OPINION

El arma secreta de Sánchez e Iglesias para vencer a la derecha es... ¡Sun Tzu!

Saludo entre Pedro Sánchez y Santiago Abascal
Saludo entre Pedro Sánchez y Santiago Abascal
EFE

Por más sorprendente que parezca, la mayor parte de los ministros del Gobierno socialista en funciones se enteraron del acuerdo de su presidente con el líder de Unidas Podemos por la prensa. Ni siquiera cuando se convocó de urgencia en el Congreso para una comparecencia conjunta de ambos se creían que iba a ser para anunciar un pacto de Gobierno, con lo que no es de extrañar que tenga muchos puntos abiertos sobre el papel y muy pocas concreciones en realidad. Tan pocas, que ni siquiera las sumas aritméticas de los apoyos para la investidura están del todo seguras, y mucho menos la mayoría necesaria para aprobar leyes que necesitan la mitad más uno en el Congreso, como los Presupuestos.

Frente a la aritmética electoral, la convicción con la que los dos líderes se abrazaban y daban a conocer su disposición a ceder en lo que hiciera falta para frenar la avalancha de los 52 escaños de Vox (más que para controlar al PP cuya mejora la tenían descontada), daba a entender que tenían las cosas muy claras y una hoja de ruta secreta que les aseguraba la permanencia en el poder durante cuatro años. Apenas unos días después del ‘sorpresón’, después de cuatro meses a cara de perro y tras unas elecciones que nunca debieron celebrarse, la pregunta sigue siendo la misma: ¿Qué arma secreta tienen ahora Sánchez e Iglesias, que no tuvieran antes, para salvar su fortín de las huestes de la derecha sin la mayoría absoluta necesaria para ello?

Las opciones son solo dos: o se echan en brazos del enemigo separatista de ERC y ponen sobre la mesa contrapartidas hasta ahora descartadas, como la autodeterminación o el referéndum camuflados; o se alían con lo que queda del ejército de Albert Rivera, que vaga por el desierto en busca de un líder que les devuelva algo en lo que creer. Puestos a coger fuerza a cualquier precio para frenar a la extrema derecha, es seguro que cualquier alianza va a parecer válida tanto para Sánchez como para Iglesias. Pero si tenemos que elucubrar, es seguro que al líder socialista le acomoda más contar con los diez escaños de Ciudadanos, aunque su socio de Gobierno esté más cerca de las tesis de izquierdas y los trece votos de ERC.

Pero ese juego tan endeble no puede ser el arma secreta con la que evitar que una votación presupuestaria en contra derrumbe cualquier gobierno. Tanto es así, que hasta que Ciudadanos marque el paso de sus prioridades, la única jugada maestra que le queda al PSOE, de la que ya se habla entre las paredes de la sede de Ferraz, es esperar a que sus dos enemigos de la derecha se enfrenten entre ellos en las autonomías en las que gobiernan, de forma que dejen el pasillo libre para que un Ciudadanos escaldado de tanto deterioro en tan poco tiempo, vuelva al carril del centro y apoye las iniciativa de los otrora enemigos de la izquierda. Da la impresión de que, tal y como hizo Anzar, el presidente en funciones tiene como libro de cabecera ‘El Arte de la Guerra’ de Sun Tzu, por aquello de que “si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”.

Puestos en esa estrategia, los ‘nuevos naranjas’ no tendrían que ir con PSOE y Podemos a la guerra, pero al menos pueden evitar que todo se vaya al traste en un lado y en otro, y hacer que sus diez escaños sean fundamentales para lo que siempre han querido hacer: facilitar la vida de la gente desde una perspectiva práctica y contraria al bipartidismo a al separatismo. De lo contrario y digan lo que digan, sus diez sillones serán intrascendentes para ambos lados del Hemiciclo. También lo contemplaba Sun Tzu, cuando dijo que “el valiente puede luchar, el cuidadoso puede hacer de centinela, y el inteligente puede estudiar, analizar y comunicar. Cada cuál es útil”.

El problema de esta carambola electoral está en que quienes la están pensando no son los líderes de Ciudadanos -demasiado ocupados en no autodestrirse-, sino los de Sánchez, y si algo está mal visto en la política española es dejarse aconsejar por el enemigo, aunque lleve razón. Tampoco parece muy lógico que la estrategia de todo un partido en el Gobierno y su aliado sea que el enemigo se queme solo, para aprovecharse de las cenizas que vayan dejando, siguiendo el manual del arte de la guerra: “El estratega victorioso solo busca la batalla después de que la victoria ya se ha ganado”.

Aunque hay que reconocer que una idea así concuerda con la sensación de improvisación y de provisionalidad que está dando cada paso que anuncian los dos líderes de la izquierda, que ahora se comunican con las bases por carta. Uno advirtiendo que habrá que ceder en cosas demasiado de izquierdas para ser verdad, y el otro asegurando que en economía, está todo controlado con Iglesias: aunque no sepamos que va a pasar con Bankia, si pretenden volver al pasado y crear una empresa pública de energía, limitar los alquileres donde haga falta (y tal vez donde no) o liarse a crear nuevos ‘impuestitos’ a modo de venganza a la banca o a las tecnológicas, de escaso poder para recaudar, en lugar de poner las bases de una vez por todas de un sistema fiscal estable y que ofrezca seguridad a la inversión, que es lo único que quieren las empresas.

También lo dijo el general chino, “maniobrar con un ejército es ventajoso, pero maniobrar con una multitud indisciplinada, es peligroso”.

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