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De las palabras a los hechos... para empezar bien el año

Pedro Sánchez
De las palabras a los hechos... para empezar bien el año.
Europa Press

“Las diferencias de opinión no deben impedir consensos que garanticen una mayor estabilidad, mayor bienestar en los hogares y den la necesaria tranquilidad a las familias ante su futuro”. Esa frase rescatada del discurso del rey Felipe VI esta Navidad esconde una reflexión tana antigua como el derecho y la política que inventaron griegos y romanos, como actual para los problemas que sufre España en pleno siglo XXI. Tener que recordarla ahora no deja de reflejar la necesidad de llegar a grandes acuerdos que tiene nuestro país en temas tan importantes como la economía, el ámbito judicial, el desarrollo autonómico y hasta la interpretación de la Constitución, que es la base sobre la que se edifica todo desde hace más de cuatro décadas.

Sería muy bueno que todos los políticos que han aplaudido el discurso, sobre todo en los grandes partidos, se aplicaran el cuento y, por ejemplo, desbloquearan de una vez por todas la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), aunque solo sea como un buen propósito de año nuevo. La planta judicial necesita un impulso para poder dedicarse a lo que realmente es su papel: resolver con prontitud y eficacia los problemas de todos los españoles. Pero si tenemos escollos con nombramientos, sustituciones, formación de nuevos jueces o cualquier otra cuestión que cercene la credibilidad y la confianza en la justicia en todos sus estamentos, no habremos avanzado nada y, como también decía el monarca en su discurso, el momento puede ser difícil, pero “detenernos hoy es quedarnos atrás; es retroceder”.

Ese mismo “entendimiento y colaboración” que dignifica las instituciones y da confianza a los ciudadanos es necesario para otro de los grandes retos que afrontamos en todo su vigor el año que viene, como es el reparto y la gestión de los fondos europeos. Una oportunidad de modernización del país “que no podemos desaprovechar”, recordaba Felipe VI, pero sobre cuyo desarrollo hay demasiadas dudas y encontronazos, pese a las últimas aceleraciones aplicadas más en las decisiones políticas y en la "ordenación por amontonamiento", que en la liberación real de los fondos con proyectos claros. La transparencia es necesaria para no tener que lamentar dentro de unos años ‘desvíos’ de fondos, pero también lo es aprovechar cada euro que se gaste en modernizar y digitalizar el país hacia una economía y una sociedad más sostenibles. Además de los 70.000 millones de ayudas a fondo perdido, que pueden generar ceguera, hay otro tanto disponible en créditos blandos, y si no somos capaces de poner sobre la mesa proyectos para todo ese dinero en los próximos años -más allá de la legislatura en marcha y de las luces cortas de la política- habremos fracasado y desaprovechado la ocasión de la que nos habló el monarca.

Si empezamos el año con avances en CGPJ y fondos europeos, se habrá avanzado mucho, pero nos quedará pendiente otra de las grandes cuestiones a las que siempre se refiere el Rey en sus discursos navideños, la de la convivencia en paz, respetando siempre al de enfrente, sin tener que romper por ello la unidad del país. De la redefinición de la financiación autonómica y el consiguiente desarrollo competencial y territorial entre comunidades autónomas dependerá mucho que ese riesgo se reduzca y no haya que ceder a la pretensión de quienes quieren romperlo todo. Estar en el lugar que constitucionalmente nos corresponde, asumir las obligaciones encomendadas y respetar las leyes, tres consejos del discurso real que, lejos de parecer grandes palabras, muestran el camino por el que también se pueden cambiar las cosas sin tener que echar a perder el trabajo que tanta gente ha hecho en cuatro décadas.

Los padres de la Constitución y los protagonistas de la transición, incluidos nacionalistas vascos y catalanes, supieron abrir paso a esa forma de progresar y por eso todos vivimos mejor ahora. Es lo que en el discurso de Felipe VI se recuerda como “sentido de la historia, grandes acuerdos, generosidad, responsabilidad y visión de futuro”, algo sin lo que no podríamos convivir y cuya observancia, con las diferencias y los derechos históricos que se quieran reseñar, nos ofrece mucho que ganar. 

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