OPINION

Adiós a 'Fariña': otro triunfo de la ficción 'made in Spain'

Fariña, la serie
Fariña, la serie
Fariña, la serie
La fotografía, uno de los fuertes de Bambú.

Con el cartel de inspirada en hechos reales empezó Fariña y Fariña ha terminado con esa siempre efectista comparación entre la imagen del actor y el personaje real que ha interpretado, mientras un rótulo describe lo que sucederá después en esa realidad que se abre paso cuando se apague, en fundido en negro, el último episodio. Realidades que, por cierto, dan para unas cuantas secuelas de esta ficción que ha cumplido expectativas.

Fariña llegó a Antenta 3 por sorpresa. El secuestro judicial de la novela del periodista Nacho Carretero, en la que está basada la serie, puso la ficción de candente actualidad sin estarlo. En Atresmedia fueron rápidos de reflejos y decidieron lanzar raudos el primer capítulo, aprovechando el interés social tras la controvertida retirada del libro. Una producción que podía ser minoritaria se había transformado de interés masivo. 

Fue tal el éxito del primer episodio (3,4 millones de espectadores, un 21,5 por ciento de cuota de pantalla) que, aunque en principio sólo era una especial premier adelantada, en Antena 3 decidieron emitir ya toda la temporada del tirón. Un esfuerzo para el equipo -de una serie que aún estaba sin acabar de pulir- pero, también, un acierto de estrategia, pues no tenía sentido retrasar más la emisión para no enfriar el interés por una producción de la que ya se había visto su primer episodio.

La actualidad hizo la mejor promoción a la serie, pero la calidad de la propuesta ha logrado que Fariña se haya asentado ya en la memoria colectiva española por un gran trabajo de interpretación -se destaca a Javier Rey, pero hay que poner en valor todos los secundarios-, un acogedor trabajo de imagen y, lo crucial, un guion que ha sabido transformar una historia real en una excelente graduación de la emoción que lleva al espectador de la indignación a la pasión.

FARIÑAZO

Más allá de la fría cuota de pantalla

Más de 2,6 millones de espectadores han seguido Fariña, destacando en grupos de espectadores entre 25 a 64 años, con cerca de 20 por ciento de cuota. Es la audiencia más seriéfila, esa que está acostumbrada a consumir ficciones y que, sin embargo, no suele destacar tanto en el cómputo general de las audiencias tradicionales españolas, ya que el consumo televisivo que equilibra el share se basa en un público más envejecido, que está más enganchado a programas de entretenimiento y con bajo consumo en diferido. En diferido, Fariña también ha destacado con alrededor de 410.000 visionados por capítulo.

Una serie con acento gallego y que ha retratado con astucia ese narcotráfico que marcó Galicia. Se nota que Bambú, la productora de Fariña, viene de ahí, de esa realidad gallega que conocen muy bien. No obstante, son gallegos, pero también es un hecho que Bambú se ha consolidado como una gran compañía de narrar historias. No sólo preciosistas, romanticonas, también de calado social que entra por los ojos.

Fariña, la serie
Lo que viene a ser un corte de mangas.

En ese sentido, la hoja de ruta de Fariña ha llegado a un buen puerto. Con un final que deja pensando al espectador fiel pero que, a la vez, recuerda de nuevo que el prime time español puede nutrirse de series que, a priori, no son aptas para todos los públicos. Da igual, Fariña ha sido apta para un competitivo público, interesante para anunciantes.

Un público comprometido con ficciones que hablan de nuestra realidad, que no siempre es tan aburrida como parece si se sabe exprimir la sensibilidad de una sociedad con tantas tramas abiertas, con tantos buenos, con tantos malos, con tantas revoluciones por minuto. Ahí existe un fructífero camino por explorar. No siempre hace falta esperar 20 años (o 60 años) para rodar lo que pasa ahora.

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