OPINION

La televisión tróspida: un género aún no apto para todos los públicos

Luján Argüelles, Quién quiere casarse con mi hijo
Luján Argüelles, Quién quiere casarse con mi hijo
Luján Argüelles, Quién quiere casarse con mi hijo
El arte de posar. Con Luján Argüelles y el casting del actual ¿Quién quiere casarse con mi hijo?

Cuatro ha encontrado un género televisivo que encaja a la perfección con su imagen inicial de cadena urbana y joven. Se trata de la televisión 'tróspida', que habla el idioma de las redes sociales pero se emite a través de la emisión tradicional de una cadena televisiva.

Este género aún en creación no es más que una evolución del docushow cómico que se abrió hueco en España gracias a la apuesta de Cuatro de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, que se estrenó en 2012.

El espectador se sienta ante el televisor para disfrutar de un peculiar programa de buscar pareja con el aliciente de comentarlo en las redes sociales. Y es el propio espectador el que termina de hacer el programa con sus comentarios o ideas que cuelga en la red social, ya sean memes, parodias o ironías a golpe de tuit.

Una fórmula consolidada

Tras la buena aceptación de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, Cuatro ha invertido en otros programas creados por la misma compañía, Eyeworks Cuatro Cabezas -ahora Warner-, factoría que demuestra mano maestra como cantera de personajes particulares que generan el gag continuo para expectación de las redes sociales.

Así que Cuatro ha seguido invirtiendo en este tipo de programas con espacios como Un príncipe para Corina, Ven a cenar conmigo, donde diferentes convidados compiten por el mejor menú en su casa, o First Dates, citas a ciegas en un restaurante con Carlos Sobera como metre.

Formatos diferentes, con un vínculo en común: crean un distendido culebrón de la realidad con personajes que, normalmente, se salen de lo común e incluso descolocan al espectador. O, al menos, lo parece.

Realidad redibujada gracias al creativo montaje de imágenes

Porque para ‘frikizar’ a sus personajes al máximo, este tipo de programas cuentan con la ayuda de las trampas televisivas. El hilo argumental se construye a base de un montaje de imágenes sin demasiadas reglas, que va aderezado de soniquetes disparatados, irreverentes selecciones musicales irónicas y hasta planos sacados de contexto para crear delirantes reacciones que, en verdad, no sucedieron… Artimañas que logran dibujar la hilarante trama,  como si se tratara de un cómic llevado al extremo.

Sin embargo, estas irreverentes narrativas televisivas aún no son aptas para todos los públicos. Ni falta que hace. La audiencia más generalista no siempre entiende el travieso vaivén de imágenes que cuenta la historia de estos personajes. Un vaivén de imágenes que entronca con los lenguajes que se usan en Internet, pero que descoloca al espectador menos activo en redes y asiduo al consumo televisivo más conservador. 

Un tipo de tele, el que algunos denominaron teletróspida, que ha reinventado la experiencia colectiva de consumir programas en directo, recuperando a un público perdido que ya prácticamente no consume televisión y es muy interesante como target publicitario. Cuatro lo tiene.

Es la televisión que no necesita pagar un gran decorado, ni alquilar un gran plató, ni aparentar ser en vivo y en directo. Sólo busca que el espectador esté con un ojo en su televisor y con el otro en sus redes sociales a la caza del charcarrillo viral provocado por estampas llevadas al extremo del tebeo de la vida cotidiana. El público tiene voz para amplificar ese reconocible humor del show y, por tanto, también es clave a la hora de amplificar la repercusión del espectáculo. Incluso por encima de los viejos audímetros. Es el poder del disfrute grupal. Es el poder de la televisión creada para animar al gag en la red social.

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