OPINION

El día que Laura Valenzuela se retiró de la TV y demostró lo pionera que siempre fue

Laura Valenzuela deja TVE
Laura Valenzuela deja TVE
Laura Valenzuela deja TVE
Saber decir adiós sin dar la espalda al espectador.

"Laurita se nos va. Se nos va porque va a contraer matrimonio en los próximos días", con estas palabras Tony Leblanc despedía a Laura Valenzuela en Canción 71. Era un adiós definitivo, pues la maestra de presentadoras dejaba la televisión porque se casaba, en una época en la que el machismo consideraba que el matrimonio iba unido a la desaparición profesional de la mujer.

"Había pensado decir muchas cosas, pero creo que es suficiente con decir, de todo corazón, que gracias por el afecto y simpatía que me han demostrado, que les voy a echar mucho de menos pero que soy muy feliz y creo que se alegrarán mucho", dijo Valenzuela antes de cerrar, como era habitual, el show musical con un apasionado "¡señoras y señores, feliz Canción 71!". Entonces, en ese instante, ella, caminando hacia atrás, no dejó de mirar a la cámara, una cámara que se marchaba para enfocar al ballet que servía del colofón del espectáculo.

En su adiós a la televisión (que fue real, pues desapareció del medio durante 20 años, hasta que Valerio Lazarov la consiguió recuperar como reclamo en el nacimiento de Telecinco), en todos sus gestos, en toda su comunicación no verbal, Laura Valenzuela evidenció su gran instinto televisivo.

Ella nunca tuvo referentes porque no había existido otra presentadora en la recién nacida tele española. De hecho, ni conocía la televisión el día en el que hizo un casting para trabajar en un medio que nadie sabía aún en qué consistía. Pero, sin poder fijarse en nadie, Valenzuela sí tuvo la intuición para ser más moderna que la propia televisión a la hora de comunicar, sabiendo siempre mirar con complicidad a su público a través de la cámara y contarles lo que debía contarles en cada programa con una pasmosa naturalidad.

Así lo hizo también en su adiós. Era emocionante para ella, pero también para la audiencia. Valenzuela lo sabía y, como era habitual en sus labores de presentación, no dejó de mirar a su público con esos ojos que derrochaban luminosidad. Tanto que se fue caminando hacia atrás, diciendo adiós con la mano. La cámara se iba, pero ella no dejaba de mirar y saludar a esa cámara hasta el último segundo.

Podía haberse girado para marcharse, pero no le dio la espalda al público en ningún momento. La presentadora no había visto televisión antes de trabajar en televisión, pero hasta en su adiós, ejemplifica esa apabullante intuición que demostró desde su primer día.

Valenzuela no era la comunicadora perfecta, ni falta que le hacía, pero inventó la cercanía televisiva, el magnetismo y la verdad honesta a la hora de dirigirse a una cámara, en una época en la que en la tele estaba casi todo por inventar y experimentar. Su estilo sirvió de ejemplo para muchos presentadores y presentadoras que vinieron después, y sigue resultando vigente a día de hoy. De ese olfato, que sabía mirar hasta traspasar la cámara -aunque casi se chocara con la pared del decorado por no dar la espalda al público-, todos los presentadores de hoy deben aprender. Todos, deben ver este adiós:

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