Bélgica ahora también tiene problemas con su Familia Real

  • Por si no fuera poco con ostentar el récord mundial de días sin gobierno, ahora la polémica ha llegado al príncipe Laurent. Ha viajado al Congo haciendo oídos sordos tanto al Parlamento como a su padre, el rey Alberto. El príncipe Laurent está poniendo mucho en juego, y no solo su sueldo de 26.000 euros mensuales.
El príncipe Laurent de Bélgica.
El príncipe Laurent de Bélgica.
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Paul Ames, Bruselas (Bélgica) | GlobalPost

Con el país empantanado en una crisis política interminable, los belgas quizás albergaban la esperanza de que la monarquía sobresaliese entre el caos como un símbolo de unidad y estabilidad en tiempos difíciles. Pero no ha sido así.

Las travesuras del caprichoso hijo menor del rey Alberto II, Laurent, han hundido a la Familia Real belga en un escandaloso espectáculo que se desarrolla de forma paralela al culebrón político que mantiene al país sin un gobierno operativo desde hace más de nueve meses.

La polémica real surgió la semana pasada, cuando se publicó que Laurent había desafiado las instrucciones expresas del Gobierno y del rey e hizo un viaje sin autorización al Congo, una ex colonia belga que mantiene unas delicadas relaciones con su antigua metrópoli.

El Gobierno, furioso, ha amenazado con dejar de pagar al príncipe su sueldo mensual de 26.000 euros si no pone fin a su "comportamiento y actividades inaceptables".

En medio de la tormenta de indignación política y periodística generada por su viaje al Congo, Laurent también intentó ampliar su actividad al conflicto de Libia, intentando estrechar lazos con un diplomático que se había sumado a la oposición de Muamar al Gadafi.

La polémica acabó llegando al Parlamento, donde el primer ministro Yves Leterme anunció que está preparando unas líneas muy claras para definir el comportamiento de los príncipes. El incumplimiento de esas normas supondría la retirada de la paga que se le da a Laurent, lo que le obligaría a buscarse un trabajo.

"Estas es una situación seria", dijo Leterme en el Parlamento. "El comportamiento del príncipe ha sido arriesgado y estúpido".

El entuerto en el que está metido el príncipe está sirviendo de munición al partido nacionalista flamenco, que logró un espectacular aumento en las elecciones del año pasado, convirtiéndose en la principal formación política belga. La Alianza Nacional Flamenca quiere romper a largo plazo con el país, poner fin a la monarquía y declarar una república independiente en la región de Flandes, en el norte.

"Las payasadas de Laurent no pueden costarle dinero al contribuyente", asegura Theo Francken, el diputado nacionalista que ha presentado una propuesta parlamentaria para reducir drásticamente los presupuestos del Estado dedicados a la Familia Real.

Con sus grandes ojos de búho y una tendencia a vestir uniformes militares que no le sientan del todo bien, Laurent es desde hace tiempo uno de los objetivos favoritos de los humoristas belgas.

El hijo menor del rey de Bélgica ya había sido protagonista de titulares negativos en anteriores ocasiones: por acumular multas por exceso de velocidad, por estar involucrado en un escándalo en el que supuestamente se habrían desviado fondos de la Marina belga para pagar los muebles de su villa a las afueras de Bruselas, y también por dudas en torno a sus intereses empresariales.

Pero la escapada al Congo es lo más serio hasta ahora. El Gobierno había advertido que su visita podría ser utilizada con fines políticos durante la precampaña electoral en el país africano. El padre del príncipe, el rey Alberto II, también le había desaconsejado viajar al país africano.

Pero Laurent, de 47 años, insistió aún así en viajar al Congo, e incluso se reunió con su presidente, Joseph Kabila. Aunque Laurent dijo que se trataba de una visita privada para promover causas medioambientales, las informaciones periodísticas señalan que los gastos de su desplazamiento y alojamiento fueron cubiertos por Kabila y un millonario belga con importantes intereses empresariales en el país africano.

El Gobierno del Congo ha reaccionado de forma airada a las críticas, diciendo que los intentos del Gobierno belga de evitar el viaje de Laurent para reunirse con Kabila rezuman paternalismo.

Laurent por su parte asegura ser víctima del sensacionalismo de los medios y de una conspiración política.

Las relaciones de los belgas con la monarquía son complejas. La Familia Real ha sido vista durante mucho tiempo como un extraño elemento unificador entre los seis millones de habitantes de habla holandesa (neerlandófonos) y los cuatro millones de francófonos que conforman el país.

Tradicionalmente, el afecto hacia la Familia Real belga había sido siempre más fuerte entre los votantes más conservadores de Flandes que en la región de Valonia, francófona, en donde la escena política está dominada por el Partido Socialista.

Pero en los últimos años, a medida que los votantes flamencos se vuelven cada vez más nacionalistas, los políticos francófonos se están convirtiendo en la voz que defiende a la monarquía. Los nacionalistas flamencos tachan a la monarquía de ser un remanente de la aristocracia francófona que gobernó el país en el siglo XIX demostrando escaso interés por el bien de sus ciudadanos flamencos.

Aún así, las aventuras de Laurent han conseguido en cierto modo unir a las dos partes enfrentadas por la división lingüística: los francófonos han sido casi tan abiertamente críticos con su comportamiento como los flamencos.

"Tiene privilegios, pero también obligaciones", decía el pasado viernes en un editorial el periódico francófono Le Soir. "Esta vez las circunstancias son extremas; su conducta perjudicial para la monarquía se produce en un momento de extrema fragilidad y de descomposición del Estado belga".

Laurent ocupa el puesto número 12 en la línea de sucesión al trono, por detrás de su hermano mayor, el príncipe heredero Felipe, su hermana la princesa Astrid, y de sus nueve sobrinos y sobrinas.

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