El teléfono aún no ha sonado

Moncloa se moviliza para 'colarse' en la primera ronda diplomática de Biden

La maquinaria del Gobierno se está posicionando para entrar en el ‘top ten’ de países con los que EEUU mantendrá una relación especial. Por ahora no ha habido contacto... y no será por temas pendientes.

EFE
Moncloa se moviliza para 'colarse' en la primera ronda diplomática de Biden.
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‘First round’. Así se denominan, en la jerga diplomática estadounidense, los primeros contactos que debe realizar un presidente electo en materia internacional. Son gestos que suelen marcar toda una legislatura, puesto que dejan bien clara cuál será la política de complicidad y alianzas de la mayor potencia del mundo durante los próximos cinco años.

Canadá, Francia, Reino Unido, Irlanda y Alemania, en primera instancia, han sido los países agraciados con el contacto telefónico de Joe Biden a los que se sumaron Australia, Japón y Corea del Sur en el día de ayer. Tras las llamadas de felicitación se esconden los temas que el demócrata quiere priorizar durante su próximo mandato.

La maquinaria de Moncloa se está posicionando para aparecer próximamente en el ‘top ten’ de países con los que los EEUU mantendrá una relación especial. El principal trabajo del gabinete internacional de Pedro Sánchez esta siendo devanarse los sesos para condensar en un máximo de 20 minutos la conversación entre ambos líderes en la que tienen puestas todas sus esperanzas.

El caso es que el teléfono aun no ha sonado, y no será por temas pendientes con los EEUU. El convenio militar que permite la presencia de tropas estadounidenses en nuestro país vence en 2021, por lo que el Gobierno español no ha dudado en prorrogar su vigencia un año más. De esta manera, la maniobra proporcionará el tiempo necesario para que la próxima administración americana tome conciencia de la importancia de sus bases en Morón y Rota, que albergan a 8.000 personas, entre civiles y militares, que residen en las dos localidades andaluzas.

Junto a las relaciones militares, las económicas están en la cúspide de los ‘to do’ entre EEUU y España. La aceituna y el aceite de oliva han sufrido dramáticamente la política arancelaria de Donald Trump durante los últimos dos años. Dos sectores que son clave para la política agraria española y ante la que las asociaciones piden mayor contundencia al Ejecutivo central. Los gobiernos demócratas han sido tradicionalmente proclives a los acuerdos comerciales y el libre comercio, algo que puede jugar a favor de Biden y, sobre todo, del campo español, necesitado de acuerdos que garanticen precios competitivos en un mercado clave como es el estadounidense.

Junto a estos temas urgentes, la situación política en Venezuela, donde España juega un papel fundamental, y la necesidad de la Armada de sustituir los vetustos Harriers por los F35, las únicas aeronaves en la actualidad capaces de operar como fuerza de ala embarcada en el buque de proyección estratégica Juan Carlos I, justifican por sí solas la llamada del candidato demócrata y futurible presidente electo a Madrid.

Pero detrás de todas estas cuestiones se esconde el deseo del gobierno socialista español de recomponer unas relaciones que se enfriaron en 2003, año en el que el, por aquel entonces jefe de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, no rindió homenaje a la bandera estadounidense en el desfile del día de la Hispanidad y que, ya como presidente del Gobierno, justificó por su disconformidad con la participación de los Estados Unidos en la guerra de Irak. Este hecho, aun anecdótico ha supuesto una espina en las relaciones entre los dos países incluso con diferentes administraciones de distinto color político en ambos países.

Canadá ‘first’

La primera llamada, del que presumiblemente será el 46 presidente de los EE. UU., tuvo como destino Canadá, concretamente en la oficina del primer ministro Justin Trudeau. Esta costumbre encuentra su justificación en la historia y en una relación de vecindad que va mucho más allá de compartir una difuminada frontera. Las relaciones entre Ottawa y Washington se enturbiaron considerablemente por la relación personal entre Trudeau y Trump y por la imposición de aranceles al aluminio canadiense.

Tras este primer acercamiento, el resto de aliados se han disputado los puestos de consolación. Saber quién ha sido el segundo o el tercero es una auténtica incógnita, puesto que el entorno de Biden trata de no poner celosos a unos y otros. Lo que sí se sabe es que, tras Trudeau, los teléfonos de Francia, Alemania, Irlanda y el Reino Unido comenzaron a sonar para recibir llamadas con el prefijo +1.

Francia, Alemania, Reino Unido y la “explicable” presencia de Irlanda.

La conversación con Emmanuel Macron se explica, además de por los usos y costumbres propios de la política exterior americana de llamar a sus principales aliados europeos, por los recientes acontecimientos sufridos en Francia. El juicio contra los terroristas que atentaron contra el Charlie Hedbo y los recientes atentados en Niza y Avignon han vuelto a situar al terrorismo islámico en la agenda diplomática. París y Washington comparten la aspiración de acabar definitivamente con el terrorismo de Daesh, tanto en Europa como en Siria e Irak.

Berlín es quizá la capital que más esperaba esta llamada. La relación personal entre Trump y Angela Merkel solo puede calificarse de inexistente. Alemania pasó de una luna de miel con Barak Obama al más absoluto de los desprecios por parte de la Administración saliente americana. Entre las prioridades de la canciller alemana se encuentran la recuperación del vínculo transatlántico y la creciente desafección de la población alemana hacia Washington. Un factor que se ha acentuado tras la retirada de 12.000 militares del país germano y la amenaza americana de “llevarse a otro lado” el Cuartel General del Mando para África (Africom).

Boris Johnson, como no puede ser de otra manera siendo Reino Unido el tenedor de la ‘relación especial’ con los EE.UU., tuvo que compartir protagonismo con el gobierno irlandés. Muy a pesar de los británicos, Dublín se ha colado entre las primeras gestiones diplomáticas de Biden. Los celos entre Dublín y Londres son patentes cada vez que un presidente americano es elegido, especialmente si es católico. El Taoiseach, el jefe de gobierno de Irlanda, es Micheál Martin. Hablar con el demócrata ha supuesto un alivio para este centrista y el gobierno de coalición que dirige.

Las tensiones con el Reino Unido han puesto en cuestión los acuerdos de Viernes Santo, propiciados y bendecidos por el demócrata Bill Clinton en 1998. La delimitación y vigilancia de la frontera con Irlanda del Norte es un ‘must’ en el que el gobierno irlandés dará la batalla ante un Brexit duro que cada vez está más cerca.

Por su parte, Downing Street no tardó un minuto en asegurar que ellos recibieron antes que Martin la llamada de Biden y es que, sin Donald Trump, Boris Johnson se está empezando a quedar sin aliados tan proclives a su apuesta por abandonar la UE.

Los cuatro años de gobierno Trump han hecho temblar las grandes alianzas tradicionales de los Estados Unidos. Joe Biden está convencido de que sin canadienses, británicos, alemanes y franceses no podrá contar con su ventaja internacional frente a Rusia o China. Su estrategia pasa por recomponerlas y “coser” las desgastadas costuras de la diplomacia estadounidense. Un tren al que España desearía sumarse en la próxima llamada, siempre que llegue a tiempo.

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