Misterio en la cifra de contagios

A bordo del crucero con muertos: "No sé qué pasa arriba. Llevo 7 días encerrado"

Josh desde el crucero. / Cedida
Josh desde el crucero. / Cedida

Un barco, cuatro muertos y cerca de 150 enfermos... Más de 1.200 personas se embarcaron en el crucero Zaandam en Argentina el 7 de marzo con la ilusión de visitar Sudamérica, cruzar el Canal de Panamá, disfrutar del parque de Disney en Miami y descubrir Canadá. Este recorrido del norte al sur del continente se vio truncado por la propagación de la pandemia del coronavirus en su día dos. La compañía decidió parar su actividad por las noticias del virus y desembarcar a todos los pasajeros en Chile, el segundo destino, pero las autoridades locales no lo permitieron. Desde entonces, la embarcación ha navegado rumbo a Estados Unidos y cuatro personas han perdido la vida, ocho han dado positivo en las escasas pruebas que han podido conseguir y más de 150 presentan síntomas de la neumonía originada en Wuhan. 'La Información' ha contactado con uno de los pasajeros, Josh La Force, para saber cómo vive el 'encierro' en cuatro paredes rodeadas de mar. 

"En su momento pensé que permanecer a bordo era lo mejor. Nadie tenía síntomas  y Nueva York, donde vivo, es el epicentro del brote ahora mismo. Me sentía más seguro en el mar, hasta que se informó sobre los dos primeros casos y el capitán ordenó a todos encerrarse en sus habitaciones. La tensión escaló rápido en el navío porque la mayoría de los contagiados son parte del personal y se tuvo que imponer un confinamiento estricto", relata Josh tras asegurar que ahora no sabe qué ocurre en la cubierta y los pasillos del crucero, ni sobre qué se ha hecho con los fallecidos. 

"Tengo mucha experiencia en barcos. He trabajado para esta empresa en otras travesías, pero ahora viajo como un cliente más. Sé que el navío tiene gran capacidad de almacenamiento y creo que están pudiendo preservar los cuerpos gracias al espacio en las neveras, donde se guarda el helado y las flores congeladas que utiliza el florista para decorar las salas. Es un panorama trágico. Los días que sirven más helado me imagino lo peor". El pasajero norteamericano asegura que no ha tenido contacto físico con nadie desde hace más de una semana, salvo por ese instante en que cruzó su mirada con la de un vecino que recogía su bandeja de comida al mismo tiempo: "Ni si quiera sé si me sonrió porque tenía las mascarilla puesta. A veces me asomo por el ojo de la puerta para ver si hay alguien en el pasillo. Cuando tengo suerte mis ojos sorprenden a un miembro de la plantilla repartiendo comida, pero no los reconozco porque van muy tapados". 

El día a día del barco no da mucho juego. "Cada uno debe permanecer en su habitación y el personal nos saca de vez en cuando para que podamos respirar aire fresco, especialmente a las personas que no tienen ventanas en sus cuartos. Estos salen como tres veces a la semana por media hora siempre respetando las distancia y con una limpieza antes y después". Para gestionar el tráfico de turistas de forma ordenada en la nave y aliviar la carga del personal, otro buque de la empresa, el Rotterdam, acudió al rescate y se llevó a un grupo de pasajeros. 

Josh describió dos momentos "turbulentos" del viaje: el tránsito por el Canal de Panamá y el desvío rápido en aguas ecuatorianas. "De repente sentí que el buque cambió de rumbo y eso no es normal. Horas después nos enteramos de que las autoridades de Ecuador enviaron una lancha con suministros para atender a una de las personas del barco que estaba grave de salud, pero todo ocurrió en secreto. Seguro para no provocar desesperación entre los presentes". El siguiente tramo no fue más amistoso. El pasajero asegura que las autoridades panameñas se opusieron a que el barco cruce la vía interoceánica por el peligro de contagios -los capitanes extranjeros deben ceder el timón a los locales en el tramo-y solo cedieron bajo condiciones muy estrictas: "Es una lástima porque hay turistas que solo compran el viaje para vivir esto y no pudieron ver nada. Nos pidieron que apagáramos las luces, no saliéramos fuera y cerráramos las cortinas. Solo supimos que habíamos llegado al otro lado por el anuncio del capitán".

El norteamericano critica la "falta de solidaridad" de algunos países: "Yo no sé qué pasó. Tal vez si el Gobierno de Chile nos hubiera dejado atracar como lo prometieron no se hubieran registrado muertes. No lo sé. Lo que sí es seguro es que más gente puede fallecer si no arribamos a un puerto pronto. Los cruceros no son hospitales. No hay personal capacitado para tratar pacientes en estado grave por tanto tiempo, y este alberga a muchas personas mayores, para las que el virus es más letal". 

La llegada a la América de Trump

"En estos momentos navegamos rumbo a Florida. El capitán confirmó que llegaremos a nuestro destino este miércoles al final de la mañana a través de las bocinas. Vamos a 2o millas por hora, pronto pasaremos entre Cuba y la península de Yucatán y estoy optimista". Josh asegura que la compañía tiene un gran conocimiento del sector y celebró que en Florida hay  muchas empresas de logística y transporte que pueden hacer fácil el trabajo de llevar a cada persona a casa. Pero, la operación no será sencilla. Algunas autoridades discrepan en el modo de proceder -el Gobernador, Ron De Santis, quiere tratar a todos en el navío y sus compañeros quieren habilitar centros en tierra- y otras están en contra de que los tripulantes bajen del Zaandam, como el director del puerto, Michael Udine. Entre los ciudadanos se observa la misma división.

El presidente de la compañía publicó un comunicando pidiendo a las autoridades que faciliten el desembarco. El mundo entero estará pendiente porque el navío transporta más de 200 canadienses, 100 franceses, 250 ingleses, ciudadanos indios, australianos...  En las próximas horas se verá si los pasajeros podrán tocar tierra o tendrán que buscar otro puerto para atracar. 

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