OPINION

Una reforma fiscal para echarse a temblar... por un puñado de votos

Fotografía Pablo Echenique Congreso
Fotografía Pablo Echenique Congreso

Hace apenas tres meses, en los últimos días del Gobierno en minoría parlamentaria de Rajoy, se pudo aprobar una subida de las pensiones y una reforma parcial del Impuesto sobre la Renta (IRPF) para beneficiar a los jubilados y otros colectivos, gracias a la mediación de Ciudadanos y con la iniciativa del PNV, que fue incluso quien anunció las mejoras en el Congreso. Tras la moción de censura de Pedro Sánchez y con su Gobierno en minoría de nuevo, se prepara una reforma (al alza) en el Impuesto de Sociedades y, de nuevo, en el IRPF, esta vez de la mano de Unidos Podemos y con la aquiescencia de nacionalistas vascos y catalanes.

Una vez calmados los pensionistas, desde el punto de vista del ciudadano y el empresario, que son los verdaderos sufridores de las subidas de impuestos que vienen, cabe preguntarse ¿en qué han cambiado las cosas con un ejecutivo y con otro? Puede parecer que en nada. Seguimos con un Gobierno en minoría, titubeante, dependiente de los vaivenes de formaciones sin responsabilidad de gestión política que solo buscan votos de cualquier manera para las elecciones del año que viene y el siguiente. Pero lamentablemente no es así. El calado de las reformas que ahora se están anunciado con cuentagotas, poco acierto y mucha menos precisión técnica, van mucho más allá de lo que se planteaba en los días finales de Rajoy.

Después de los eslóganes efectistas como “la casta”o “la caspa”, desde Podemos se busca ahora el discurso contra “los ricos”, para hacer ver la injusticia social que se supone que es su propia existencia y justificar así una subida del IRPF en la que todo vale: un tramo especial para grandes fortunas, quitar las ventajas de los planes de pensiones, eliminar las sicavs y penalizar los rendimientos que cada cual saca a su ahorro o su patrimonio como rentas del capital. Por si eso es poco, desde Podemos se intenta incluso marcar el paso de la subida del Impuesto de Sociedades y definir, nadie sabe con qué criterio, qué es y qué no es una pyme o una gran empresa.

La sensación de inseguridad, indefensión e impotencia ante tanto anuncio de reforma fiscal contradictorio e impreciso es de juzgado de guardia. Seguro que tanto al IRPF como a Sociedades, las sicavs o los planes de pensiones les hace falta un repaso, pero la saña y la ligereza con la que algunos políticos de izquierdas hablan de todo ello, sin saber como funcionan ni por qué, es para echarse a temblar. Se consideran ricos quienes ingresen más de 150.000 euros al año, pero no los de 120.000 o los de 60.000, eso son “clases medias”, a las que no se puede tocar, no porque no haya que reformar lo que no funciona bien del IRPF, sino porque son demasiados votos los que se ponen en juego y no se pueden perder. Lamentable.

Nadie es bueno o malo por ser más o menos rico. Ni a nadie se le puede penalizar por ganar dinero, si paga lo que debe. Y, por supuesto, no es más rico y afortunado quien más riqueza tiene, sino el que mejor sabe vivir con lo que gana. Una reforma del IRPF no es ensañarse con los que más ganan, sino hacer más eficaz el modelo para que ninguno de ellos se salte las normas y deje de aportar lo que le corresponde al erario público. Nos rasgamos las vestiduras políticas por un puñado de votos y una reforma que puede aportar 2.000 millones al sistema, cuando afinar en la inspección y hacer caso a quienes saben de esto y llevan años denunciado que no tienen medios para atajar los grandes entramados opacos al Fisco, supondría unos ingresos diez veces mayores.

Una reforma del IRPF o de Sociedades no es una improvisación electoral para manejar al antojo de cualquiera, y quien tiene la responsabilidad de gestionar el Ministerio de Hacienda no debe dejar (ni promover) que se lancen mensajes equívocos sobre algo tan importante para millones de personas. Está en juego la actividad empresarial y la inversión que mueve la economía del país (y el empleo) y la libertad de quienes ganan dinero y tienen la satisfacción de gastárselo porque es suyo, sin hacer daño a nadie. Seguramente la mayor parte de los supuestos ricos de este país lo son porque se lo han ganado a pulso, y no merecen un maltrato diario en la boca de los políticos que no saben alegrarse del bien ajeno y buscan votos a cualquier precio.

Mostrar comentarios