Luz de cruce 

Lecciones de derecho internacional del maestro Sánchez, que estuvo allí

El primer ministro belga, Alexander de Croo (i), y el presidente del Gobierno en España, Pedro Sánchez (d), visitan un Kibbutz.
Lecciones de derecho internacional del maestro Sánchez, que estuvo allí. 
Nicolas Maeterlinck / Contacto vía Europa Press

El Estado de Israel recibió como nombre original el de “Estado judío” (de Palestina) por la Resolución 187 de 1947, adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas en el marco de la que entonces se llamaba “cuestión de Palestina”. Al mismo tiempo, dicha Resolución constituyó el “Estado árabe” (de Palestina). Este segundo acto fundacional ha pasado completamente inadvertido a la opinión pública, con graves consecuencias en la política internacional y en la formación de la mentalidad popular sobre la historia reciente de Tierra Santa. Desde hace muchos años y más ahora por el “conflicto” de Gaza, la comunidad internacional exige la creación de un “Estado árabe” que sea fruto de una negociación entre dos adversarios históricos. Sin embargo, muy pocos saben que el “Estado árabe” no es un futurible. El “Estado árabe” nació aunque murió el mismo día del parto. Ambos hechos “biológicos” no fueron objeto de un contrato sino la consecuencia de actos ajenos a la voluntad de los que hoy conocemos con los nombres de israelíes y palestinos.

Palestina es la historia de una confusión. Fijémonos en una sinécdoque perversa: la de tomar la parte (“los palestinos”) por el todo (“Palestina”). Enciendan ustedes la moviola: en la realidad de 1947, todos (los árabes y los judíos) vivían en la histórica Palestina y los judíos (los israelíes posteriores) eran tan palestinos como los árabes. En este punto ha habido y hay una mistificación grosera: los palestinos –según esa versión interesada- serían los legítimos (y únicos) dueños del territorio de Palestina, sobre el que habrían erigido, antes de la llegada masiva de los judíos, y en algún tiempo nebuloso, una comunidad política autónoma.

Se trata de una fantasía. Hubo que esperar a noviembre de 1947 para que existiera un Estado árabe en Palestina. La región, hasta diciembre de 1917, formó parte del Imperio otomano. En la fecha indicada, el ejército británico despojó a los turcos del territorio. Desde entonces, el Reino Unido ocupó de facto Palestina. Cinco años después, la Sociedad de Naciones otorgó un mandato sobre Palestina a la potencia ocupante. Por cierto, casi nadie sabe que, con anterioridad a noviembre de 1947, se produjo una emigración masiva a los asentamientos judíos de Palestina de árabes de Egipto, Siria… Muy superior a la emigración de estos países a la “Palestina árabe”. No es muy difícil entender la razón. La economía judía de Palestina, más desarrollada que la de sus vecinos árabes, proporcionaba mayores probabilidades de empleo y salarios más elevados. ¿Quiénes llegaron antes? ¿Los celtas o los iberos?

La Resolución 181/1947 creó dos Estados, pero solo sobre el papel. Antes de su constitución efectiva, Naciones Unidas había establecido un período de transición que duraría, como máximo, hasta el 1 de agosto de 1948. El Reino Unido seguiría administrando Palestina y retiraría gradualmente sus tropas hasta la evacuación definitiva del territorio (antes, como hemos visto, del 1 de agosto de 1948). A medida de la retirada gradual de su Ejército, los británicos irían cediendo la administración del territorio desalojado a una comisión de cinco representantes designados por la Asamblea de la ONU y tutelados por el Consejo de Seguridad.

La Parte II de la Resolución 181/1947 trazó con todo detalle las fronteras entre los dos Estados y las de estos con sus vecinos. También dibujó las fronteras de la ciudad de Jerusalén, objeto de un régimen especial de carácter internacional. Las fronteras serían operativas en el instante de la declaración de independencia de los dos Estados. Por su parte, la independencia entraría en vigor dos meses después de la retirada total del Ejército de Su Graciosa Majestad (en cualquier caso, nunca después del 1 de octubre de 1848).

El Reino Unido incumplió la Resolución de noviembre de 1947. No hubo ninguna retirada gradual del territorio de Palestina. Abruptamente, el ejército británico salió de la región el 15 de mayo de 1948. Un día antes, David Ben Gurión había proclamado en Tel Aviv la independencia del “Estado judío” y reivindicado su soberanía dentro de las fronteras establecidas en la Parte II de la Resolución.

¿Qué sucedió con el “Estado árabe”? El mismo día de la salida de los británicos de la región –el 15 de mayo de 1948-, los ejércitos de Jordania, Egipto, Siria, Líbano e Irak penetraron en Palestina con la intención de expulsar a los judíos de los territorios que les había asignado la ONU. La guerra duró hasta 1949, año en el que, en fechas sucesivas, Israel firmó por separado sendos armisticios con los Estados agresores en la isla de Rodas. Quizás algún incauto piense que los “hermanos” de los palestinos les ayudaron a constituir el “Estado árabe” previsto en 1947. ¡Oh, desilusión! Mientras los judíos redondearon, en el fragor de la batalla, su soberanía sobre las zonas de Galilea y el Negev atribuidas a los árabes de Palestina, Jordania se anexionó el “West Bank” (la actual Cisjordania). La ambición expansionista, a costa de los palestinos, de los hachemitas les llevó a sustituir en 1950 el nombre original de su Estado –Transjordania- por el actual de Jordania. Tampoco Gaza fue adjudicada a los palestinos. Aunque Egipto, a diferencia de Jordania, no se anexionó la Franja, sustituyó aquí a los británicos como potencia administradora. Por su propia decisión, naturalmente. De esta forma, Egipto y Jordania birlaron a los palestinos lo que la ONU les había reconocido. Israel no impidió el nacimiento del “Estado árabe” de Palestina. Lo impidieron los primos y hermanos de los palestinos. Mataron al recién nacido en la cuna.

