La oposición venezolana se juega sus últimas cartas: rebelión total a Maduro

  • Las consecuencias de esta rebelión se palpan a distancia: enfrentamientos que pueden desembocar en derramamientos de sangre.
Leopoldo López, junto a Juan Guaidó en la base militar de La Carlota
Leopoldo López, junto a Juan Guaidó en la base militar de La Carlota
Europa Press

Venezuela ha vivido en pocas horas una cadena de acontecimientos que pueden convertirse en los más cruciales de su historia: el líder opositor Leopoldo López fue liberado de su arresto domiciliario por militares en la madrugada del martes 30 de abril, una vez que el presidente "encargado" Juan Guaidó decretara su indulto.

A continuación, Guaidó se dirigió a las seis de la mañana a la base aérea militar de La Carlota, en el este de Caracas, para lanzar la Operación Libertad y emitir un manifiesto a escala nacional a los empleados públicos, a los militares y a los ciudadanos para que se apoyaran y cesara "la usurpación". Estaba acompañado por Leopoldo López y por militares. El vídeo saltó a las redes sociales, y llegó a cualquier parte del mundo donde hubiera un venezolano. "¿Es en serio?", respondían muchos, incrédulos.

"Pueblo de Venezuela", clamó Guaidó en el vídeo emitido la mañana del martes. "Es necesario que salgamos juntos a la calle, a respaldar a las fuerzas democráticas y a recuperar nuestra libertad. Organizados y juntos movilícense a las principales unidades militares. Pueblo de Caracas, todos a la Carlota", añadió.

Las consecuencias de esta rebelión se palpan a distancia: enfrentamientos que pueden desembocar en derramamientos de sangre. Esas fueron las palabras escogidas por la portavoz del Gobierno de España, Isabel Celaá, para explicar la posición oficial: "Deseamos con todas nuestras fuerzas que no se produzca un derramamiento de sangre".

Es la primera vez que el Gobierno de España utiliza ese lenguaje para definir la crisis que desde hace años se está viviendo en Venezuela. Al menos oficialmente, pues fuentes del gobierno socialista ya hablaban de "evitar el derramamiento de sangre" hace dos años, pero sin identificarse.

El papa Francisco fue quien no dudó en confesar en enero pasado que lo que más temía de Venezuela era "un derramamiento de sangre".  De modo que este es uno de los escenarios que surge de esta rebelión, militar y ciudadana contra el presidente Nicolás Maduro, un presidente no reconocido por más de 50 países.

¿Guerra civil?

"Para que se dé una guerra civil tendrían que haber dos partes iguales, pero en Venezuela el 80% de la población está en contra de Maduro", afirma a La Información un abogado venezolano afincado en España.

Las encuestas demuestran que es así. Según Datanálisis, el presidente Maduro tiene menos de un 12% de apoyo entre los venezolanos, y la curva sigue cayendo. Las condiciones económicas del país se han deteriorado hasta niveles nunca vistos en Venezuela en sus más de 200 años de historia. Sufre la inflación más alta del mundo (más de un millón por cierto anual, según el FMI), padece la mayor contracción del PIB en América Latina, y sobre todo ha sido golpeada por la escasez de productos básicos, de medicinas, de gasolina, y en los últimos meses, de cosas tan vitales y básicas como el agua corriente y la energía eléctrica.

Desde el punto de vista estratégico, Guaidó y López tienen todas las bazas para jugarse en esta rebelión sus últimas cartas, pero para ello necesitan el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo y de los militares.

El pueblo ya está de su parte, pues desde 2017 se ha lanzado a las calles una y otra vez para protestar contra Maduro y contra el gobierno chavista, lo cual les ha costado más de 140 muertos.

Sin embargo, falta saber si los militares le van a secundar. Guaidó ha lanzado su anzuelo hablando "como legítimo comandante en jefe de la fuerza armada nacional" y desde luego, parece que esta vez cuenta con más apoyos, vistas las imágenes emitidas por la televisión.

De hecho, es la primera vez que se ve a un grupo de militares montando armas en el distribuidor de Altamira, un cruce de autopistas internas de Caracas, célebre por ser el punto de partida de las marchas populares contra Maduro.

La clave del éxito o del fracaso de esta apuesta de Guaidó es la movilización total. "¿Cuántos militares se han movilizado?", decía a La Información un profesor venezolano que trabaja en Madrid.

Guaidó, en una entrevista a un medio latinoamericano, confesó que tenía el apoyo de grandes sectores de las fuerzas armadas, pero hasta que no pasen las horas no se sabrá si son suficientes.

Suficientes para enfrentarse al escudo armado que Maduro ha ido construyendo a lo largo de los últimos años. Primero, ganándose la fidelidad del alto mando militar, ya sea ofreciéndoles puestos bien remunerados, o bien, amenazándolos con meterlos en prisión si se muestran el menor signo de dudas “patrióticas”.

Segundo, Guaidó deberá enfrentarse a los colectivos civiles, armados hasta los dientes, cosa que Maduro no ha cesado de manifestar. No se sabe su número, pero los cálculos indican que en todo el país podría haber unos 100.000 colectivos armados, procedentes del hampa y de los círculos bolivarianos.

Tercero, la llamada Milicia Nacional Bolivariana, formada por civiles que han seguido entrenamiento militar y que visten con uniformes militares, cuyo objetivo es desde repartir cestas de comida hasta labores de organización popular. Ahora se habla de unos 50.000 pero Maduro espera elevarlos a dos millones.

Cuarto, las Fuerzas de Acciones Especiales, formada por una élite de militares de intervención rápida y con capacidad de emplear la violencia en situaciones difíciles.

A ello se añade el asesoramiento cubano, con más de quince años de experiencia en Venezuela, y últimamente, militares de élite rusos, que han asesorado a Maduro en los últimos meses. En resumen, para hacer frente a este enemigo tan poderoso Guaidó tiene que reunir un enorme contingente hombres y en armas.

El presidente "encargado" ha pedido a los venezolanos que sumen fuerzas y que el domingo próximo marchen sobre Miraflores, sede del palacio presidencial. La última vez que se vio algo parecido fue en 2002, cuando la movilización ciudadana que partió del distribuidor Altamira, alcanzó Miraflores, y derrocó al presidente Hugo Chávez por unas horas.

Hacer lo mismo ahora puede costar mucho más que entonces, porque Diosdado Cabello, presidente de la ilegal Asamblea Constituyente y hombre fuerte de Maduro, ya ha anunciado el blindaje del palacio ante cualquier amenaza.

Hasta ahora, las manifestaciones civiles contra Maduro han estado enmarcadas dentro de una lucha no violenta, pues de un lado lo máximo que se veían eran tirachinas, y de otro, armas de fuego y tanquetas. Pero esta vez quizá se requieran más que tirachinas.

Si Guaidó y López fracasan en su movilización, Venezuela entrará en un periodo aún más oscuro de represión y de pobreza. Periodo que aprovechará Maduro para armar a sus soldados chavistas, y mantenerse en el poder.

Tanto Maduro como la élite chavista y militar saben que si pierden esta batalla, no habrá para ellos otro destino que la cárcel… si es que llegan vivos a la cárcel.

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