El terrorismo islamista en China no se ve pero está

  • Pese a que Al Qaeda no ha amenazado nunca a Pekín, el Gobierno mantiene que entre sus 22 millones de musulmanes hay terroristas islamistas. Por eso piden ayuda exterior y se mantienen alerta ante posibles atentados.
Pekín ha pedido ayuda en varias ocasiones para luchar contra su supuesto terrorismo islámico, pero EEUU no se lo cree.
Pekín ha pedido ayuda en varias ocasiones para luchar contra su supuesto terrorismo islámico, pero EEUU no se lo cree.
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Kathleen E. McLaughlin, Pekín (China) | GlobalPost

A pesar de que Al Qaeda operaba justo al otro lado de la frontera, Osama bin Laden nunca mencionó a los uigures de China.

No hay expresiones de simpatía, ni condenas del Gobierno chino, ni amenazas en contra de China.

Sin embargo, la guerra de EEUU contra el terrorismo crea un ambiente complicado para los 10 millones de chinos uigures musulmanes, la mayoría de los cuales viven en la provincia occidental de Xinjiang. Los gobiernos de China y EEUU acordaron cooperar en la lucha contra el terrorismo, a pesar de que los dos países se enfrentan a problemas muy diferentes.

Al final, 22 uigures dieron con sus huesos en la Bahía de Guantánamo, la mayoría de ellos detenidos en una campaña de entrenamiento en Afganistán. (Más tarde se determinó que no eran combatientes enemigos)

Incluso en la actualidad, los uigures todavía se enfrentan a crecientes restricciones en la práctica de su religión, los viajes y otros aspectos de su vida. En vez de ser pacificados o calmados, miles de uigures de China estallaron en disturbios mortales en 2009, en parte como respuesta al aumento de los controles gubernamentales en la región.

Mientras que otras naciones han lidiado contra las amenazas planteadas por el extremismo musulmán, China se enfrenta a una cuestión mucho más básica: ¿Tiene realmente un problema con el Islam radical?

"La responsabilidad recae sobre el Gobierno chino, que tiene que convencer a la comunidad internacional de que se enfrenta a la amenaza del extremismo", considera Henry K. Szadziewski, gerente del Proyecto de Derechos Humanos de Washington en Uyghur.

"Hasta ahora, la evidencia presentada ha sido poco convincente. Y sigue siendo poco convincente, ya que nunca ha sido públicamente examinada por ningún tipo de organismo independiente dentro o fuera de China ", explica.

La relación de China con sus 22 millones de musulmanes es tan compleja y enrevesada que existe un desacuerdo fundamental sobre lo que hace que un ciudadanos sea considerado un extremista islámico.

El Gobierno chino sostiene que los separatistas que hay entre la población uigur son extremistas de la misma categoría que los terroristas islámicos de otros lugares. Pero esos separatistas no suelen ser fundamentalistas religiosos radicales.

Por el contrario, los uigures están disconformes por cuestiones más básicas y rara vez se sienten atraídos por el fundamentalismo. Con los años, han sido culpados de atentados esporádicos y de otros actos de violencia en la región, pero rara vez el fundamentalismo religioso ha estado en el epicentro de los hechos.

Los expertos dicen que el desacuerdo pone de relieve la propia incomprensión del Gobierno chino hacia el Islam, y potencialmente, de la religión en general.

"Creo que el grado de ignorancia del Islam en China y entre el pueblo chino es abismal", comenta Dru Gladney, experto en China y uigur en el Pomona College, de California. "Creo que hay una sensación palpable de miedo entre los funcionarios del Gobierno chino, académicos e incluso entre el público en general sobre el Islam, que no entienden".

Gladney explica que los musulmanes Hui, otro gran grupo de musulmanes en China que a menudo se caracterizan como una minoría patriótica, han sido mucho más susceptibles a las cepas del fundamentalismo en los últimos años.

Los uigures, por su parte, son de Asia central. Normalmente practican una forma más relajada del Islam, están excluidos con frecuencia de los viajes internacionales y son mucho menos propensos a la influencia cultural exterior.

Incluso durante los disturbios de julio de 2009, Gladney señala que los uigures no estaban llamando a la guerra contra China.

"Los disturbios de 2009 fueron muy reveladores en el sentido de que no había ninguna mención de la yihad o del islamismo radical", razona Gladney. "Ellos estaban más interesados en la justicia social y en cuestiones laborales."

Sin embargo, China insiste en que los motines y disturbios en Xinjiang son obra de agitadores externos y de los extremistas. Pero incluso por su propia definición, el fundamentalismo es muy diferente que en otros lugares.

"El extremismo tiene un efecto lento y a largo plazo en la mente de la gente", destaca el profesor Li Wei del Instituto Chino de Relaciones Internacionales Contemporáneas, un centro de estudios adscrito al Gobierno. "Cuando comenzaron los disturbios, ya estaban influenciados por las actitudes extremistas. Eso los hace más susceptibles a las ideas de otros".

Li dice que, por definición, en China, los extremistas rechazan las políticas del Gobierno, incluyendo el límite en el número de hijos que pueden tener, el desarrollo económico y las prácticas de la educación. La verdadera amenaza es el separatismo, admite.

Con Bin Laden muerto, la necesidad de EEUU de contar con el apoyo de China en la lucha contra el terrorismo podría disminuir, considera Gladney. El camino que queda por recorrer en China es incierto, pero está claro que el Gobierno no va a aflojar en Xinjiang.

Szadziewski dice que cinco días después de la muerte de Bin Laden, China llevó a cabo simulacros de lucha contra el terrorismo en Kashgar, la antigua Ruta de la Seda y el corazón de la cultura uigur.

"El impacto se dejará sentir sobre todo en la forma en la que China se enfrente a la amenaza del terror de cara al mundo exterior", destaca. "Después de la muerte de Osama bin Laden, es probable que China vuelva a la retórica del extremismo musulmán para demostrar que se enfrenta a una amenaza significativa".

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