En junio de 1967, Israel ocupó Gaza y Cisjordania. Años después las colonizó. El “West Bank” sigue en la misma situación. En 2005, Israel abandonó Gaza y desmanteló sus asentamientos en la Franja.

En 1993 se firmaron los Acuerdos de Oslo (I y II). En síntesis, israelíes y palestinos se dieron el plazo de cinco años para negociar un acuerdo permanente y definitivo que daría lugar a la creación de un Estado palestino. Hasta entonces, una entidad provisional –la Autoridad Nacional Palestina (ANP)- dirigiría el autogobierno interino de Gaza y Cisjordania.

La semana pasada, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, realizó una gira por Oriente Medio. En Jerusalén se reunió con su homólogo israelí, “Bibi” Netanyahu. El español, en su condición de presidente de la Unión Europea, descartando los usos diplomáticos, criticó duramente la intervención militar de Israel en la franja de Gaza. Sánchez acusó a Israel da violar flagrantemente el Derecho internacional humanitario. No voy a entrar aquí en el asunto, pero el Derecho internacional humanitario no es obra de San Francisco ni de rabbi Hillel (del que Jesús de Nazaret popularizó su famosa parábola de las dos mejillas). Es un ordenamiento que regula obligaciones y deberes para las partes contendientes. Una de las principales es no obstaculizar las acciones del enemigo interponiendo a la población civil. Si Sánchez tiene interés, le recomiendo la lectura del Protocolo Adicional I (1977) a los Convenios de la Haya (1949).

El que avisa no es traidor. Antes de su partida hacia Israel, Sánchez amenazó a Netanyahu. Le advirtió de que si, una vez concluida la invasión de la Franja de Gaza por el ejército israelí, no reactivaba las negociaciones para resolver el conflicto con la creación de un Estado palestino, tal como establecen los Acuerdos de Oslo de 1993, “su” Gobierno reconocería a Palestina.

Sin duda, el lenguaje callejero de Sánchez le rendirá rendimientos políticos entre los hombres y las mujeres de buena voluntad (aunque la buena voluntad sea una categoría sobre la que no existe un acuerdo unánime de lo que significa). Sobre todo es una publicidad magnífica para su segundo libro (“Tierra firme”).

Pero quizás no sea ocioso poner algún reparo a la postura de Sánchez sobre los hechos atroces que están convulsionando todo el Oriente Medio en su conjunto, más allá de las disputas violentas entre israelíes y palestinos. En primer lugar, se evitaría cierta confusión si Sánchez realizara una acción de deslinde y amojonamiento. ¿En nombre de quién dice lo que dice? ¿En nombre propio –el de España- o en nombre ajeno y comprometiendo a la Unión Europea, de la que no me consta que haya otorgado un poder especial para pleitos para, Sánchez mediante, querellarse contra el Estado de Israel? Sánchez es veleidoso. En Madrid dijo que reconocería “un” Estado palestino. En Jerusalén fue muy crítico con Israel pero no dijo nada sobre el futuro de la región. Finalmente, en Rafah recuperó el discurso de Madrid y aclaró que, si la Unión Europea no toma cartas en el asunto, él pondrá las cosas en su sitio. ¡Bravo! Ya no hay que pagar a un abogado y un procurador para interponer una acción de deslinde y amojonamiento que ha devenido innecesaria. Pero – como dije antes- ¿tiene poderes de la Unión Europea? ¿Se da cuenta de que ha violado la legislación internacional, ya que los Acuerdos de Oslo, refrendados por la ONU, prohíben la intromisión de terceros? ¿Es consciente nuestro Capitán Trueno de que ha abierto la caja de Pandora?

Respecto al fondo del asunto, yo le preguntaría a Sánchez si no es contradictorio vincular las negociaciones establecidas por los Acuerdos de Oslo con un eventual y unilateral reconocimiento de Palestina por el Reino de España. Por cierto, y con los acuerdos de Oslo sobre la mesa, ¿qué significa “Palestina” para Sánchez? La gran novedad de los Acuerdos de Oslo fue el reconocimiento mutuo como interlocutores legítimos del Estado de Israel y de la OLP (de la que salió la ANP). Desde 2007 gobierna en la franja de Gaza la organización Hamás, enemigo irreconciliable de la ANP. ¿Considera Sánchez, de cara a la fundación de un Estado palestino, a Hamás como un interlocutor legítimo? Por favor, díganoslo, don Pedro.

Y, sobre todo, ¿cómo se reconoce algo que no existe?

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