OPINION

El futuro de los canales de TVE tras la revolución de la televisión 'bajo demanda'

El fin del Telediario: así será la revolución de los (caducos) informativos
El fin del Telediario: así será la revolución de los (caducos) informativos
El fin del Telediario: así será la revolución de los (caducos) informativos
Ana Blanco, una de las profesionales más veteranas y representativas de TVE

Es un hecho. Los cálculos del consumo televisivo pronostican que en sólo tres años, las plataformas 'bajo demanda' serán la primera ventana de visionado de televisión. El público priorizará buscar los contenidos 'a la carta'. Un cambio de modelo que, también, afectará a la televisión en abierto, sobre todo en el seguimiento de series.

Televisión Española, como cadena pública, deberá tomar la delantera ante esta revolución, que va más allá del entretenimiento televisivo y que ya es una realidad social. Para lograrlo, la TV pública necesita organizar mejor su oferta de contenidos en su plataforma online. ¿Cómo? Haciéndolos más accesibles, más intuitivos para el espectador. RTVE en la red no debe ser sólo un contenedor del almacena la producción que genera la corporación audiovisual. También esta oferta requiere ser divulgada y explicada. O no existirá a ojos del espectador. Este handicap se logra derribar presentando de una forma más ilustrada e intuitiva los contenidos: el espectador de hoy no tiene tiempo para buscar su formato televisivo, quiere encontrarlo con sólo un clic.

Pero, en un sistema donde manda el visionado 'a la carta', qué función ocuparán los canales tradicionales. ¿La 1, La 2, Teledeporte o Clan pierden su sentido? ¿Desaparecerán? Las denominadas cadenas lineales, los canales de toda la vida, mantendrán su función de acompañar al espectador en el día a día. Su vinculación irá a la información, los programas acontecimiento en directo -que crecen con los comentarios en tiempo real en las redes sociales- y, además, también, las viejas cadenas se utilizarán como escaparate de la oferta que, más tarde, se puede degustar 'bajo demanda'. No obstante, TVE debe definir su estructura de programación de sus cadenas convencionales para consolidarse ante los nuevos públicos y consumos. Mejor si cada cadena desprende una reconocible personalidad que no remita a ningún competidor.

La 1:  ser referente va unido a ser cómplice del espectador

La Primera cadena ya no puede ser un batiburrillo de programas. Necesita una línea transversal con cierta coherencia. Conectar con La 1 y saber que estás en La 1 por sus valores de televisión comprometida con su tiempo. En este sentido, La 1 necesita arriesgar más en su programación y no ir a rebufo de las cadenas privadas. El magacín de mañana, por ejemplo, jamás puede permitir convertirse en un contenedor de sucesos sensacionalistas, tampoco el nocturno Hora Punta: el rigor debe terminar con la especulación desde una emisora pública.

La oferta de La 1 se debe asentar en franjas en directo, con un derroche de personalidad propia, que acompañen en su vida cotidiana al espectador, ya sea a través de la información o el entretenimiento. Pero siempre estos formatos en directo deben atesorar una premisa que les distinga del resto de canales y les otorgue entidad. La creatividad marca la diferencia.

TVE anda falta de programas de entrevista, de docushows críticos, de series más osadas y también de programas espectáculo con una función social. TVE no sólo puede vivir de talent shows como Masterchef u OT, también debe atraer con otro tipo de formatos que no intenten caer bien a todo el mundo y reflejen la inquietudes sociales. Incomodando al poder e incluso a los propios complejos o toxicidades de la sociedad si hace falta. Porque la televisión pública debe radiografiar la sociedad real -con lo bueno, lo malo y lo regular, con la ilusión y la frustración- y no quedarse viviendo en despachos que desconectan de su época.

En este viaje de ganar credibilidad y generar complicidad con el espectador, también es crucial que TVE abra camino y sea la primera cadena en dar el paso de terminar con la (larga) duración de los programas de prime time, que ya deben de ser más cortos pera que funcionen mejor en su segunda vida 'a la carta' y, sobre todo, para conciliar los horarios con el espectador. MasterChef no puede terminar a las dos de la mañana: va contra el consumo del formato en el bajo demanda y, especialmente, contra los hábitos de vida del espectador.

