Mubarak, el fin del aliado árabe de EEUU

  • Las voces de los egipcios han podido con el 'rais'. Ha terminado el gobierno de 30 años de Hosni Mubarak, que también hace temblar a la diplomacia estadounidense e israelí en Oriente Próximo. EEUU tendrá que reinventar su alianza con Egipto.
Mubarak dimite como presidente de Egipto tras la revuelta de los jóvenes - Raúl Arias
Mubarak dimite como presidente de Egipto tras la revuelta de los jóvenes - Raúl Arias
Raúl Arias
Santiago Zarraga

Acercarse a Occidente y alejarse de los vecinos árabes. Ese era, en resumen, el mensaje que heredó Hosni Mubarak de su predecesor, Anwar El Sadat. Una política que ha beneficiado a Egipto durante más de 30 años y que ha permitido a este país tener uno de los ejércitos más completos del mundo, según explica la biografía del Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona.

Poco a poco, durante su periodo en el poder, el presidente egipcio había conseguido la confianza plena de EEUU, quién le incluyó como una pieza fundamental de la mediación en el conflicto entre palestinos e israelíes.

Pero sus amistades con EEUU e Israel (en vez de favorecer a los palestinos), hicieron que no salieran buenas caras por parte de sus vecinos.

"La caída del régimen de Mubarak sería un desastre para Israel, Jordania, Arabia Saudí, los Estados del Golfo, Europa y EEUU", explicaba el pasado 5 de febrero el embajador de Israel en El Cairo, Eli Shacke. La estabilidad que Egipto ofrecía en la región será echada de menos por algunos, mientras que otros esperan un giro de la posición egipcia.

Las ayudas de EEUU

Después de apadrinar a Egipto, las ayudas desde Washington no dejaron de aumentar y convirtieron el país en el segundo destino de sus inversiones en el exterior. Los últimos días hemos visto en las calles el resultado: uno de los Ejércitos más completos del mundo.Aunque al principio de las revueltas EEUU no quiso pronunciarse, cuando el conflicto cumplía dos semanas Washington movió ficha. El diario The New York Times decía el 4 de febrero, que la Casa Blanca buscaba una salida inminente del presidente egipcio, y la entrega del poder a un gobierno de transición liderado por Omar Suleimán, vicepresidente y también hombre de confianza para EEUU. Al final el gobierno transitorio ha quedado en manos del Ejército.

Los trucos de Mubarak

Mubarak nació en 1928 en el seno de una familia burguesa de la región de Al Minufiyah, en el delta del Nilo, rodeado de cultivos en un ambiente templado gracias a la cercanía al Mediterráneo. Pero él no quería vivir allí. Quería estar en El Cairo, en el palacio presidencial.

El 14 de octubre de 1981, Mubarak accede al poder en Egipto. Días antes, mientras acudía a un desfile militar, vio con sus propios ojos el asesinato de su predecesor, Anwar El Sadat (premio Nobel de la Paz en 1978). Las investigaciones señalaron a musulmanes integristas, lo que concuerda por la política pro israelí y pro estadounidense que El Sadat había comenzado. Desde entonces, y hasta hoy, Mubarak no ha perdido de vista a Egipto.

Tres años después de acceder a la presidencia, Mubarak había impuesto nuevas reglas para las elecciones legislativas. Unas normas que le dieron más del 70 por ciento de los votos a su partido, el Partido Nacional Democrático (PND). Mubarak intentó maquillar la supremacía adquirida, pero ya era complicado ocultar nada de un gobierno que llegó de manera agitada.

18 días de caída libre

No ha sido fácil terminar con el gobernante octogenario. Más de medio mes de de protestas masivas y tensiones en El Cairo, en Alejandría y en Suez han sido necesarias para doblegar los deseos del presidente.

Cuando comenzaron las manifestaciones, el presidente quiso mantener al Ejército de su lado, pero no tuvo suerte. La cúpula militar aseguró que entendía los reclamos del pueblo y se comprometió a no actuar en contra de los ciudadanos.

Mubarak, de familia burguesa y formación militar, comprendía desde joven la importancia del Ejército y cómo funciona Egipto. El peso de las fuerzas armadas en el país ha sido una de las claves para entender la subida y caída, del que ya es ex presidente de Egipto.

Ya no será su hijo mayor Gamal quien le suceda en el poder. El pueblo espera poder tener ahora por fin voz y voto. El Ejército lo ha prometido. Y Barack Obama ha dicho que está con los jóvenes que han fomentado la revuelta. La Casa Blanca apoyará la transición hacia una "democracia genuina". Pero tendrá que rehacer su alianza con Egipto.

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