Afganistán se debate entre la normalidad y el miedo

  • Washington ha marcado la fecha definitiva de la retirada, ya saben cuándo no quedará ningún soldado estadounidense allí. Un síntoma de tranquilidad, pero la violencia continúa cada día, y los ciudadanos no duermen tranquilos. El último gran ataque de los talibanes dejó la capital paralizada durante 20 horas.
Afganistán se debate entre la normalidad y el miedo.
Afganistán se debate entre la normalidad y el miedo.
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Jean MacKenzie, Kabul (Afganistán) | GlobalPost

El sol brillaba y las calles estaban llenas de niños en edad escolar en la mañana del miércoles - chicos vestidos con camisa azul se perseguían unos a otros, las niñas vestidas de negro y pañuelos blancos hacían su entrada a clase de manera recatada. Una cruzó en frente de nuestro coche, llevando en las manos un enorme cono de helado.

Sería difícil adivinar que a un par de kilómetros de distancia, la batalla todavía estaba en apogeo en una obra en Abdul Haq Plaza, con vistas a la Embajada de Estados Unidos. La embajada había sido el blanco principal de los ataques de los talibanes, y había recibido durante toda la noche una lluvia de cohetes y granadas propulsadas por cohetes (RPGs) durante toda la noche.

Durante casi 20 horas, 11 atacantes habían paralizado gran parte de Kabul, los dos últimos reductos en los pisos superiores de un edificio sin terminar continuaron con sus ataques hasta la media mañana del miércoles.

"No pude pegar ojo", dice Ahmad Shah, que vive en Microrayon, un gran complejo de apartamentos construido por los soviéticos cerca de la plaza donde se estaba produciendo el combate.

"Hubo disparos y RPGs a partir de medianoche, y alrededor de las 3:30h la policía comenzó a disparar de nuevo. Mi hija pequeña se despertó y tenía mucho miedo".

Los residentes de Microrayon, que incluyen a muchos funcionarios del Gobierno, no fueron capaces de ir hoy a sus oficinas. La hija de Shah no pudo ir a la escuela.

Hubo que esperar hasta después de las 10h del miércoles para que las Fuerzas Nacionales de Seguridad Afganas (ANSF) pudiesen sofocar finalmente a los dos últimos insurgentes.

"Tenía miedo de que fueran a dejarlos allí hasta que muriesen de hambre", bromeó un funcionario del Gobierno afgano, que habló bajo la condición de mantener el anonimato.

La cifra final de muertos: 27 muertos, incluyendo a 11 insurgentes. Seis fuerzas internacionales y cerca de 30 civiles afganos resultaron heridos. Dada la cantidad de munición gastada y la duración del ataque, podría haber sido mucho peor.

"Su objetivo no era matar a civiles", dijo el funcionario afgano. "Sólo querían sembrar el miedo".

Con el final de los combates, empezó la guerra de acusaciones.

El embajador de Estados Unidos, Ryan Crocker, no perdió el tiempo al caracterizar los hechos como "ataques cobardes por una insurgencia cada vez más desesperada." Llegó a elogiar la "enorme valentía y dedicación por parte de los afganos... de las Fuerzas Nacionales de Seguridad Afganas".

Este ha sido el mantra de las fuerzas militares internacionales y de Washington desde que la insurgencia talibán comenzó a calentarse en el período 2005-2006. Cuanta más tierra ganaban los insurgentes, mayor era el esfuerzo empleado en retratar su modo de operaciones como el último aliento de hombres desesperados.

Crocker se hizo eco del director de la CIA, el general David Petraeus, ex comandante de la OTAN en Afganistán, cuando se refirió a las tácticas de los insurgentes.

"Como son incapaces de hacer frente a la ISAF y a las nuevas y formadas tropas afganas en el campo de batalla tradicional, (los insurgentes) han  vuelto a lanzar ataques de alto perfil, como las instalaciones de la Embajada estadounidense en un intento de ganarse titulares en los periódicos."

Como Crocker y Petraeus saben sin lugar a duda, las tácticas utilizadas por los atacantes del martes son las técnicas clásicas de la insurgencia. Se llama "guerra asimétrica" -, cuando la insurgencia se enfrenta a un enemigo más fuerte y mejor equipado, ellos optan por un tipo diferente de batalla.

En opinión de Crocker, el ataque "fracasó". No se quebraron las paredes y nadie del personal de la embajada resultó herido o muerto.

Pero los insurgentes se anotaron una victoria psicológica importante con los ataques del martes. Aunque el embajador de Estados Unidos se esforzó en resaltar el sacrificio de la ANSF en frustrar la batalla, muchos residentes de Kabul se preguntan por qué a un equipo tan enorme le llevó tanto tiempo hacerse cargo de menos de una docena de atacantes.

"Nuestras fuerzas afganas no estaban preparadas para ir contra los insurgentes", dijo Zia, quien vive en el centro de Kabul y trabaja en una organización no gubernamental afgana. "Ellos no eran lo suficientemente fuertes".

Muchos afganos vieron los ataques, no como un signo de "una insurgencia cada vez más desesperada", sino como un duro golpe contra el sentimiento de la ya frágil seguridad en la capital.

"Pueden aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar", dijo un funcionario del gobierno afgano, que habló bajo la condición de mantener el anonimato. "Ellos quieren que la gente sienta esto. Quieren provocar el terror".

Los talibanes se atribuyeron la autoría de los atentados. El embajador Crocker dijo en una conferencia el miércoles que creía que la red Haqqani con base en Pakistán fue la responsable. El grupo de Haqqani ha orquestado varios atentados en la capital durante los últimos años.

La mayoría de los analistas culpan a Pakistán de dar refugio al grupo, que se rumorea desde hace mucho tiempo que tiene vínculos con la Dirección de Inteligencia Inter-Services  (ISI). Las figuras públicas como el senador John McCain y el ex presidente del Estado Mayor Conjunto Mike Mullen han acusado abiertamente a Pakistán de ser responsable por su conexión con Haqqanis.

Pakistán, que recibe cada año miles de millones de dólares en ayuda de Estados Unidos niega vínculos con grupos terroristas, pero se ha resistido a encargarse de Haqqanis, que se cree que se refugia en la zona fronteriza de Pakistán.

El presidente afgano, Hamid Karzai, prometió que los ataques no impedirán a los afganos continuar haciéndose cargo de la responsabilidad de su propia seguridad.

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