OPINION

Juego de tronos en Ciudadanos: traiciones y torpezas

Luis Garicano y Albert Rivera
Luis Garicano y Albert Rivera
EFE

Albert Rivera no ha sido pacato a la hora de vetar sin ambages la entrada de sus huestes en las instituciones, por mucho que Ciudadanos diera apoyo parlamentario al partido en el Gobierno, como sucedió en la última legislatura del Partido Popular de Mariano Rajoy. Un principio que, según cuentan fuentes conocedoras del episodio, impidió que hoy uno de los más críticos con la línea del partido, Luis Garicano, tuviera siquiera la opción de presidir el Banco de España, un puesto goloso donde los haya y para el que estaba colocado en la ‘pole position’ allá por el arranque de 2018. Era la época en que la sucesión de Luis Linde estaba sobre la mesa y en la que el pacto entre PP y PSOE para repartirse los puestos de gobernador y subgobernador había saltado por los aires. Economista de reconocido prestigio, doctorado en la Universidad de Chicago o director de investigación en la London School of Economics, entre otros méritos, Garicano era visto con buenos ojos por los Guindos o Escolano. Pero en Ciudadanos manda uno.

La oleada de salidas que en estos días ha agrietado la formación naranja, sobre todo en el departamento económico, ha hecho recordar en el seno del partido estos viejos desencuentros. Al punto que no faltan en la organización cuadros que ven manos negras y hasta la influencia -o las presiones- del PSOE en algunas salidas. “No me extrañaría ver a Toni Roldán en una secretaría de Estado o en algún regulador como independiente cuando se produzcan los relevos”, se desliza desde la propia formación naranja para explicar unas renuncias que probablemente tengan sentido en sí mismas, pero a la que muchos dentro de una formación tan monolítica y jerárquica intentan buscar explicación. A ese punto de lucha larvada se ha llegado. Probablemente el propio Garicano ha sido más certero al ponderar a Roldán. “Nadie ha trabajado más, nadie ha sido más leal al proyecto, nadie ha hecho más por conseguir políticas reformistas regeneradoras para España”, subraya el gurú económico en reconocimiento de su más estrecho colaborador.

Además de la brutal escisión interna -expresada siempre ‘sotto voce’-, el enfrentamiento de Rivera y el partido naranja con los grandes empresarios alcanza proporciones isabelinas. La guerra de baja intensidad se escenificaba públicamente este viernes cuando el propio líder de Cs aconsejaba a los críticos -Ibex incluido- que formaran su propio partido si querían un pacto con el PSOE. La realidad es que Rivera hace semanas que no responde a los mensajes que le hacen llegar importantes ejecutivos de este país, decepcionados por el cordón sanitario de la formación y por el año sin gobierno que les viene encima. “Se han vuelto locos -zanjaba un ilustre banquero esta semana, confeso votante de los naranjas-. De primera fuerza en Cataluña a retirar a todos los pesos pesados y a confiarse a un político francés con agenda propia. Y ahora a enrocarse y no cobrar la investidura con medidas regeneradoras, que es para lo que vinieron. Se están suicidando como partido”.

Como telón de fondo, una realidad económica que nadie parece advertir muy bien. Desde el punto de vista empresarial, la inquietud es general y no encuentra alivio en función de los sectores. Sin ir más lejos, los bancos, lastrados por unos tipos de interés que hacen del negocio un milagro, sufren unas exigencias de capital que no solo les llevan al límite, sino que complican sobremanera cualquier operación de concentración o consolidación. ¿Solución? Ajustes de plantilla y reducción de oficinas. El mismo problema con la regulación lo encuentran las 'telecos', que con las cotizaciones por los suelos, aún tienen que aguantar el cerco de Bruselas para mantener cuatro operadores nacionales. En la fiesta del dinero fácil, los fondos -que no están tan sujetos al yugo del supervisor- se han hecho fuertes en sectores estratégicos, como la energía, con el único fin de obtener rentabilidades a tres, cinco o siete años pero sin un plan industrial para las compañías… y para el país. Sin medidas para aumentar el poder de compra de los ciudadanos, el futuro de las empresas no puede ser más oscuro. Es ahí precisamente donde los poderes invisibles del país esperaban a un partido como Cs como impulsor de un nuevo modelo. La decepción es mayor al verle hundido en el mismo fango que el resto.

Por otra parte, y con la veda abierta, los más críticos también ponen en solfa la profundidad y el contenido de los pactos alcanzados en regiones clave como Madrid, donde Cs tiene que afrontar una administración plagada de cargos ‘populares’. “Por poner un ejemplo, si controlas urbanismo pero de urbanismo se saca la concesión de licencias es como gestionar una cascarón vacío”, explica un funcionario de larga trayectoria en el Ayuntamiento. “Y es ahí donde el Partido Popular le está ganando la mano a Cs, en esos puestos intermedios y en ese conocimiento de cómo funciona la estructura administrativa. Son muchos años mandando”, remacha. No es casualidad que, entre bambalinas, Vox se muestre conforme con el control de algunas empresas públicas, especialmente de las que manejan fondos. Una guerra abierta por el poder que pierde de vista, como tantas veces, a los votantes.

Entretanto, Sánchez -y hasta Casado- esperan sentados, a sabiendas de que unas nuevas elecciones solo servirían para reforzar el bipartidismo. No es casualidad que Moncloa esté ya presionando con fechas para unos comicios, como el 10 o el 17 de noviembre. El presidente del Gobierno puede vender sin problemas que Cs o PP han vetado su investidura y que ha preferido no ir hacia adelante con la izquierda radical en la vicepresidencia de un Ejecutivo o con el aval de los independentistas. El 'popular', por su parte, reforzado por los resultados en Madrid, puede acaparar voto de quienes, decepcionados con las grietas en Ciudadanos, decidan apostar por el original. Vox, que ya perdió fuerza en las autonómicas y locales, ha tocado techo, y Podemos parece haber jugado ya su última baza en su fracasado afán por entrar en el Gobierno. Pierden, también, los votantes, rehenes de los intereses particulares de cada cual y de la falta de visión de quienes aspiran a gobernarles. Cs está en el ojo del huracán porque era el que más expectativas generaba, sobre todo en el poder económico. Está visto que no hay quien aguante sin tocar pelo.

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