Fukushima, una provincia de futuro incierto tras el accidente nuclear

  • La crisis en la central nuclear de Fukushima desatada hace seis meses ha redibujado el rostro de la provincia japonesa que la alberga y amenaza con dejar deshabitada, durante años, la zona que rodea la planta, en su momento símbolo del progreso económico.

Andrés Sánchez Braun

Tokio, 10 sep.- La crisis en la central nuclear de Fukushima desatada hace seis meses ha redibujado el rostro de la provincia japonesa que la alberga y amenaza con dejar deshabitada, durante años, la zona que rodea la planta, en su momento símbolo del progreso económico.

La inauguración de la central de Fukushima Daiichi a principios de los años setenta coincidió con la creciente industrialización y enriquecimiento de la región, cuya renta per cápita no ha cesado de aumentar desde 1972, según el Gobierno provincial.

El accidente tras el terremoto y el tsunami del 11 de marzo ha frenado el desarrollo de Fukushima, pendiente todavía de que los reactores afectados puedan ser llevados a "parada fría" en enero de 2012.

Aún cumpliendo este objetivo, el Gobierno insinuó el pasado agosto que el acceso a determinadas zonas dentro del perímetro de 20 kilómetros creado alrededor de la central podría permanecer cerrado durante largo tiempo.

La estimación responde a datos preliminares del Ministerio de Ciencias, que indican que 15 de entre 50 puntos analizados dentro de esta zona superarían los niveles máximos de radiación recomendados por la Comisión Internacional de Protección Radiológica.

Esto supondría que parte de las 80.000 familias que vivían en este área, y que permanecen evacuadas, no podrán retornar a sus casas hasta años después de darse por cerrada la crisis.

"Es triste decirlo, pero los centros de las ciudades, pueblos y aldeas alrededor (de la central) son poblaciones fantasma sin un alma a la vista", señalaba recientemente el ministro de Industria, Yoshio Hachiro, tras visitar la zona.

En general, las emisiones de la central amenazan con someter determinados puntos de la provincia a un olvido similar al que la región padeció hasta el siglo VII, cuando el incomunicado noreste del país aún era conocido como Michi-no-ku, en japonés "la tierra alejada del camino".

El desastre nuclear ha afectado gravemente a las principales industrias de una provincia en la que viven más de 2 millones de personas, y especialmente a la agricultura, su mayor fuente de ingresos.

Fukushima cuenta con la cuarta mayor zona agrícola de Japón y es uno de los mayores productores nacionales de melocotones, manzanas, peras, tomates, pepinos y planta tabaquera.

Pero si la provincia ya luchaba antes del 11 de marzo contra el progresivo abandono del entorno rural, donde agricultores cada vez más ancianos no tienen a quién legar sus granjas, ahora el peligro de la contaminación radiactiva amenaza con dejar aún más despoblados los campos.

Los altos niveles de cesio en el forraje con el que se alimenta al ganado bovino propició la prohibición de vender carne vacuna de Fukushima durante más de un mes, mientras que el arroz de 48 de sus municipios debe ser sometido a exhaustivos controles que certifiquen que no contiene más de 200 becquereles de este sustancia por kilo.

Las otras 11 localidades que cultivan este cereal pueden tardar años en volver a hacerlo, al encontrarse en el área de evacuación.

Cualquier huerta o prado de Fukushima puede resultar afectado por la radiación, por lo que el ganado y los vegetales son sometidos a pruebas que ya se realizan también en 17 provincias diferentes del país, según informó el Gobierno nipón a finales de agosto.

La crisis ha hecho caer con fuerza los precios de muchos productos agrícolas de la provincia, tal como reflejan las directrices elaboradas por el Ejecutivo para las compensaciones que la operadora de la central, Tokyo Electric Power (TEPCO), debe abonar a los afectados.

Lo mismo ha sucedido con el marisco y el pescado que procedía mayormente de sus dos principales puertos: Soma y Onahama.

En el primero, el tsunami devastó la infraestructura pesquera, mientras que en las cercanías del segundo, situado a 55 kilómetros al sur de la central, Greenpeace detectó peces que duplicaban la tasa máxima recomendada por el Gobierno de 500 becquereles de cesio radiactivo por kilo.

El futuro de los pescadores locales, cuya población activa también lleva años menguando, podría empeorar de confirmarse los datos de la Agencia japonesa de la Energía Atómica, que estiman que entre el 21 de marzo y el 30 de abril la central pudo verter al mar unos 15.000 terabecquereles de cesio y yodo radiactivo.

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