil, no debe haber nada entre este y el cargador: ni bolsillos, ni carteras, ni sillas, ni, por supuesto, personas. Ni que decir tiene que esto limita enormemente la utilidad de la tecnología.

Para los sistemas por radio, como los que propone AirFuel, el principal escollo es precisamente la seguridad, pues es necesario limitar la exposición de las personas y otros seres vivos a posibles daños electromagnéticos, pero también los posibles daños que estos pueden hacer a otros dispositivos, como puede ser un marcapasos. Y en este terreno el tamaño es importante: no es lo mismo cargar un audífono que un móvil, o un coche.

Otra limitación importante es la estandarización de la tecnología, proyectos como AirFuel pretenden, precisamente, que las compañías avancen por el mismo camino, pero no solo hay un consorcio de este tipo y lo cierto es que casi todas las empresas están investigando sus propias tecnologías. Y es que si alguien da con la buena puede ganar mucho dinero. Mientras tanto, no obstante, tendremos que seguir enchufando el teléfono todas las noches.

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