OPINION

Por qué fracasó el estreno del regreso de Alfonso Arús a Antena 3

Alfonso Arús
Alfonso Arús

Alfonso Arús regresó al prime time de Antena 3 con un directo pensado para atraer el nervio de la audiencia. Sin embargo, en su primera emisión, el resultado de audiencias no cumplió las expectativas. 'Arusitys Prime' sólo cosechó un 9.1 por ciento de cuota y 1.012.000 espectadores frente a un Telecinco fuerte, que lanzaba en la tele su éxito cinematográfico 'Perfectos Desconocidos' con 20,7 por ciento de share y 3.057.000 espectadores.

El principal problema que sufrió Arús es que el público no está habituado a conectar con Antena 3 en esa franja horaria. Esta cadena no ha creado citas en los viernes noche desde prácticamente el final de 'Tu cara me suena', allá por enero. La rutina del espectador está en Telecinco que, además, lanzó un taquillazo, no en Antena 3.

Arús intentó remediar tal contraindicación con una entrevista a María Teresa Campos y Terelu Campos. Madre e hija fueron el gran reclamo pero no se creó la expectación previa suficiente. Al contrario, el show se vio muy encorsetado intentando anunciar sus reclamos con viejos sumarios enlatados en los que se recitaban los contenidos -ni los telediarios tienen ya sumarios-. A la vez, tal vídeo de lo que se iba a ver tampoco despertaba interés por los temas que se anunciaban. Los contenidos sonaban a 2001. Y estamos en 2019.

En este sentido, las Campos fueron precedidas con tertulias dignas de otra época, pues ponían en la agenda conceptos vacíos que no son relevantes para la gente en la actualidad: "¿Es posible juzgar a la mujer de un político al margen de la ideología política de su marido?", rezaba un rótulo. De por sí la cuestión que planteaba tal letrero era difícil de comprender por su estilo de redacción, asimismo el interrogante desprendía un tufillo a otra era ya superada.

De hecho, los contenidos del formato se centraban en una aureola de prensa rosa demodé. Con Cayetano Martínez de Irujo como primer invitado estelar, con prensa del corazón que intenta desvelar lo que contarán los suplementos de papel al día siguiente -que ya de por sí suena a señuelo caduco en una época en la que toda la información se consume más en directo que nunca- Y todo aderezado por unos cebos sobreimpresionados en pantalla que iban avanzando la hora exacta a la que iba a salir cada invitado o sección. Por ejemplo, el innovador cartel recordaba que Loles León iba a casi la 1.58h. Fatal idea por dos cosas: recuerda que el programa es larguísimo e invita a cambiar de canal porque queda muchísimo para que salga Loles.

Pero Arús es un maestro en rediseñar los programas en directo. Lo hará. Y no se sabrá la evolución real de este invento hasta la tercera emisión. El show mejorará si logra relajarse un poco. Porque, como él bien sabe, el tono de la mañana no es igual que el de la noche. El programa no puede ser tan frenético o su público potencial no lo entenderá.

La escenografía e iluminación tampoco ayuda. En emisión, tiene un punto de claustrofóbica y hasta plana. Incluso aturulla tanto fondo y tanto impacto visual sin una identidad intercambiable. Una vez más: rascacielos que no son ni reconocibles en el imaginario nacional. Pueden ser de cualquier programa. Incluso de videntes a las 4 de la madrugada.

Pero eso es lo de menos: lo importante es que este show se relaje para crear expectación con invitados de su tiempo, que salgan a escena sin acelerarse por una prisa que transmite superficialidad de plástico y no verdad.  Entonces nadie se queda, ni las abuelas. No existe atmósfera disfrutable de televisión acontecimiento. No hay margen para conectar con cualquier contenido. Todo pasa y nada queda. Bueno, excepto Arús, claro, maestro de ceremonias omnipresente con una habilidad pasmosa para dar la sensación que siempre está mirando de reojo a la cámara con su sonrisa deslumbrante. Un reojo que no pierde de vista al público y que intentará, a partir de esta noche, mutar los contenidos para ganar adeptos paulatinamente. Si le dan tiempo al tiempo.

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