Bin Salman y la muerte de Khashoggi

Cómo el asesinato de un periodista acabó con el sueño del heredero de Arabia Saudí

​La glorificación de Mohamed bin Salman en Occidente y en los medios de comunicación, que llegaron a retratar al líder de una monarquía absolutista como un reformador, se viene abajo con el asesinato de un periodista.

Efe
De cómo el asesinato de un periodista acabó con el sueño del heredero de Arabia.
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Jamal Khashoggi no era un periodista cualquiera. Antes de convertirse en el peor enemigo de Mohamed bin Salman, príncipe heredero de Arabia, y acabar descuartizado en el consulado de su país en Estambul, Khashoggi había trabajado como jefe de prensa del jefe de la Inteligencia saudí, Turki al-Faisal, cuando éste era embajador en EEUU. Como ayudante cercano del poderoso exjefe de los espías, tenía acceso a información privilegiada sobre el devenir del Reino y la dinastía de los Al-Saud. También era un reformista convencido con un especial protagonismo en los medios de su país, así que cerró filas con la familia real para convencer a los líderes religiosos ultraconservadores de que aceptaran las tímidas reformas que Riad vendería después al mundo como prueba irrefutable de la 'nueva Arabia'. Así, de la mano del mismo régimen que años después ordenaría su asesinato, Khashoggi intentaría reducir el dominio de una visión radical del islam sobre la vida de sus compatriotas.

Lo servicios de Inteligencia de EEUU confirmaron ayer lo que era un secreto a voces: Mohamed bin Salman, artífice del Plan Visión 2030 para diversificar una economía dependiente de la exportación de petróleo y del espectro de reformas sociales y religiosas que esbozan la 'nueva Arabia', ordenó la operación para asesinar a Khashoggi en Estambul en 2018. Washington apunta ahora al joven gobernante que fascinó a todos cuando recorrió Occidente en 2018 para captar inversores -parada en España incluida-, por "su apoyo al uso de medidas violentas para acallar a disidentes en el extranjero" y la implicación directa de siete miembros del equipo de seguridad personal del príncipe. Forman parte de la Fuerza de Intervención Rápida, una rama de la Guardia Real encargada de proteger a Bin Salman y que solo responde a sus órdenes.

Tras su muerte, Khashoggi fue definido como un disidente, un crítico feroz con la política exterior de Riad, con la policía religiosa y con el wahabismo, la corriente ultraortodoxa del islam que es la raíz de todos los movimientos fundamentalistas -Daesh incluido- y fuente inspiradora del Reino saudí. Muchos olvidaron que el periodista fue en el pasado un aliado de los Al-Saud, pero también una voz de peso en Oriente y Occidente con la capacidad de torpedear la línea de flotación del Reino. La ruptura definitiva de Khashoggi con la familia real saudí se produjo en medio de las 'primaveras árabes', cuando se convirtió en un defensor del islam moderado, que el Reino consideraba una amenaza existencial. El 23 de septiembre de 2018, durante una entrevista, ridiculizó la supuesta mano dura de Bin Salman contra el islam político. Ocho días más tarde, despareció durante su visita al consulado saudí en Estambul.

Tras la debacle reputacional que supuso su asesinato, Bin Salman, obsesionado con captar inversores extranjeros para una economía que desde 2017 da muestras de debilidad, redobló su política de apertura a la cultura y el entretenimiento, relajó el control a sus ciudadanos en las calles y concedió, por primera vez, visados turísticos. El tiempo corre en su contra. A mediados de 2020, Riad decretó un recorte histórico del gasto en subsidios e inversiones, incluido el plan estratégico Visión 2030, así como un fuerte incremento del IVA y un ajuste de su producción petrolera.

Por el momento, tras la desclasificación del informe sobre el asesinato, Washington impondrá sanciones y restricciones de visado a más de 70 saudíes que "han estado implicados en amenazas a disidentes en el extranjero", algunos de ellos involucrados en la muerte de Khashoggi. EEUU también revisará la venta de armamento a Riad. La advertencia llega después de que la Administración Biden suspendiese a principios de febrero, acuerdos de venta de armas con Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos que había firmado Trump. 

Lo cierto es que las consecuencias que tendría el asesinato de Khashoggi a nivel reputacional son evidentes desde hace tiempo. El último foro Futuro de las Inversiones (FII), "el Davos del Desierto", cuya jornada inaugural se celebró en el Ritz Carlton de Riad -el hotel convertido en cárcel de lujo para decenas de príncipes arrestados durante las purgas que consolidaron el poder de Bin Salman-, ya olía a aislamiento internacional. Muchos ministros de Economía y Finanzas occidentales, que en 2018 cancelaron en bloque su participación, tampoco acudieron a aquella edición y los participantes mantenían un perfil bajo, negándose a identificarse o a ser citados cuando la prensa les abordaba en los majestuosos pasillos del Ritz. La 'nueva Arabia' ya no vende. La glorificación de Bin Salman para retratar al líder de una monarquía absolutista como un reformador se ha venido abajo con el asesinato de un periodista.

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