OPINION

'Salvados' y el inconformismo

Arrimadas y Rovira en Salvados con Jordi Évole
Arrimadas y Rovira en Salvados con Jordi Évole
Arrimadas y Rovira en Salvados con Jordi Évole
'Salvados' también ha arriesgado con su factura visual, huyendo de la dictadura de la claridad televisiva y apostando por una fotografía más enriquecedora.

Empecemos por el final. Salvados ha arrancado la edición de este domingo, un cara a cara entre Inés Arrimadas y Marta Rovira, con ambas políticas valorando su paso por el programa en el coche en el que partían de la grabación. El desenlace al principio. Y sin spoilers. 

Las dos en el asiento de atrás. Las dos pegadas a un teléfono móvil. Tal vez de un asesor. Las dos dudando. Las dos fundidas en un encuadre impregnado de una cálida tonalidad anaranjada. Las dos conscientes de que están siendo grabadas y, en cierto sentido, las dos conscientes de  tener que interpretar bien un natural discurso delante de una cámara.

Con este comienzo, Salvados demuestra, de nuevo, la importancia de la creatividad en las narrativas televisivas, también cuando estamos ante un formato periodístico. El programa de 'Producciones del Barrio' y La Sexta no se acomoda y, cada semana, hace una propuesta auténtica para plasmar con más claridad e interés dispares temáticas que, en el caso del procés catalán, empiezan a propiciar cierto hartazgo en un espectador que desconecta ante unos políticos anclados en posiciones sin evolución.

Posiciones que los votantes observan cada vez como más teatralizadas. La forma parece que gana al fondo, la intensidad triunfa sobre la profundidad y, por supuesto, el sentimentalismo puede con el razonamiento crítico y autocrítico. 

Y, por eso mismo, cobra un especial valor este (teatralizado) comienzo por el final del Salvados de este domingo. Como el cebo de una serie,  como la trama de un documental. Con el magnético sonido ambiente del interior de dos coches, con el cinematográfico sonido ambiente del ruido del agua cayendo a los vasos de las dos políticas y con la timidez de dos primerísimos planos de dos mujeres conversando justo antes de entrar Jordi Évole en acción y activarse las trincheras de la pelea política de un debate con motivo de las elecciones del 21 de diciembre. 

El prólogo de las dos en el coche, como si fueran ya solas -pero ante una cámara apuntando con una buen luz-, construye un clima nada habitual en esa vorágine de la teatralización de la política. De hecho, Salvados consigue mostrar otro retrato de la política. Y los líderes de los partidos lo aceptan, pues se dejan llevar más que nunca por las artes escénicas de la televisión. Saben que esas artes son sus aliadas, pues la TV se mantiene como el medio más poderoso para transmitir sus mensajes.

Vasos agua Salvados
Para 'Salvados' son importantes los detalles para crear el clímax. Incluso el ruido del aguay cayendo en los vasos de las líderes antes de enfrentarse

Pero qué pasaría si, ahora, empezáramos por el desenlace del legado que quedará el día en que termine para siempre Salvados. Pues muy fácil, entonces, en ese futuro, el formato que conduce Jordi Évole se podrá resumir con una buena palabra para entender los avances clásicos en el periodismo y la televisión. Esa palabra es: inconformismo.

El inconformismo que representa este comienzo por el final de un programa. El inconformismo con los cánones inamovibles de la encorsetada televisión, que lanzaba al ostracismo el periodismo -Salvados ha incorporado con destreza las narrativas de la ficción al servicio del periodismo-. El inconformismo con las agendas informativas preestablecidas y las preguntas periodísticas repetitivas -en el capítulo de este domingo no sólo se ha planteado lo obvio del procés, también otras realidades que afectan a la sociedad en su cotidianidad-.

El inconformismo es la clave que define los avances en el periodismo, la televisión y la propia sociedad. Salvados ya representa a aquellos que no se conforman y, así, consiguen cambiar las cosas. También en el prime time, donde parecía que era imposible que desde una cadena privada liderara, de forma competitiva, un género puramente, imaginativamente y honestamente periodístico.

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