OPINION

El búnker de Buenafuente contra el coronavirus

Late motiv búnker
Late motiv búnker

"La risa acaba con el miedo. Sin miedo no hay fe. Sin miedo al diablo, no se necesita a Dios", escribía Umberto Eco en 'El nombre de la rosa'. Paradójicamente, La 2 emitía el miércoles la versión cinematográfica de esta obra literaria ante un país que ya empezaba a sentir que la crisis del coronavirus no iba en broma.

A la misma hora, en Movistar Plus, Andreu Buenafuente arrancaba una edición más de su 'Late Motiv'. Pero no era una edición más. El programa, como el resto de shows de las cadenas, tenía que afrontar la grabación sin público (y sin su risa) como necesaria precaución para frenar la curva de contagios.

España empieza a confinarse. Y la televisión también retrata esta realidad con la imagen inédita de sus platós con las gradas vacías de público. Mientras, al otro lado de la pantalla, los espectadores ansían más información sobre la crisis. Pero la audiencia también necesita armas para respirar, para coger aire ante la presión sin tregua de la incertidumbre de un hecho que nunca hemos vivido antes. Y, en este sentido, existe un antiviral mental que casi nunca falla. Es esa risa que mata el miedo, que diría Eco.

Con el ingenio que no debilita el salvavidas de la comedia, 'Late Motiv' ha reinventado su formato de una manera brillante. Podían haber seguido con la dinámica actual, desde su teatral plató de siempre aunque con la inmensa grada de público vacía. Pero un monólogo sin público no es un monólogo. Sólo plasmaría un escalofrío hueco. Y el humor inteligente nunca es hueco, es comprometido con la realidad. 

Así, 'Late Motiv' se ha reconvertido en 'Late Motiv Búnker'. En sólo 24 horas, el equipo del programa ha creado una nueva y silenciosa escenografía, simulando un refugio bajo el plató original, para resguardar la risa desde el subsuelo y poder retransmitir esta pandemia que nos iguala a todos.

Con esta decisión, Buenafuente y su equipo consiguen adaptar el formato sin desvirtuar su esencia y recordando la importancia del buen guion que se atreve incluso a actualizar el decorado si hace falta. ¡Y han construido un búnker en un día! Porque la televisión debe ser un guante adaptable con imaginativa flexibilidad a las circunstancias. No obstante, la imaginación es la cualidad humana capaz de transformar la debilidad en virtud. 

De esta forma, el programa no se ha quedado paralizado en la evidencia de un plató sin público y protege al espectador en la tranquilidad de un nuevo entorno, más íntimo, para mantener literalmente la calma. Una especie de observatorio de cómicos por el que pasan Berto, Coronas, Perez Aznar, Facu Díaz, Laura Márquez, Maldonado... que, como la propia audiencia, asisten a su particular e imperfecto aislamiento con una buena dosis de gel limpiamanos en el centro de la mesa y un omnipresente termómetro. Termómetro digital, que mide calor humano como si fuera una espada láser.

Eso sí, para seguir conectados con la superficie, 'Late Motiv Búnker' realiza conexiones con puntos de la noticia con la flexibilidad de aprovechar toda la tecnología a disposición ya sea una web cam o una llamada telefónica, como ha sucedido este jueves con Jorge Drexler. Y siempre con esa ironía encendida que, al final, nos permite reflexionar entre surrealista carcajada y carcajada. Sin intensidad, sin estrés apocalíptico -del que ya vamos sobrados- pero enfrentándose con una mirada amplia a la realidad, especialmente a la realidad de lo cotidiano. También a la picaresca social en la que te terminas viendo reconocido aunque intentes disimularlo. Lo que nos recuerda que la comedia es ese espejo con el superpoder de ayudarnos a entender mejor lo que nos pasa. El humor es un gran instrumento cultural para comprender cómo somos logrando lo más difícil: la sonrisa que relativiza justo antes de que el pavor asalte.

En momentos como este y con cómicos como estos, parece que la risa comprometida con su tiempo está a salvo y nos pone más a salvo.

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