OPINION

La puerta al futuro de la televisión que ha abierto 'El Ministerio del Tiempo'

Pacino abre el telón de El Ministerio del Tiempo.
Pacino abre el telón de El Ministerio del Tiempo.
Pacino abre el telón de El Ministerio del Tiempo.
Pacino sintiéndose Lina Morgan.

La tercera temporada de El Ministerio del Tiempo va tocando su final. No hay noticias sobre una posible renovación de la serie de TVE, pero los funcionarios del ministerio ya han hecho su trabajo: renovar el sentido original de la producción de ficción en la televisión en España.

Porque la historia creada por Javier y Pablo Olivares se ha convertido en un puente perfecto para unir la experiencia de la edad de oro de las series españolas de autor, que se cocieron sobre todo entre los setenta y los ochenta, y aquellas producciones que vendrán para plasmar las inquietudes de los tiempos que vienen.

Tres temporadas en las que El Ministerio ha crecido hasta lograr tramas que rompen los esquemas de un espectador resabiado de televisión. De hecho, el público más seriéfilo se había malacostumbrado a prever los pronosticables vuelcos de guion de esas series españolas ideadas para reconfortar a una audiencia masiva.

Pero no, El Ministerio va más acá y vuelve a la esencia del guion, donde la prioridad está en contar la historia desde el compromiso con el espectador y no desde el tóxico amor ciego a los dictados del viejo minutado del audímetro.

Creyendo en el ingenio del espectador

Al final, el éxito de fidelización y aceptación social de El Ministerio del Tiempo está en que realizando un inteligente retrato social de nosotros mismos, de nuestra historia y de nuestro presente, de nuestras inquietudes y de nuestros dilemas, de nuestros traumas y de nuestra capacidad de reírnos de nosotros mismos. Así, esta reputada serie ha despejado el camino para que exista una mayor pluralidad de contenidos, que sirvan de alternativa a la obsesión de las cadenas comerciales por repetir patrones del éxito. O lo que es lo mismo, ficciones dibujadas en mundos preciosistas de corcho-pan que nada o poco tienen que ver con la idiosincrasia social para la que emiten.

Tenía que ser una serie centrada en un icono tan español como un "Ministerio" la que, de nuevo, enfrentara a la audiencia a su realidad. Una realidad que emana de la imprevisible imaginación del autor, como hacía Ibáñez Serrador, como hacía Mercero, como hacía Diosdado, como hacía Armiñán. Y como Olivares y su equipo lo siguen haciendo, a su manera, y además abriendo la puerta de la transición de la televisión lineal a las nuevas ventanas de consumo. Un escenario diferente, más segmentado, donde el mercado demandará más pluralidad de géneros, donde no todas las series deberán ser para todos los públicos.

Y El Mininistrio del Tiempo es la serie española que, con la misión global de Salvador, Angustias, Amelia, Pacino y compañía, ha encontrado la llave maestra que ha recuperado a un valioso público que estaba dejando de creer en las series españolas y que ha vuelto a estar orgulloso de una producción made in Spain. La llave de volver a creer en el ingenio de un espectador que no es número de share, es un compañero de aventura.

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