OPINION

La inteligencia económica como arma en las guerras del futuro

Gráfico opinión Diego Crescente 2 de febrero de 2018
Gráfico opinión Diego Crescente 2 de febrero de 2018
L.I.

El sociólogo, o futurólogo como algunos le denominaban, Alvin Toffler señaló en su libro “Las Guerras del Futuro”, publicado en 1996, que el panorama sombrío de la guerra

sufriría un cambio radical durante el siglo XXI. En el libro, escrito junto a su mujer Heidi, afirmaba que la tecnología, los medios de comunicación y la continua desaparición del sempiterno enfrentamiento entre bloques territoriales estaba llamado a desaparecer. El tradicional campo de batalla pasaría de lo físico a lo virtual, situando en el vértice de la acción bélica a las comunicaciones y posicionando a la inteligencia como arma estratégica del futuro.

Recientemente, Estados Unidos presentó su Estrategia Nacional de Defensa 2018, que en el fondo es la estrategia de todos. Llama la atención la importancia de la presentación de este documento, rodeado de todo el boato institucional americano, y su contraste con la timorata presentación de nuestra Estrategia de Seguridad Nacional que pasó, casi sin pena ni gloria, como un documento administrativo más, pese a gozar de una importancia indudable.

El texto americano viene a dar la razón a Toffler y da un vuelco radical a la concepción de seguridad y defensa que en los últimos 10 años habían practicado las diferentes administraciones americanas. El terrorismo deja de ser su principal foco para volver a centrarse, recordando los peores tiempos de la guerra fría, en las potencias que rivalizan, más bien aspiran a ello, con la hegemonía militar estadounidense.

Los diferentes escenarios internacionales en los que los Estados Unidos han estado inmersos en el último decenio: Irak, Kuwait, Afganistán, Pakistán, Siria, etc., van dejando su paso a un bloque tripolar en el que Rusia y China emergen como serias amenazas a la democracia americana. Lógicamente, sin mencionarlos expresamente, apuntan a estos países como crecientes amenazas para la concepción unipolar americana de la política internacional.

Según el Military Balance 2017 publicado por el International Institute for Strategic Studies, EEUU es el país que más dinero destina a gasto militar y de defensa, multiplicando por cinco el gasto de su inmediato seguidor, China, y sumando casi la mitad del total del gasto del resto de países del mundo.

Si bien es cierto que la diferencia militar entre EEUU y el resto de países es insalvable, es evidente que algo ha pasado en la mente americana para que dejen de señalar al terrorismo internacional, fenómeno al que han dedicado más de 12 millones de dólares al día, como su principal objetivo, para volcarse en otros países, al tradicional estilo de la diplomacia del siglo XX, como sus principales adversarios y destinatarios de la mayor parte de los fondos dedicados a seguridad y defensa.

Gráfico opinión Diego Crescente 2 de febrero de 2018
   

El Secretario de Defensa, James Mattis, conocido como perro rabioso Mattis, fue el encargado de presentar la nueva aproximación americana a los conflictos internacionales. El General retirado aportó mucha más luz al problema afirmando que “la competencia entre grandes potencias es ahora el punto central de la seguridad nacional estadounidense”. ¿Cuál es la razón de este cambio?

Si anteriormente afirmábamos que la distancia en gasto militar entre Estados Unidos y Rusia y China es evidente, tampoco lo es menos la proliferación de ataques informáticos y robo de información que desde territorio de estos dos países se dirigen hacia el resto del mundo, principalmente a los Estados Unidos.

El último episodio vivido en EEUU supuso que un ciberataque consiguiera robar datos de 143 millones de americanos de la firma de información crediticia Equifax. El suceso le costó el puesto a su presidente, pero también por el camino se quedaron millones de número de tarjetas de crédito y otros datos que pueden resultar baladíes, como los números de la Seguridad Social, teléfonos, datos de consumo, etc., y que se convierten en auténtico petróleo en manos de multinacionales o de servicios de inteligencia de cualquier país que, a través del Big Data, pueden llegar a poner en jaque la economía de un país o lo que es más común, suponer el éxito o el fracaso de una acción comercial.

Surge en este contexto la inteligencia económica como la principal arma para competir en un mundo económico dispuesto a pasar de las armas al teléfono móvil como fuente de intimidación. Los Estados Unidos se preocupan especialmente de China. Es el país que más veces aparece en el documento. Ya en la misma introducción de su Estrategia de Seguridad Nacional reconocen que el país asiático es un competidor que utiliza la

economía para intimidar a sus vecinos.

En el caso de Rusia, en una advertencia dura y realmente preocupante, advierten que su comportamiento influye directamente sobre la economía, la política y la toma de decisiones de su zona de influencia que cada día llega más y más cerca del anillo de seguridad americano, y que estuvo a punto de colisionar en Siria.

Para corregir esta creciente amenaza los Estados Unidos proponen adaptar la obsoleta maquinaria militar al mundo comercial e incluso importar técnicas y tecnologías procedentes del mundo privado al mundo militar a través de la inteligencia económica.

Sólo de esta manera conseguirán contrarrestar la amenaza que supone lanzar un ataque informático capaz de quebrar el sistema financiero internacional o, lo que es más preocupante, que pueda influir directamente sobre el poder de decisión de millones de personas en distintos procesos electorales como los vividos durante 2017.

Sólo mediante la inteligencia económica seremos capaces de defender los intereses estratégicos de nuestras compañías o incluso de nuestros países siempre que entendamos que no es otra cosa que proporcionar información de valor al decisor, al ente o persona que asume las responsabilidades y que decide, en el momento adecuado, reduciendo al

mínimo las incertidumbres y proporcionando seguridad en el instante de la decisión.

Es lógico que Estados Unidos se sitúe al frente de este nuevo modelo de defensa y el resto de programas estratégicos mundiales viren en torno a este nuevo eje.

La OTAN ya anunció que las amenazas en materia económica se configuran como centro de sus prioridades, e incluso nuestro Centro Nacional de Inteligencia cada vez le presta más atención a la inteligencia económica, principalmente salvaguardando los intereses de nuestras empresas en el exterior.

Sin embargo queda mucho por hacer, principalmente en los ámbitos de la concienciación y el cambio de estructuras fundamentadas más en valores y técnicas militares en lugar de comerciales. Estados Unidos, una vez más, ha marcado el camino. No perdamos este tren.

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