Luz de cruce

Cómo se ejerce la trata de seres humanos desde el Gobierno de la nación

Mohamed VI y Pedro Sánchez
Cómo se ejerce la trata de seres humanos desde el Gobierno de la nación.
EFE

Acaba de aparecer en España (Ed. Trotta, 2022) un clásico del pensamiento jurídico alemán sobre el régimen nacionalsocialista. En "Der Doppelstaat" (1938), su obra cumbre, Ernst Fraenkel, desdobla la naturaleza del Estado nazi en un "Estado de medidas", por una parte, y un "Estado de normas", por otro. Como, obviamente, no procede aquí extenderse sobre la ópera mayor de uno de los mejores abogados del sindicalismo alemán anterior a 1933, diré de forma sucinta que el "Estado de medidas" es el monstruo político que, de la manera más cruel y arbitraria, somete a todos los que se oponen a su dominio. Mientras que en el ámbito económico, el "Estado de normas" reconoce la propiedad privada y la libertad de empresa, dos derechos individuales sin los que no puede existir el sistema capitalista.

El libro ha sido vertido al castellano de forma excelente por Jaime Nicolás Muñiz, autor a la vez de un prólogo magnífico. Reconozco que parasito al traductor respecto a su preferencia por el calificativo "dual", como alternativa a la voz "doble", entre otras cosas por la querencia de la segunda (y descartada) acepción por las conductas "taimadas" o "hipócritas" que a mí, sin embargo, me vienen a propósito para hablar de un asunto vital tan cercano en el tiempo que aún no ha destilado, ni mucho menos, todos sus efectos. ¿A qué asunto me refiero? A la conversión de Pedro Sánchez al jesuitismo maquiavélico cuando gestiona las relaciones exteriores de nuestro país.

"Amarás al prójimo como a ti mismo" (Mateo 22, 36-40). Parece una regla moral cristalina, pero no lo es. Una banda organizada de españoles zombis, vestidos con la púrpura del poder, ha optado por amar a sus homólogos del Polo Norte (o de Ucrania) y despreciar al otrora más querido vecino del Sur. ¿Por qué el corazón de los zombis es de piedra pómez? ¿Por qué son amigos circunstanciales de los alauíes que acampan al sur de Tarifa y desprecian a los que fueron sus compatriotas desde marzo de 1958 hasta el inicuo día del 14 de noviembre de 1975, que figura en el encabezamiento del "Acuerdo Tripartito de Madrid"?

Hay casualidades que te llevan al rincón de pensar. Pocos días después de la famosa postal remitida por el presidente Sánchez al Sultán de Marruecos –"creo que tu propuesta sobre el Sáhara Occidental es la base más clara, realista y creíble para la resolución del conflicto"-, los interlocutores a uno y otro lado del Estrecho desempolvaron un acuerdo que permanecía más de dos años encerrado en un cajón con doble vuelta de llave. El pacto, todo un dechado de bonhomía sincera, está redactado bajo el título de "Convenio entre el Reino de España y el Reino de Marruecos en materia de seguridad y de lucha contra la delincuencia". Es un retoño, verde que te quiero verde, del increíble Tratado de 1991 de "Amistad, Buena Voluntad y Cooperación". ¡Cáspita!, como le dijo a Lenin ("¿Libertad, para qué?") el educadísimo don Fernando de los Ríos. El Convenio con Marruecos es tan sincero y humanitario que en él no aparecen ni por asomo las chilabas "saharauis".

Por fin el Gobierno de Pedro Sánchez ha establecido con el sultanato de Mohamed VI una relación especial, como la que liga al Reino Unido con sus antiguos colonos de Norteamérica. Una relación que no incluye la protección de los derechos humanos y la garantía de las libertades básicas, al mismo tiempo que abre la puerta de salida a las obligaciones internacionales del Reino de España.

El Convenio regula un monotema: el orden público (el de España exclusivamente, porque el régimen alauí, un sistema autoritario dirigido por la camarilla del Rey, no necesita normas jurídicas para defender el tazón de privilegios en el que una panda de gordinflones hunde la cuchara, y se basta y se sobra utilizando "la vía de los hechos" para suprimir cualquier amenaza a sus desmanes). Su artículo 1 es un parapeto contra la "delincuencia organizada", que comprende, entre otros ilícitos:

A) El terrorismo

E) El tráfico ilegal de estupefacientes, sustancias psicotrópicas y precursores, y

F) La trata de seres humanos y la inmigración ilegal. Sánchez -¡alma de cántaro!-, ¿cómo te atreves a proclamar tu lucha contra la trata cuando has vendido al emir, como si fuera un rebaño de corderos, a la población natal del Sáhara?

Por si alguien tuviera dudas sobre la finalidad del Convenio de asistencia mutua, basta reseñar que los órganos competentes de cada Parte, a la hora de cumplir y gestionar los acuerdos, son los titulares del Ministerio del Interior y las fuerzas policiales de cada Estado (artículo 3). El poder judicial queda al margen del Convenio, ya que este "no afectará a las cuestiones relativas a la prestación de asistencia judicial en procesos penales y en materia de extradición" (artículo 6). Del artículo 9.2 también se deduce implícitamente que la ejecución del Convenio no podrá ser objeto de control por el Congreso de los Diputados, en una flagrante violación del artículo 66 de la Constitución Española.

Los términos de la ecuación son legibles: España cede a Marruecos el destino de los saharauis a cambio de que el Sultanato, como hacen los matones de discoteca, propine los palos que hagan falta a los infiltrados del Sur para que no arriben a las playas de la prosperidad (sic) y no oculten en el interior de su masa hambrienta a los amigos del terror contra Occidente.

El gatillazo de Pedro Sánchez ha puesto fin al inacabado proceso de descolonización del Sáhara Occidental, al que el Reino de España está obligado como potencia administradora del territorio. Sánchez es colaborador necesario en el crimen de saqueo sistemático de la riqueza del pueblo saharaui cometido, en beneficio de Marruecos, por cientos de empresas multinacionales. Ha violado, de la A a la Z, el artículo 73 de la Carta de las Naciones Unidas. Y se ha pasado por el arco del triunfo la Resolución de la Asamblea de la ONU de 19 de noviembre de 2010.

¿Recuerdan el cinismo de José María Aznar ("Teníamos un problema y lo hemos resuelto")? Veinticinco años después, sus "enseñanzas africanas" siguen en la primera página de la política española. La superioridad moral de la izquierda produce risas (y náuseas).

Con su abandono del referéndum popular mediante el que los saharauis ejercerían su derecho a la autodeterminación (en la dirección que eligieran), Pedro Sánchez ha roto los compromisos internacionales del Reino de España y ha copiado en el estandarte del puño y la alcachofa la máxima lapidaria de Agustín de Hipona (con la que Fraenkel abre su historia). "Jiustitia remota quid aliud est regnum quam grande latrocinium" (Si se prescinde de la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes latrocinios?).

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