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El derecho y el deber de usar la Inteligencia Artificial

Inteligencia Artificial medicina
El derecho y el deber de usar la Inteligencia Artificial

Cuando se habla de Inteligencia Artificial, casi siempre se hace con recelos en cuanto al tratamiento de los datos personales y el miedo hacia los posibles malos usos que se puede hacer de ellos; en especial, la intromisión en la privacidad de la gente por las grandes empresas de internet o el control de los ciudadanos por algunos gobiernos que no respetan los Derechos Humanos.

Incluso en el borrador de Carta de Derechos Digitales, que está actualmente en periodo de consulta pública, se habla en el apartado XXIII de los “Derechos ‘ante’ la Inteligencia Artificial”, con una serie de prevenciones frente a sus malos usos, que quizás, en vez de transmitir confianza, inspiran intranquilidad y no ofrecen una idea -ajustada a la realidad- del beneficio que puede aportar a la Sociedad.

Por eso, en este artículo quiero reivindicar el derecho y también el deber de usar la Inteligencia Artificial, no sólo por los beneficios que puede aportar al individuo, sino también al bien común, en campos tan variados que van desde la evaluación de políticas públicas y el control democrático de los ciudadanos a los Gobiernos, hasta la prestación de mejores servicios públicos personalizados.

La IA aplicada a la Salud

Cuando se pregunta a un abogado especializado en Protección de Datos sobre el tratamiento de datos personales, en general, y, aún más, sobre datos de salud, que son unos datos especialmente sensibles, todo el mundo se pone a temblar, porque se espera que diga que esos tratamientos de datos son muy peligrosos y que imponga todas las reticencias y prevenciones del mundo.

Pero, aunque es cierto que dichos tratamientos hay que realizarlos con todas las garantías, hay que dejar muy claro que los posibles malos usos de la tecnología, en general, que hay que vigilar y prevenir, no pueden hacer que nos perdamos sus buenos usos, que es lo que ha hecho que avance siempre la civilización y que mejore nuestra calidad de vida.

En el terreno de la salud es donde más claramente se perciben esos beneficios, pues la tecnología aplicada a la salud ha conseguido, a lo largo de la historia, grandes avances tanto en la prevención, como en el diagnóstico, el tratamiento y la cura de muchas enfermedades. Y la Inteligencia Artificial, sin duda, acelerará ese proceso y veremos resultados espectaculares.

La investigación clínica

Actualmente, la investigación clínica se hace apoyándose en grandes volúmenes de datos con la ayuda de la Inteligencia Artificial. Con Inteligencia Artificial se lucha contra el cáncer y con Inteligencia Artificial se investigan (y se consiguen) las vacunas contra la Covid. Con la Inteligencia Artificial se acortan los plazos de investigación, se obtienen resultados antes y, sobre todo, se salvan vidas.

Por eso, la Carta de Derechos Digitales también incluye un apartado (el XIX) dedicado al “Derecho de acceso a datos con fines de investigación científica, innovación y desarrollo”, en el que se afirma que: “El uso de los datos del sector público y privado para el bien común se considera un bien de interés general” y “se promoverán condiciones que garanticen la reutilización de la información”.

Obviamente hay que hacerlo con todas las garantías para los derechos de los ciudadanos y, en este sentido, no sólo resulta aplicable el Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea, sino también la nueva Ley Orgánica española de Protección de Datos y Garantías de Derechos Digitales y, además, una normativa sectorial específica muy rigurosa.

Transparencia y Pedagogía

Pero, para que todo esto sea posible, es imprescindible explicar claramente a los ciudadanos qué se hace con sus datos personales y para qué se hace, y también qué no se hace; no sólo con transparencia sino también con mucha pedagogía, porque no basta facilitar un formulario o colgar en una página web un aviso legal o una ‘política de privacidad’ que nadie va a leer o, si lo lee, no va a entender.

Hay que dejar muy claro que existen dos mundos: por un lado, el mundo de los ‘datos personales’ (asociados a personas físicas identificadas o identificables) que hay que proteger convenientemente; y, por otro lado, el mundo de los ‘datos disociados’ (no asociados a personas físicas identificadas o identificables), que son los que se utilizan por la Inteligencia Artificial en la investigación clínica.

Los investigadores no necesitan conocer la identidad de los titulares de los datos y, por eso, una vez convenientemente disociados (paciente 1, paciente 2, etc.) deberían abrirse a todos los grupos de investigación, públicos y privados, para así avanzar más rápidamente en la búsqueda de las curas de las enfermedades. Lo que sería irresponsable es no usar la Inteligencia Artificial.

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