OPINION

La inestabilidad de ser presentador de televisión: una efímera profesión

Toñi Moreno, Telecinco
Toñi Moreno, Telecinco

Jorge Javier Vázquez, Mercedes Milá, María Teresa Campos, Andreu Buenafuente, Jesús Vázquez, Ana Blanco, Jordi Hurtado. Estos siete nombres tienen en común que son presentadores de televisión pero, además, que se mantienen en activo delante de la cámara durante décadas. Son rostros imprescindibles en la pequeña pantalla nacional aunque, también, son excepciones que confirman la regla.

Porque la profesión de presentador es una de las menos estables del medio. Un día resultas imprescindible y, sólo unas semanas después, nadie confía en tu trabajo para llevar las riendas de un programa e incluso desapareces para siempre de la pantalla.

En Estados Unidos, los grandes presentadores suelen mantenerse durante largos periodos de tiempo. Un ejemplo son los late nights que, salvo excepciones, aguantan con el mismo maestro de ceremonias durante décadas. En España, el vaivén de la programación y contraprogramación, sin olvidar los cambios drásticos de gestores en las cadenas, no han permitido este escenario de rostros estables en emisión. Si bien, en la actualidad, profesionales como Pablo Motos o El Gran Wyoming se han consolidado como imprescindibles de unos canales que ya empiezan a perder el tabú de la veteranía. De hecho, hasta hace bien poco, daba la sensación de que ni los informativos podían contar con una periodista con canas al frente.

En televisión no todo tiene que ser joven, no todo tiene que ser guapo de manual, no todo tiene que ser nuevo. En televisión, como en la vida, la experiencia es un grado. Sin embargo, sigue siendo difícil aguantar en el olímpo de los presentadores, que saltan de un programa a otro. Es más, hasta se suele culpar al presentador del fracaso cuando cualquier formato se sustenta en el trabajo en equipo.

Toñi Moreno, por ejemplo, parecía que iba a tener difícil recolocación tras su paso por el polémico Entre todos. Ahora registra buenos resultados en las tardes de Telecinco con Viva la Vida y también continúa en Canal Sur. El problema de este programa, de Entre todos, era la sensiblera forma con la que entremezclaba complicados ingredientes -telelimosna con música de fondo-. Pero el problema no era ella, que ha demostrado tener una intuición para conectar con sus espectadores.

El presentador da la cara, su exposición es máxima y suele ser la diana fácil a derribar. De ahí que se escuche tanto eso de que este u otro comunicador tiene "el gafe". Más aún si es presentadora, que entonces el machismo social ataca sin piedad, como acostumbra.

Pero es hora de desmontar supersticiones absurdas, prejuicios injustos y decisiones superficiales para empezar a valorar la experiencia de esos presentadores que destacaron por su profesionalidad y, en cambio, se perdieron en el camino por una televisión que primó la inexperta novedad de usar y tirar. Una televisión que no siempre se atreve con las segundas oportunidades cuando se trata de presentadores porque no valora experiencia que da herramientas para el éxito pero que, también, aprende de los fracasos.

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