Rey de Jordania dice en autobiografía que O.Medio tiene "última oportunidad"

  • A lo largo de la historia, pocos son los reyes o jefes de Estado que se han aventurado a poner por escrito sus vidas.

Javier Martín

Redacción internacional, 3 may.- A lo largo de la historia, pocos son los reyes o jefes de Estado que se han aventurado a poner por escrito sus vidas.

La mayoría de ellos, especialmente en Oriente Medio, han preferido fiar el relato de sus existencias a la pluma de leales hagiógrafos por lo que la primera y más destacada característica del libro recién publicado en castellano sobre el rey Abdala II de Jordania reside en el hecho de que se trata de una autobiografía.

Escrito en primera persona, largo y prolijo en detalles de la vida familiar y privada del propio monarca, es sobretodo un ejercicio de política y diplomacia que parte de la reflexión personal y de la experiencia vital para "enviar un mensaje urgente" al mundo.

El propio Abdala II lo explica en el prefacio de la obra, en el que, sin poder desprenderse del pesimismo que envuelve la infructuosa búsqueda de una solución al conflicto en Oriente Medio, trata de insuflarle una nueva y última esperanza.

"¿Por qué un jefe de Estado en ejercicio escribe sobre los temas más delicados que ha de afrontar? Porque estamos ante un momento decisivo: nuestra última oportunidad para lograr la paz en Oriente Próximo", escribe.

Una ocasión que de no aprovecharse, como ya ha ocurrido en el pasado, conducirá a "otra guerra en nuestra región, probablemente la peor, y con consecuencias más desastrosas de las acaecidas hasta ahora", advierte.

A partir de este axioma, el monarca se sumerge en su propia vida para repartir elogios y culpas, desnudar la actividad diplomática en la región, y en un tono informal y trufado de jugosas anécdotas, presentar la visión jordana del conflicto, aunque con escaso espacio para la autocrítica.

Desde sus días de feliz colegial en la escuela norteamericana de Eaglebrook a su formación como militar en la afamada academia militar británica de Sandhurst -a la que dedica un capítulo completo- y su historia de amor con Rania, Abdala II trata de dotar a su biografía de un aire de normalidad plebeya.

El objetivo no disimulado es mostrarse como un ciudadano más, equipararse su sufrimiento al de los hombres y mujeres de una región que ha sido escenario de al menos una guerra por década desde que en 1948 la ONU diera luz verde a la fundación del estado israelí y los árabes rechazaran el plan de partición de Palestina.

En este contexto, el monarca reclama la figura de su padre y responsabiliza principalmente a los israelíes de la persistencia del conflicto -aunque en una parte del libro asegure que "se puede atribuir mucha de la culpa a ambas partes por el fracaso del proceso de paz".

Además, insiste en que EEUU debe presionar más a su aliado israelí si de verdad está interesado en una solución definitiva para la zona.

"EEUU, como auténtico viejo amigo de Israel, no debería dudar en presionar, agresivamente si es necesario, para llevar a las dos partes a la mesa de negociaciones y alcanzar un acuerdo definitivo", señala.

"Sería un terrible error por parte de Obama dar marcha atrás. Si EEUU no ejerce hoy su fuerza moral y política para forjar una solución de los dos estados, puede que nunca volvamos a ver otra oportunidad igual", insiste.

Al hilo de este argumento, Abdala II defiende la vigencia del plan de paz integral propuesto por Arabia Saudí y aceptado por la Liga Árabe en la cumbre celebrada en Beirut en 2002, pese a que nunca fue tomado verdaderamente en serio por Israel.

Y a pesar también de que su eje principal -reconocimiento árabe de Israel a cambio de un estado palestino- hace años que dejó de ser una solución viable, debido a la imparable progresión de las colonias, el aislamiento de Gaza y la atomización del territorio de Cisjordania.

A este respecto, Abdala pasa de puntillas sobre las discrepancias árabes, critica apenas a sus pares y no arremete contra los líderes israelíes.

Solo el ex presidente estadounidense George W. Bush es objeto de sus dardos más afilados.

Abdala II recrimina a Bush que enterrase los esfuerzos para la paz de su predecesor, Bill Clinton, y que optase desde el primer minuto por la guerra de forma irresponsable.

Y aunque comparte su aversión contra el terrorismo islamista -el propio rey detalla como fue objeto de un fallido intento de atentado a manos de Al Qaeda en las islas griegas-, insinúa que fue su decisión de criminalizar a los palestinos y de invadir sin motivo Irak las que alimentaron a los radicales.

"Solucionar el problema más emotivo del mundo musulmán estableciendo un estado palestino basado en las fronteras anteriores a 1967, con Jerusalén Este como capital, ayudaría a eliminar una de las principales razones del conflicto en el mundo musulmán", subraya.

"Lograr una paz justa y duradera constituye uno de nuestros instrumentos más poderosos contra el extremismo. No detendrá a todos los fanáticos, pero sí transformará radicalmente el terreno de juego", concluye.

Una quimera que, como el propio título afirma, es "nuestra última oportunidad", un sueño que el propio rey resume en "la búsqueda de la paz en tiempos difíciles".

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