OPINION

Macron y el retorno de la 'grandeur' a Washington

Fotografía Trump y Macron
Fotografía Trump y Macron
EFE

Cuentan los historiadores que cuando un rey extranjero visitaba la Roma republicana, la metrópoli se engalanaba para mostrar al mandatario el esplendor del imperio. La ciudad del Tíber no podía permitirse el lujo de parecer débil, ni siquiera austera. Debía dar una señal clara de quien mandaba en el mundo.

Todos tenemos en nuestra memoria la Cleopatra de Mankiewiz. Aquella que acudía al Foro para legitimar una unión tácita con Julio César. Grano a cambio de paz. Ese ha sido siempre el mantra de la diplomacia internacional, incluso desde tiempos más lejanos.

Esta semana se han producido dos de esos encuentros, que en el pasado eran calificados como “planetarios”. Macron, el todopoderoso presidente de Francia, ha visitado la capital del imperio, situada en esta ocasión a la otra orilla del océano Atlántico, para rendir pleitesía al César mundial. Al igual que Cleopatra, todos los Jefes de Estado del mundo tienen marcado en su agenda el día en el que se reúnen con el César. Es un acto medido para transmitir a la principal potencia planetaria cuáles son sus intenciones.

Hemos podido ver a un Macron cercano a Trump hasta el punto de ir literalmente de la mano, incluso arrastrado, del presidente de los Estados Unidos. Pero ¿cuál es la estrategia internacional del jefe del Eliseo?

Fotografía Trump y Macron
Trump y Macron mostraron en todo momento una buena sintonía.  / EFE

Durante el último año Macron ha destinado todos sus esfuerzos internacionales a mostrar una determinada acción contra el llamado terrorismo yihadista. Los bombardeos de los aviones 'Rafale' sobre suelo sirio han estado presentes cada vez que el terror golpeaba o siquiera acechaba Francia.

En estas condiciones, París no puede permitirse aparecer como una isla en Oriente Medio. Sus capacidades militares, siendo considerables, no pueden compararse con las de Estados Unidos en la zona. El apoyo logístico, y sobre todo la inteligencia, es vital para las operaciones de Francia en la zona. Macron lo sabe y ha buscado en Trump la ayuda necesaria durante todo este tiempo para mantener la presión sobre el ya casi extinto Daesh.

El acercamiento a la figura del presidente americano no sólo encuentra su razonamiento en Oriente Medio. Por el contrario, el equilibrio del histórico eje franco-alemán en Europa se juega en Washington. A ojos del pueblo americano Macron representa un jefe de Estado de nueva hornada. Un político del tiempo actual, con un lenguaje propio, alejado de los encorsetados canales diplomáticos, y que destila vigor y emoción. Misma percepción que la de su vecino del norte, encarnado en la figura de Justin Trudeau, un aliado de primer orden en la estrategia internacional del presidente francés.

Por el contrario, en el otro encuentro planetario, Merkel asiste hoy a su reunión en Washington con un espíritu al menos debilitado por las fuerzas gastadas durante la negociación de su gobierno de coalición. Alemania anda sola, pero a su lideresa le comienzan a pesar los años en política. El silencio alemán en temas tan espinosos como la crisis siria es patente. Ni están ni se les espera, puesto que su campo de juego no es otro que la gestión de los millones de refugiados procedentes de esta zona del mundo que llaman a su puerta.

Trump y Macron con sus mujeres
Trump y Macron, junto a sus mujeres durante la visita del francés a la Casa Blanca. / EFE

En este juego de tronos centroeuropeo, Macron es consciente de su papel como contrapoder al paseo alemán por Bruselas y se posiciona como otro teléfono al que marcar cuando alguien quiere ponerse en contacto con Europa. Responde así a aquella cuestión tan bien expresada por el ex secretario de Estado Henry Kissinger que se preguntaba ¿a quién llamo si quiero hablar con Europa? Parece que Macron quiere que el prefijo a marcar sea el +33.

Desde el punto de vista mediático e incluso político la reunión mantenida con Trump ha sido un éxito. Lo que puede parecer una sumisión francesa en realidad no es más que la constatación de que los tiempos de desentendimiento entre americanos y franceses han quedado atrás. Macron pasó a redondear su visita de Estado con su segundo perfil. Este mucho más fino y elegante, cuyo escenario era el Congreso de los Estados Unidos.

Al anuncio de “el presidente de la República de Francia”, Emmanuel Macron se encaminaba a la tribuna para pronunciar un discurso realmente bien medido y cargado de mensajes dirigidos a la otra América que aún late. Aquella que no entiende de populismos y no quiere verse aislada y enrocada en sí misma.

Su rechazo al nacionalismo y a las políticas aislacionistas en un mundo globalizado, en el que una pequeña decisión en cualquier isla del Pacífico puede llegar a tener efectos directos en Europa o en América, fueron dardos lanzados directamente a la línea de flotación de Trump, con quien apenas se había reunido unas horas antes.

Los intereses de Francia, en realidad los europeos, no entienden de políticas comerciales proteccionistas. Macron vino a reclamar el espíritu europeo por alcanzar un acuerdo satisfactorio en política comercial con Estados Unidos. El eje económico tradicional en el Atlántico está cambiando poco a poco al Pacífico, y Europa no puede permitirse este proceso.

Macron realizó un discurso de altura, plagado de símiles y eufemismos en los que el auge de los nacionalismos (léase populismos) como amenaza a la paz internacional, el fenómeno de las noticias falsas (léase la injerencia rusa en las democracias occidentales), el abandono de los espacios de consenso internacional (léase la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán) o la no existencia de un planeta B (léase tirón de orejas a Trump por renunciar a los compromisos medioambientales establecidos en París), fueron las líneas rojas en las que el Emmanuel servil pasó a convertirse en el Macron que encarna la 'grandeur' francesa.

A los principios básicos e inmutables de la República, 'liberté, egalité y fraternité', parece que, al menos durante el mandato de Macron, les acompañará el de la 'finezza' romana.

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