OPINION

Sardá y la ingeniosa argucia para la resurrección de los gallifantes sin fracasar en el intento

Javier Sardá, Gallifantes
Javier Sardá, Gallifantes

La nostalgia es un buen factor para vender el regreso de un programa de televisión, por eso mismo las cadenas -y plataformas bajo demanda- no paran de resucitar viejos formatos mitificados en la memoria.

La expectación social que favorece recuperar emblemáticos programas hace que se promocionen solos y los estrenos se suelen asegurar cierta repercusión. Pero, una vez rescatado el espacio que brilló antaño, es muy fácil malograr el recuerdo. Porque la televisión ha cambiado. Porque el espectador ha cambiado.  Nadie está en el mismo punto.

Así sucedió cuando se conoció que TVE daba luz verde al retorno de la marca 'Juego de Niños' en este 2019. En principio, sonó muy bien la idea. Sin embargo, el regreso de los inolvidables gallifantes venía con todas las papeletas para decepcionar porque, tres décadas después, la televisión de hoy es muy diferente. La competitividad ha homogeneizado la creatividad, lo que, por cierto, es un grave error que subsanar.

Encima, el 'Juego de Niños' original sólo duraba media hora y no se emitía en horario de máxima audiencia, mientras que esta reinvención se estira a casi dos horas en un complicado prime time del sábado de una TVE que es más invisible que nunca. En este sentido, la cadena pública no ha logrado hacer el ruido que merecía tal regreso. Tampoco ha aprovechado la presencia de Javier Sardá al frente, que ya presentó las temporadas más recordadas de 'Juego de Niños'. El retorno del periodista como presentador a la cadena pública era para fardar. Y no se ha fardado. Nada. Complejos adquiridos, que antes no tenía La 1.

A pesar de todos estos hándicaps, 'Juego de Niños' ha sacad0 del cajón a los inolvidables gallifantes con inteligencia. Su principal argucia es que, en realidad, se ha creado un formato nuevo que simplemente bebe del recuerdo del de hace 30 años. No tenía demasiado sentido que casi dos horas de televisión se centraran en adivinar, una y otra vez, definiciones que van narrando las pizpiretas niñas y niños con su apasionante mirada al mundo. Se mantienen estos acertijos, claro, son un clásico imprescindible, pero se añaden otras pruebas actualizadas y que otorgan más dinamismo y una mayor evolución a un show que acaba con un efectista panel final.

Una de las mejores incorporaciones al juego: adivinar quién es en la actualidad uno de los niños que participó hace treinta años en el programa. Se recupera del archivo una adivinanza de aquellos años y, después, entran en el estudio varias personas de parecido razonable que podrían haber sido aquel pequeño sabelotodo. Descubrir cómo hemos cambiado a través de esta prueba emociona. Mucho. Ay.

Patricio, Juego de Niños
Patricio, en el 'Juego de Niños de 1989 y en el 'Juego de Niños' de 2019

Como emociona volver a ver en un plató al Javier Sardá travieso, pícaro, intuitivo y que no para quieto. Lo disfruta y lo contagia. El periodista ha vuelto para jugar y eso hace más adictivo su regreso. Y si hace falta se pone de corista y músico de una peculiar versión de 'La Venda' de Miki, como ha pasado en la última noche. 

La Venda, Miki, Juego de Niños
Miki cantando 'La Venda' junto a una orquesta de niños, acompañado de Javier Sardá y Llum Barrera, invitada junto a Miki del último programa.

Aunque, ahora, Javier Sardá no está solo al frente. Jose Corbacho le acompaña como ayudante que entra y sale para desengrasar un poco más el cotarro con humor cotidiano y, de paso, recapitular las mejores salidas de todo de la emisión. Se trata de otra argucia interesante para dar más diversidad e intentar que un programa estirado no se haga más largo de la cuenta. Está bien eso de entrada de personajes, fijos o sorpresa, para enriquecer esa sensación de 'cualquier cosa puede pasar', esa energía de 'lo inesperado' que es crucial en cualquier buen espectáculo. 

Así 'Juego de Niños' se ha mutado en un show de prime time más allá del concurso en el que también ha variado la dinámica de los concursantes. Ahora sólo participan dos famosos. Ya no se hace el mix de tres parejas formadas por un anónimo y una celebrity. Aunque esto se podía haber mantenido, como se podía haber arriesgado más con la puesta en escena.

La audiencia recuerda el fabuloso decorado de surrealistas sofás gigantes con sello de Mariscal, un gran cómic que impulsaba la autenticidad del programa. Esta vez, en cambio, se ha optado por una escenografía que en plano corto podría valer lo mismo para 'El Programa de Ana Rosa' que para 'Tendido Cero'. Otro problema de nuestra televisión actual: todos los fondos de los platós se ven iguales por unas tendencias escénicas muy poco valientes.

Miki, Juego de Niños
Miki concursando en 'Juego de Niños'. Aunque el fondo de decorado no potencia una personalidad diferenciada del programa.

No se crean atmósferas temáticas diferenciadas, como astutamente ideó Sardá en aquellas 'Crónicas Marcianas' que emitían desde una nave espacial situada en Marte. Tampoco se apuesta lo suficiente por tramas de guion para fomentar arcos de personajes en los programas de entretenimiento actuales. Esto último, era un fuerte del viejo 'Juego de Niños' con la ayuda de un grafismo que remarcaban la evolución de los estados de ánimo de los protagonistas de cada emisión. Además, entonces, la mesa de Sardá contaba con un excéntrico panel de 'palancas' que accionaba el comunicador para provocar situaciones -abucheos, aplausos, que apareciera un teléfono-. Se podía haber mantenido tal seña de identidad de manera vistosa. No obstante, se ha optado por un set más versátil para dar vía libre de movilidad por el plató a presentador e invitados. En la última emisión, Llum Barrera y su habitual instinto lo ha aprovechado: bailando cuando sonaba la música.

Pero, en cómputo general, 'Juego de Niños' ha acertado en su táctica de reinventarse porque no ha querido volver a ser lo mismo, ha vuelto para crear un nuevo programa:  un gran show familiar que, al final, termina siendo un homenaje a una generación de niños que creció en una efervescente década de los ochenta y que, ahora, descubre cómo ven el mundo sus hijos

Y ya sólo por ese intercambio generacional de cándidas miradas infantiles, de niños y mayores, de Sardá, Corbacho e invitados, la vuelta de 'Juego de Niños'  es un triunfo. Para todos. Sólo necesita margen de tiempo para ser descubierto por el público transversal. Aunque vivamos en una televisión sin márgenes de tiempo.

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