OPINION

Cómo sería la retransmisión de las 'campanadas' de fin de año con Antonio García Ferreras

Ferreras
Ferreras

Es la excepción que confirma la regla. Antonio García Ferreras libra en Nochevieja. Una vez más, el fin de año de La Sexta lo conducirán Cristina Pardo e Iñaki López. Y lo harán sintiéndose Cristina Pedroche y Ramón García, como subraya la irónica promoción de la cadena.

Pero las campanadas necesitan ya una revolución en el modus operandi de la retransmisión televisiva. Si Ferreras estuviera al frente de este operativo especial, no sólo bastaría con una cámara apuntando al reloj de la Puerta del Sol desde el balcón de enfrente. La pantalla del televisor se dividiría en 37 señales en directo en donde veríamos todo. Incluso el interior del reloj. Porque, claro, ¿cómo en Nochevieja aún nadie ha mostrado, en una ventanita en directo, la trastienda de la maquinaria del reloj para ver cómo funciona en el momento crucial? 

Con Ferreras, tampoco faltarían los reporteros desplazados en el lugar de la noticia. Hay que salir del corsé de los edificios en Sol y bajar a pie de calle. En el corazón del kilómetro Cero, Ana Pastor estaría verificando con su móvil los datos de la noche. En Moncloa, una cámara mostraría si hay alguna 'breaking news' con acuerdo de gobierno 'in extremis'.

Mientras, Ferreras iría sacando el 'uvómetro', el páctometro del cambio de año, para medir la intensidad de la temperatura de la mala uva que generen los debates en las celebraciones familiares de un país sin gobierno.

Todo aderezado con mucha música épica de fondo para inyectar a la emisión de ese tono de trascendentalidad histórica que merece el salto de 2019 a 2020. Un acontecimiento insólito, pues jamás volverá a acontecer. 

Junto a Ferreras, en el balcón y con la castiza capa puesta, estarían Eduardo Inda y Paco Marhuenda para explicar la dinámica de los cuartos  como expertos en tradiciones españolas que son. La aparición de una animación de la bola cayendo en realidad aumentada ayudaría a entender su narración.  A la vez, un grafismo con una vibrante cuenta atrás sobreimpresionada en pantalla recordaría con intensidad los segundos que quedan para el final... del año. 

Pero, ojo, podría irrumpir en cualquier instante un 'telefonino' en la esquina de la imagen para anunciar una última hora contrastada que mute para siempre el futuro del reloj de la Puerta del Sol. 

Vale, igual lo del 'telefonino' ya es demasiado. Pero lo que está claro es que los protocolos televisivos de la Nochevieja se han quedado estancados y es turno de actualizarlos. Con la tecnología de hoy hay posibilidades, y muchas, para crear una emisión más dinámica y menos repetitiva.

No sería la primera vez que se revoluciona una de las emisiones más infalibles del año. De hecho, antiguamente, ni siquiera se veía a presentadores en imagen. Sólo un locutor relataba en off lo que sucedía en Sol. Un locutor serio, muy serio. 

Pero con los noventa el glamour entró de lleno en las campanadas. El show se empezó a colar en el balcón. Cada año, se intentaba sorprender. Ya fuera con las locuras de Ana Obregón, con las apariciones estelares de artistas de nivel como Carmen Maura o Raffaella Carrá o lanzando la icónica capa de Ramón García literalmente a la plaza. Se creaba expectación con los presentadores de la cita y se intentaba sorprender en cierto sentido. Aunque el gran cambio y punto de inflexión llegó en 1990, justo después del primer 'Telepasión', con Martes y 13. Los míticos cómicos perpetraron la emisión más surrealista de las doce uvas, desmontando los convencionalismos y creando un sketche de cada minuto de la retransmisión. Hasta el final, sin necesidad de despedirse del público y siendo solapados con los créditos del programa mientras seguían ejerciendo juegos de palabras que, en realidad, eran una parodia de los clichés escuchados hasta el momento en ese mismo momento.  

Hoy en la actual TVE quizá no se atreverían a la imprevisibilidad de Martes y 13. Se confunde profesionalidad con freno de la autenticidad de los autores. Pero las cadenas de televisión deben volver a actualizar las campanadas para que siga siendo una emisión moderna y creativa que deje a la audiencia con la sonriente boca abierta. Y eso conlleva no quedarse helados en el balcón repitiendo frases y transparencias hechas. Toca retratar con más ingenio relativilizador la efervescencia de la propia plaza.  Toca convertir toda la Puerta del Sol en un plató gigante. No tanto como haría Ferreras, pero casi. 

@borjateran

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