OPINION

La vergüenza ajena de acudir de público a televisión

Chicho Ibáñez Serrador, 'Un, dos, tres'
Chicho Ibáñez Serrador, 'Un, dos, tres'

"Ahora tenéis que hacer que os reís". La grabación del programa aún no ha comenzado y el regidor pide al público que interprete carcajadas. Así, de repente. Aunque no esté sucediendo absolutamente nada en el decorado. Después, estas sonrientes imágenes se colocarán en posproducción para recalcar algún chiste o gracia del guion. 

Es una técnica habitual: se solicita al público que falsee su reacción. Si es figuración pagada, los 'extras' están habituados a estas prácticas que restan verdad a los programas de televisión pero con las que se pretende agilizar el montaje posterior del show. No siempre hay las suficientes cámaras para dejar un objetivo centrado en enfocar a la audiencia durante toda la gala de turno.

El visitante que pisa por primera vez un plató como público y debe interpretar en primera persona esta falsedad de las trampas televisivas puede sentirse hasta incómodo. A veces, las formas con las que se reclama la risa son órdenes de jefe soberbio. ¿Por qué reírte de la nada sin ser actor? Con estas artimañas, los programas pierden la frescura de la verdad. Todo se transmite más prefabricado con estas dinámicas que entierran otras maneras más sutiles de conseguir una buena y risueña imagen de reacción del público.

Como maestro de la tele, Chicho Ibáñez Serrador tenía una estrategia mejor para grabar las mejores sonrisas de los que visitaban sus programas. Mayra Gómez Kemp, antes de grabar el 'Un, dos, tres', explicaba a los asistentes la dinámica del rodaje del programa. No iba a ser como se veía por la tele,  igual se hartaban de estar allí: "la televisión es un ejercicio en paciencia", recalcaba. Aunque los cómicos se equivocaran y se parara de grabar o tocara repetir, había que mantener a ese público entusiasmado. 

Mayra era la propia animadora del público. Junto a Chicho, era la persona idónea como presentadora que alcanzó ese todopoderoso vínculo de complicidad con el espectador. Ella misma daba las didácticas directrices para que la grada no dejase de disfrutar aquel 'Un, dos, tres… responda otra vez' a pesar del desgaste y cansancio que suponía la maratoniana grabación, en la que era clave que los asistentes mantuvieran la pasión hasta el final. No obstante, además, estaban siempre en el fondo del plano durante la famosa subasta, ya que la grada estaba colocada para transmitir todo el rato la viveza de la audiencia en vez de un frío y estático panel de decorado.

Y Chicho grababa también estas explicaciones de Mayra. Porque Chicho grababa mucho. Bueno, y malo. Para, así, poder aprovecharlo en el montaje final del show. De ahí que, en estos prolegómenos, no enfocara nunca a Mayra. El maestro de la televisión apostaba por una realización multicámara que iba tomando planos de rostros del público, que estaba reaccionando a los consejos y comentarios cómplices de la popular presentadora. Se reían al escuchar los guiños de Gómez Kemp. Después, Ibáñez Serrador aprovechaba esas reacciones espontáneas, que se producían antes de empezar el rodaje del espectáculo, para incorporarlas en postproducción al resultado de emisión o. Es decir, a veces podía aprovechar alguno de esos planos de risa o sorpresa para arropar el chiste de un cómico o la decepción por la pérdida de un premio, aunque el careto no se hubiera producido en el momento real.

Porque Chicho Ibáñez Serrador siempre tuvo clara la importancia de transmitir por la tele la verdad del público sin falsear la situación. La reacción del público era real, aunque fuera antes de empezar a la grabación. No se pedía al público que fingiera la risa. No le hacía sentir vergüenza ajena obligándole a reírse mientras las cámaras apuntaban. Era mucho más hábil, grababa la primera toma de contacto de Mayra con unos espectadores muy expectantes al acabar de llegar al plató. Ingenio hasta para captar el mejor primer plano de la risa. Incluso antes de empezar a grabar.

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