Opinión

España, Marruecos y la nueva diplomacia del F35 estadounidense

EFE
España, Marruecos y la nueva diplomacia del F35 estadounidense
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El almirante jefe del Estado Mayor de la Armada (Ajema) lo ha dejado claro: "Si no existe un aumento del presupuesto, perderemos capacidades". Las declaraciones de Teodoro López Calderón han constatado la realidad de una marina de guerra que está sufriendo la disminución continua en sus capacidades operativas presentes y futuras.

Junto a la necesaria modernización de gran parte de los navíos de superficie y la prometida adquisición de submarinos, destaca la peligrosa situación del ala aérea embarcada, que afronta un grave problema al no contar con un sustituto para los vetustos Harrier AV-8B Plus.

Si acudimos al complejo universo del mercado de aeronaves de despegue vertical, encontraremos que tan solo el F35B cumple con los requisitos y especificaciones necesarios para poder operar en el Buque de Proyección Estratégica Juan Carlos I, manteniendo esta capacidad que nos proporciona una importante ‘ventaja competitiva’ con respecto a otros actores en el Mediterráneo Occidental, fundamentalmente Marruecos y Argelia. Dicho con mayor contundencia: o compramos estos aviones o decimos adiós a la superioridad aeronaval en nuestra zona de influencia directa.

En todo este entramado, por supuesto también industrial, hay un país que ha jugado bien sus cartas. Estados Unidos, especialmente durante la Administración Trump, ha potenciado sus relaciones exteriores a través del Departamento de Defensa en lugar del de Estado. Si en el pasado hubo grandes militares al frente del 'Exteriores americano', como el General Collin Powell, Donald Trump ha optado por absorber las competencias de este departamento para dárselas directamente al de Defensa.

Dicho con mayor contundencia: o compramos estos aviones o decimos adiós a la superioridad aeronaval en nuestra zona de influencia directa.

La trágica desaparición del personal diplomático, el vaciado de funciones y el cierre de embajadas y consulados americanos por todo el mundo han permitido que la política de Defensa sea la ‘niña bonita’ de la acción exterior americana en los últimos cinco años. Además, no ha sido una política de defensa al uso. Su ejercicio no ha estado basado en el reforzamiento de la presencia militar o en el despliegue de alianzas estratégicas con sus socios tradicionales. Por el contrario, la auténtica herramienta de política exterior ha sido la industria militar estadounidense.

Para muestra un botón. Hasta la fecha se han entregado casi 600 F35 a países tan diversos, política y estratégicamente, como Israel, Noruega, Japón, Corea, Singapur o Polonia. Muchos otros lo esperan ansiosamente, como Grecia, y otros serán los beneficiados de la diplomacia del F35, la que teje acuerdos a cambio de tecnología.

Heterodoxa o no, lo cierto es que tras la política americana de paz a cambio de aviones se esconden los peculiares aciertos de Donald Trump en materia de relaciones exteriores. Si hace unos meses nos hubieran dicho que Emiratos Árabes y Baréin establecerían relaciones diplomáticas con Israel, rompiendo el 'telón de acero' entre judíos y árabes que data desde la misma constitución del Estado hebreo, nos hubieran tomado, como poco, por ingenuos hidalgos.

Sin embargo, los denominados Pactos de Abraham han supuesto un acercamiento histórico para construir un "nuevo Oriente Próximo" basado en el intercambio comercial y el equilibrio militar. La diplomacia del F35 ha permitido que Israel pueda romper el principal tabú en el mundo árabe a cambio de que Emiratos pueda pensar en contar con un caza polivalente de quinta generación. El gran perdedor en esta batalla diplomática y tecnológica no será otro que Irán, el enemigo tradicional del Estado hebreo y los Estados Unidos y al que también se ha añadido Emiratos Árabes, que rivaliza con Teherán en la hegemonía ideológica y económica en el Golfo Pérsico.

Lo que la diplomacia no ha sabido unir que no lo separen las armas. Paradójicamente, la ventaja de este arma diplomática no radica tanto en sus capacidades de superioridad aérea como en sus posibilidades tecnológicas. El gran recorrido del F35 lo conforma su capacidad de guerra en red. Contar con uno de ellos supone disponer de un centro de mando operativo en el aire que es capaz de comunicar entre sí distintos sistemas de armas, designar e incluso decidir por sí solo qué elemento operativo debe actuar, en qué modo o cuándo y todo esto en cuestión de décimas de segundo. El F35 representa la ventaja tecnológica convencional que a lo largo de la historia ha decantado victorias y derrotas en el campo de batalla y, por extensión, en el dominio mundial.

Ahora bien, la jugada industrial y económica va mucho más allá de la adquisición de un mero caza, por muy de quinta generación que sea. Para desplegar su dominio táctico del teatro de operaciones necesita que el resto de integrantes 'amigos' puedan 'hablar' con un equipo valorado en 100 millones de dólares la unidad. Esto implicará en un plazo corto la renovación o actualización de los sistemas de combate de los países afortunados que engrosen sus filas con ellos. El lector podrá adivinar perfectamente qué país está en disposición de proveer esta tecnología, cuya propiedad intelectual y desarrollo tecnológico depende en exclusiva de él y de su industria de defensa.

Volvamos a España. Hasta 2025, 2027 poniendo una vela a la Virgen del Carmen y otra a la de Loreto para que no se ofenda nadie, los Harrier de la 9ª escuadrilla de la Armada podrán aterrizar en el Juan Carlos I. Más allá de esta fecha, siempre que no haya sustituto, España perderá los medios y capacidades que le conceden su ‘ventaja competitiva’ con respecto al resto de actores que interactúan en el Mediterráneo, principalmente Argelia y Marruecos.

Por desgracia o no, el único sustituto natural de los Harriers españoles vuela a bastantes miles de millas de distancia y se encuentra en las fábricas de Estados Unidos, en Forth Worth, Texas. Hasta cierto punto, nuestro país también es víctima y beneficiado a la vez de la diplomacia del F35. Máxime cuando se difunden noticias que apuntan a la posible adquisición del mismo modelo, aunque diferente versión, por parte del Reino de Marruecos.

Aunque, por el momento, esta operación es cuando menos muy complicada, evidentemente el punto estratégico para el reino alauita sería de tal magnitud que forzaría a España a responder sí o sí a la ruptura del statu quo con la adquisición de la necesaria presencia operativa del F35B en el Mediterráneo; pero antes de soñar con ello, Rabat debería ser consciente del ingente presupuesto necesario para explotar al 100% las excelencias del F35, algo que está muy por encima de sus posibilidades económicas reales y que solo serían factibles con la inestimable ayuda de su alter ego, el reino saudí, en Oriente Próximo.

El 20 de enero Donald Trump (veremos) deberá abandonar la Casa Blanca. Lo hará con un legado cuestionable, especialmente en materia de política exterior, pero nadie le negará haber desarrollado un nuevo concepto de diplomacia que rompe los atavismos seculares para abrazar otros mucho más pragmáticos, basados en la fuerza del poder militar y, por supuesto, en el económico. Es la diplomacia del F35 dispuesta a llegar hasta donde el bolsillo y las necesidades estratégicas lo permitan.

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