OPINION

El machismo latente en TV: la dificultad añadida de las mujeres en la comedia

Ellen DeGeneres Show
Ellen DeGeneres Show
Ellen DeGeneres Show
Ellen DeGeneres, la cómica más completa de la actual televisión norteamericana.

Ellen DeGeneres podría haber sido la sustituta perfecta de David Letterman el día en el que el veterano presentador dejó su emblemático espacio nocturno de la CBS. Era 2015 y se especuló con su nombre como natural salto al late night. Razones había: DeGeneres ha renovado con éxito el viejo talk show de la televisión norteamericana. Su formato diario, The Ellen DeGeneres Show, ha introducido la comedia inteligente en el tradicional género del magacín, impulsándolo creativamente, modernizándolo a tono con su tiempo y sabiendo tomar el pulso a las redes sociales. Ha logrado un vanguardista late night a plena luz del día.

Sin embargo, Stephen Colbert fue finalmente el hombre elegido. La CBS optó por un presentador de un informativo satírico, más afín a su target de audiencia tradicional. Ante las especulaciones, DeGeneres, que debutó en otro clásico programa nocturno -el mítico Tonight Show de Carson-, comentó que ella no quería abandonar su programa "de día", que lleva 15 años en antena. Pero, la realidad, es que la CBS perdía una oportunidad de pegar un golpe de efecto en el panorama audiovisual con Ellen. Así podría atraer a nuevos públicos a un canal que estaba perdiendo influencia.

Si fuera un hombre, DeGeneres, que peleó por la paridad en su equipo de guionistas, ya hace años que comandaría uno de los legendarios late night de una de las grandes cadenas generalistas estadounidenses. Si fuera un hombre, pues es casi 2018 y aún ninguna mujer ha tomado las riendas de los programas de referencia de la televisión yanqui. Sí de otros más minoritarios, pero nunca de los emblemáticos late night de las tres cadenas generalistas, que son pilar crucial de la televisión norteamericana. La corrosiva Joan Rivers estuvo a punto en los ochenta, pero tras intentarlo en Fox, terminó haciendo su recordado late night en la franja matinal. En la primera liga de la noche, todos siempre hombres. No ha sucedido lo mismo en España, donde el nacimiento de Cuatro apostó por Eva Hache para conducir su late night, Noche Hache, y Carolina Ferre probó suerte con su semanal Plan C en Telecinco.

Eva Hache
Eva Hache con un fondo muy de late night norteamericano o, en su defecto, de programa de Cristina Tárrega.

Pero, también en nuestro país, aún parece que la comedia es cosa de hombres. El género masculino manda en las grandes apuestas de formatos de "humor inteligente". Aún existe cierta aureola de un paternalismo trasnochado heredado que pone más difícil que una cadena dé luz verde a un gran show cómico conducido por una mujer.

Miguel Gila, Tip y Coll, La Trinca, Martes y Trece, Faemino y Cansado, Los Morancos, Cruz y Raya, Buenafuente, Broncano, Javier Coronas… España es un país de grandes cómicos. El archivo de nuestra televisión cuenta con magistrales horas de humor realizadas por hombres que han sabido transformar la realidad en pura comedia. Muchas veces con afán crítico, otras simplemente de forma lúdica.

Algunos de estos humoristas son expertos en travestirse de mujeres para alcanzar la carcajada del público, pero lo paradójico es que, en el humor, las mujeres, las de verdad, siempre han ido inexplicablemente e inmerecidamente a rebufo de los hombres. Lina Morgan es la cómica más emblemática y representativa de nuestra historia. La actriz dignificó el género de La Revista y derribó, con su particular humor, muchos chichés y prejuicios que heredaba la sociedad española. Pero a Morgan no se le reconoció esta apertura de puertas. Y cuando se reconoció su trayectoria, se quedó habitualmente en la superficie de la varieté menor, incluso considerándose casposas sus obras o series. Pero jamás puede ser casposo el humor que conseguía hacer reír, literalmente, a más de medio país cuando se emitían sus obras de teatro. Obras que lograban reflejar, a su manera, con desparpajo su tiempo. Por eso mismo triunfaban tanto.

Lina Morgan y Rosa María Sardá
Lina Morgan y Rosa María Sardá juntas en los Estudios de Sant Cugat del Vallés en los ochenta. Foto promocional del programa 'Ahí te quiero ver' de TVE

No es la única gran cómica de nuestra televisión. Mary Santpere, Las Hermanas Hurtado, Beatriz Carvajal, Las Virtudes o Paz Padilla han seguido ese recorrido. Cada una a su manera. Un avance que, en los últimos años, ha propulsado la televisión apostando por profesionales todoterreno con un sólido ADN de comedia: Llum Barrera, Ana Morgade, Sara Escudero, Anabel Alonso o Silvia Abril. Pero, sin embargo, a la hora de la verdad, suelen acabar relegadas a puesto de colaboradoras o, como mucho, como prologuista-presentadora de El Club de la Comedia.

Una oportunidad perdida de las conservadoras cadenas en un país que fue por delante. Aquí, en TVE, Mayra Gómez Kemp fue la primera mujer en presentar un gran concurso de prime time, lo hizo en aquella misma televisión pública que apostó por la chispa de Rosa María Sardá.

La Sardá fue la maestra de ceremonias perfectas de un magistral programa de comedia y entrevistas. Todo un late night, a la española. Se llamaba Ahí te quiero ver y popularizó a Honorato, apaga la tele un rato. Rosa María fue pionera de un género de creativo programa que, inconcebiblemente, ya no existe en la televisión pública.

Tres décadas después, la comedia en televisión sigue marcada por una idiosincrasia masculina. Los roles están claros en una sociedad en la que nos han dicho de qué nos podemos reír dependiendo de nuestra sexualidad. Es evidente, las monologuistas sufren más dificultades a la hora de transgredir las normas o hacer humor de determinados temas. Y a menudo ellas son juzgadas por un rasero distinto en el que también influye su físico. El papel de Dani Rovira en 8 apellidos vascos, por ejemplo, no habría sido concebible interpretado por una mujer. 

La televisión, en los últimas décadas, ha ido erradicando muchos prejuicios y muchos clichés del pasado más rancio. Pero aún sobreviven muchos complejos que convierten a las mujeres en cómicas de segunda. Es evidente, como en otras áreas, su trabajo es más invisible. En un tiempo en el que hace falta más vía libre a la comedia de calidad en televisión, también es necesario más mujeres todoterreno que movilicen el humor en televisión con su mirada y transgresión. Porque el humor es cultura y enriquecimiento, y hoy por hoy está cojo.

Mostrar comentarios