La Unión Europea vive una semana clave para su futuro

  • Los líderes europeos se reúnen el jueves y viernes en Bruselas para exigir a la República Checa que firme el Tratado de Lisboa y el nuevo texto entre finalmente en vigor
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Los sueños de una Europa unida y avanzando hacia un destino común y lejano del sangriento siglo XX parecían acercarse cuando hace cinco años, el 29 de octubre de 2004, los máximo mandatarios se reunieron en Roma para firmar el Tratado por el que se establecía la Constitución Europea. Se trataba de un larguísimo documento que los críticos calificaban de “inmanejable”.

Sin embargo, el sueño se transformó en pesadilla cuando los franceses y holandeses rechazaron en mayo y junio de 2005 su aprobación en referendo. El motivo principal no era la ausencia de legitimidad democrática o la pérdida de soberanía nacional, sino el enfado con la gestión de los propios Gobiernos nacionales.

Europa quedaba en una situación de zozobra. Tras casi dos años de debate, en diciembre de 2007 se logró elaborar una nueva versión que fue denominada como Tratado de Lisboa. Desaparecía el pomposo nombre de Constitución en un documento que, entre otras medidas, se daba mayor poder al Parlamento Europeo y creaba las figuras de Presidente del Consejo Europeo (al uso, un máximo responsable de la UE) y oficializaba el cargo de Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores (que en la actualidad ocupa el español Javier Solana).

Evitar los referendos

Esta vez ni Francia ni Holanda se la quisieron jugar ante sus votantes y optaron por una ratificación parlamentaria. La pesadilla volvió cuando Irlanda decidió en junio del año pasado rechazar en referendo su aprobación. No hubo otra solución que esperar otro año para que los habitantes de la isla se convencieran de lo equívoco de su postra. Sin embargo, la crisis económica avivó el europeismo de una Irlanda temerosa de perder sus nexos comerciales con el continente. A principios de este mes el Tratado de Lisboa lograba su aprobación en Irlanda.

Este sí comprometía a Polonia que había condicionado su respuesta a la aprobación irlandesa. De esta manera, todo el frágil entramado dependía de la República Checa, donde el presidente Vaclav Klaus se niega a firmar el documento pese a que el Parlamento del país ya le dio el visto bueno hace meses.

Klaus ha presentado un recurso al Tribunal Constitucional del país ya que considera que él cree que es “entregar la decisión sobre nuestras cosas a instituciones europeas”. La institución rechazó un recurso similar el año pasado pero este martes la Unión Europea vivía pendiente de si había una una decisión al respecto, aunque esta martes decidió aplazar su decisión hasta el tres de noviembre.

Desde Bruselas se cree que el principio de acuerdo alcanzado con Klaus para la derogación de la Carta de Derechos Fundamentales y que de esta manera los alemanes expulsados de los Sudetes chechos tras la Segunda Guerra Mundial no puedan reclamar indemnizaciones. El problema es que Eslovaquia amenaza con una reclamación similar si se concede el privilegio a Chequia.


Blair, favorito para presidente

Uno de los aspectos más curiosos de la futura Unión Europea se puede producir el próximo mes, si el Tratado de Lisboa entra en vigor. Es de prever que entonces los países más importantes convoquen una cumbre extraordinaria para el reparto de los nuevos cargos (comisarios, presidente del Consejo Europeo y Alto Represenante). Tony Blair parte como favorito para el cargo de presidente del Consejo Europeo.

El ex primer ministro es el hombre al que se acusa de debilitar la política exterior de la Unión mediante su alianza con Estados Unidos en la guerra de Irak, el mismo que no incluyó al Reino Unido en el euro o al que diversos líderes acusan de poseer una visión de Europa más cercana al mercado común que al de un ente político unitario.

Por cierto, Blair sería elegido sin una sóla votación ciudadana. Malos tiempos para los que quieren una Europa con más legitimad democrática.

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