Así, además, la cadena pública podría estructurar su franja de noche en tres áreas identitarias diferentes: un access prime time donde existan pequeños formatos con cierto riesgo argumental para dar paso después a la principal y tradicional baza de prime time -con una duración lógica y no estirada como ahora- y, a última hora de la velada, ya un late night que sirva para abrir hueco a las tendencias sociales y culturales que se cuecen en el país a través de un tono más imprevisible y canalla. Esto es crucial, pues el público huye de la entrevista de promoción clónica y clásica, pero no del encuentro o la charla en el que se juega con elementos de la narrativa televisiva. Esta es una de las asignaturas pendientes de TVE: contar con programas atractivos, con una premisa que se atreva con la imaginación que sirvan como corriente alterna donde dar visibilidad a todo lo emergente y, también, a todo lo consolidado, que ahora se está quedando en muchas ocasiones fuera de TVE. Sin temor a la transgresión bien entendida, porque sin transgresión no hay evolución.

El porvenir de La 1 será alzarse como una ventana que movilice la curiosidad social. Que informe pero que, además, muestre las tendencias sociales y culturales. Eso se logra creyendo en un canal valiente del que el espectador se siente orgulloso por su inversión en contenidos que enseñan, que divulgan, que innovan, que, incluso, descubren entreteniendo y que osan en producir alternativas de oferta audiovisual, movilizando al resto de operadores privados y hasta derribando tabús televisivos atascados.

La 2: la identidad rebelde que el programador se llevó

En un tiempo en el que los documentales se pueden consumir 'a la carta', no tiene sentido una programación de La 2 desordenada, que da la sensación de caótico puzle de productos enlatados. El cometido de La 2 está en regresar a su esencia de una cadena para una inmensa minoría pero desde una óptica pretendidamente joven. Porque la cultura es joven e inclusiva, no oscura y triste.

Para empezar, La 2 necesita incorporar más programación en directo que ordene el contenido de una manera lineal. Si Radio 3 es la cadena sobre música independiente que se ha hecho con la fidelidad de un valioso público que se siente joven y culto, La 2 debe seguir esa línea: la cadena cultural de los jóvenes, da igual la edad que tengan. Eso sí, su parrilla necesita tener más presencia de programas de directo, mejor si son con público -Órbita Laika es un buen ejemplo-. Además de formatos más abiertos a la calle y, donde se abra margen, a la producción de late nights, programas nocturnos, alternativos a las televisiones generalistas, que retraten desde el entretenimiento la diversidad social y cultural. Programas de temática por géneros y que reflejen la pluralidad de la sociedad de forma inclusiva. Los ciclos cinematográficos no puede seguir atascando todos los prime time de La 2, menos aún cuando esas películas se pueden consumir bajo demanda.

La 2, además, tiene que ser la cantera de visibilidad de nuevos profesionales de la comunicación. Ser campo de experimentación y también ser el centro documental de la actividad cultural que genera el país. De hecho, debería contar con un prime time fijo para la emisión de grandes conciertos, de artistas nacionales e internacionales, que se realizan en España. No sólo de grupos mainstream, también de más minoritarios. Pero no basta con sólo emitir el concierto en bruto, es necesario crear un acontecimiento del mismo para que la gente acuda a la emisión tradicional. Con programas previos que den viveza al evento en sí. Vamos, lo que hace  AntonioGarcía Ferreras con la actualidad en La Sexta, pero sin necesidad de contertulios y bandas sonoras épicas.

La creación de acontecimientos es el reto de La 2. Una TV contracorriente que debe ser un acontecimiento en sí mismo: con una imagen y un lenguaje muy definido, que plasme una marca con cierta apariencia rebelde con la que es fácil identificarse: porque la cultura es rebelde y su público siempre quiere sentirse rebelde. Aunque no siempre lo sea.

Clan: la asignatura pendiente del programa infantil inteligente

Ya no hay programas infantiles, pero queda Clan TVE. Aunque, ¿qué futuro espera a un canal infantil si las nuevas generaciones ven los dibujos con sólo un clic en la tablet? Los niños de hoy, que han aprendido a ver los contenidos con una tableta, jamás contarán con paciencia para esperar que un programador decía cuándo y cómo ver su serie favorita. Así que Clan debe transformarse en el escaparate para descubrir, en el vivo y en el directo, los contenidos que luego puedes revivir en diferido.

No sólo de dibujos animados o series extranjeras, porque TVE como televisión pública tiene la obligación de producir programas infantiles que conecten con la idiosincrasia de nuestro país y que doten de instrumentos a los más pequeños para aprender a aprender, para aprender a descubrir e incluso para aprender a ser autocríticos -hasta con la propia televisión-. No es poca cosa.

