La ciudad de los 'niños soldados' de la droga, la nueva capital del crimen

  • El prestigioso The Economist ha posado su mirada en Rosario para hablar de uno de los municipios más habitados de Argentina devastado por la guerra de cárteles y la violencia.

    Lainformacion.com ya había dedicado un amplio artículo, meses atrás, donde se describe la oscura realidad en uno de los puntos más sórdidos de Latinoamérica.

Niños rosarinos que trafican droga en "la nueva capital del crimen", según The Economist,
Niños rosarinos que trafican droga en "la nueva capital del crimen", según The Economist,
Diego Caldentey

Es una de los puntos más sórdidos, despiadados y denigrantes de Latinoamérica. Y, lo que sucede en sus calles, ya causa tanta alarma que hasta los medios internacionales más prestigiosos se han hecho eco de su ola imparable de muerte y violencia. Rosario, la ciudad santafecina de Argentina, es ya un territorio sin Ley devastado por las drogas y la guerra de los cárteles más peligrosos del continente.

The Economist acaba de dedicarle un amplio espacio. En un artículo titulado 'A lethal location' (La ciudad letal), el medio británico se pregunta "cómo un puerto argentino se convirtió una en una zona de guerra de pandillas".

En diciembre pasado, lainformacion.com publicó un amplio reportaje sobre la desolación y el espanto que acorralan a Rosario. Es una de las ciudades más importantes de la Argentina, que duplicó su tasa de homicidios hasta llegar a 20,8 por cada 100.000 habitantes. Hasta el Papa Francisco habla de la "mexicanización" de un territorio donde en el último año se registraron casi 300 asesinatos.

Situada en la provincia de Santa Fe, a 300 kilómetros de Buenos Aires y con una población que ronda el millón de habitantes, se ha transformado en el punto emblemático y más violento del territorio argentino, que encierra la producción y venta de drogas.

Rosario hoy es una ciudad sin Ley, absolutamente anárquica, donde se suceden ajustes de cuentas entre bandas de narcotraficantes, sicarios, jefes policiales involucrados en asesinatos y barrabravas (ultras de los equipos de fútbol) que campan a sus anchas.

Entre 2010 y 2014,la ciudad duplicó su tasa de homicidios, de 10 por cada 100.000 habitantes, similar a la de los peores municipios de la provincia de Buenos Aires, hasta 20,8. El índice en México es de 23,7.Por eso muchos ya se refieren a esta localidad como la "nueva Ciudad Juárez", en alusión a uno de los territorios mexicanos más sangrientos."Una fea razón"

The Economist ahora también posa su mirada allí, para señalar que los habitantes de esta urbe vienen siendo noticia en el último tiempo por una "fea razón: una tasa de criminalidad que supera con creces la de otras ciudades argentinas".

Para ejemplificar el artículo, el diario cuenta la historia de Enrique Bertini un rosarino que perdió a su hijo de 22 años en una entradera en agosto de 2014. Mientras el hombre se disponía a estacionar su camioneta, Mariano, el joven, bajó las escaleras para abrir el garaje desde el interior. Tan pronto como se abrió la puerta, dos hombres armados en una moto los abordaron. Uno de ellos se acercó el vehículo mientras que el otro ingresó a la casa.

En Rosario, los narcos tienen sus cuarteles y "búnkeres" de la manera más obscena. La droga se vende a plena luz del día en garitas de los poblados chabolistas, que son custodiadas por quienes los delincuentes llaman "soldaditos", chavales no mayores de 16 años. Ganan 40 euros por jornada. Su misión es alertar sobre extraños, pasar la droga y también consumirla.

Los habitantes rosarinos, aunque viven con pánico, ya se han acostumbrado a los ajustes de cuentas que tienen lugar en pleno centro o en el Gran Rosario (el área periférica de la ciudad) donde más se concentran decenas de puestos de venta de droga.

Las bandas están lideradas por clanes muy pesados, como el de "Los Monos". Sus integrantes obedecen a las 'órdenes' de la familia Camino, con fuertes lazos en el club de fútbol de primera división Rosario Central. Su cabecilla, Roberto "Pimpi" Camino, fue el líder histórico de la barra brava de ese club. El año pasado se cometieron en las calles rosarinas casi 300 asesinatos. La cuenta parece no detenerse.

La cocaína boliviana llega a la ciudad por carretera; la marihuana paraguaya por el río. La mayor parte se envía al exterior, pero algo de esa droga distribuye en las villas de Rosario, los distritos afectados por la pobreza en las afueras de la ciudad donde las bandas locales luchan cada vez más en una brutal guerra por el control del territorio. Todo esto configura un territorio infernal, donde los 'niños de la droga son soldados pertenecientes a los cárteles más sanguinarios.

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