Clan TVE debería crear una cita diaria con su audiencia. Una cita hecha por y para los niños, tan traviesa como ellos y, también, tan profunda como ellos. Porque ser pequeño no es antónimo de ser profundo. El público más pequeño está deseoso de descubrir jugando. Pero la televisión ha creído que es más sencillo (y más rentable) que los niños hagan de mayores en programas adultos. Y, al mismo tiempo, esos mismo niños nu cuentan con formatos inteligentes hechos a medida. Este formato, hecho a medida, podría situarse en Clan a la hora de la merienda o en las mañanas del fin de semana, cuando los canales generalistas bajan la guardia tirando de reposición. TVE tiene la obligación de invertir en la infancia más allá de otra secuela de Los Lunnis

Teledeporte:  el deporte no es sólo retransmitir deporte

Su existencia podría ser, a priori, de las más perdurables en la televisión. El motivo: bebe de emisiones en directo. No compite con el consumo bajo demanda. Sin embargo, su futuro se observa siempre con incredulidad y, en más de una ocasión, se ha estudiado su cierre. En este caso, los contenidos deportivos puntuales podrían volver a La 1 o a La 2, en vez de contar con una frecuencia propia. 

La dura pugna por los costosos derechos deportivos ha propiciado que Teledeporte se quede sin la emisión de mediáticos eventos. Pero los españoles no sólo juegan a fútbol y a tenis, así que Teledeporte puede diseñar una parrilla más divulgativa, que fuera un carrusel deportivo representativo de toda la cultura deportiva del país, explicando lo minoritario y sin discriminar por sexo. Porque no sólo vale retransmitir, también es necesario explicar.

Y TVE tiene a las mejores profesionales para explicar como María Escario o Paloma del Río. Ellas son referentes y Teledeporte conectaría con un público más amplio de lo que parece a primera vista, fomentando una programaciòn que no sólo merece ser un contenedor de emisiones y crecerá con un esqueleto diario bien definido, dando más entidad a programas informativos como ConexiónTeledeporte.

Canal 24 Horas:  el periodismo es más que leer noticias

De todos, es el canal que mejor debería sobrevivir a la revolución de los consumos televisivos, ya que su premisa sigue intacta: la información en directo. Sin embargo, no termina de conectar con la audiencia, ya que el Canal 24 de TVE se ha centrado demasiado en boletines informativos muy estáticos. Más que un canal en directo parece una sucesión de Telediarios, repetidos y pegados uno detrás de otro. Y para eso el espectador busca la información a golpe de Google. 

El espectador no puede sentir que el presentador del Canal 24 Horas sólo lee noticias de un autocue -chivato que tiene la cámara-, debe plasmarse en emisión el trabajo de periodistas que hagan periodismo desde primera hora y hasta última.

Tampoco ha ayudado en la reputación del Canal 24 Horas que, cuando se abre al debate, se centra demasiado en la previsible tertulia de periodistas de trinchera ideológica. El regionalismo del debate de bar ha ganado a la perspectiva de la influencia internacional. TVE podía haber fundado el canal informativo en español con más autoridad del mundo pero se quedó en los dimes y diretes más superficiales de la agenda política nacional. Un error que el Canal 24 horas deberá remediar: volviendo a la esencia del periodismo: con más conexiones en directo, con más acudir al lugar de la noticia (ahora es más fácil con las mochilas 4G), con más presencia de los centros territoriales, con una nueva puesta en escena más actual y con más análisis de expertos de cada temática y menos tertulianos profesionalizados, que hablan de todo y no hablan de nada.

El canal 24 horas debe empezar a marcar su propia agenda con contenidos propios, dejar de ser sólo un apéndice del Telediario y volcarse como representante máximo de que si pasa algo está ahí para contártelo con medios y, más importante, con perspectiva.

Ahí, en dotar de perspectiva el contenido, estriba el futuro de la televisión. Porque la televisión no ha muerto. Al contrario, con las redes sociales y las nuevas plataformas se hace más grande. Y RTVE tiene una función crucial para generar contenidos de calidad que enriquezcan el país. Lo importante no será tanto donde se vean esos contenidos, lo crucial será que estén pensados con una versatilidad apta para todos los soportes (tele tradicional, tablet, móvil, redes...) y, en este renovado escenario, los canales tradicionales seguirán siendo cruciales como escaparate donde estrenar lo que se puede ver y, sobre todo, para acompañar a un espectador en su día a día, interactúando en vivo y en directo, construyendo vínculos de confianza con un público que ansía que la televisión vuelva a hablar su mismo idioma.

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