Opinión

¡Que la Unesco no nos declare patrimonio, por favor!

¡Que la UNESCO no nos declare patrimonio, por favor!
¡Que la Unesco no nos declare patrimonio, por favor!
L.I

La gestión del turismo en las ciudades cada día se asemeja más a la de la población de cotorras urbanas que al turismo per se. La población de turistas crece a un ritmo que dejaría boquiabiertos hasta a los conejos. Urge implementar políticas de control para esta especie invasiva que degrada el medio ambiente urbano generando un sinfín de Starbucks, Burger Kings, Flying Tigers y Airbnbs, desplaza a las especies humanas autóctonas y agota las existencias de cerveza y crema solar por donde pasa.

La línea que separa una cotorra argentina, ahora habitual en las metrópolis españolas, de los turistas, se desdibuja cada vez más. Antaño, los turistas eran como aves migratorias que nos visitaban en invierno y verano en busca de condiciones climáticas ideales para broncearse, y como una plaga, devoraban la cosecha de tapas de la temporada.

Barcelona se llena con más de nueve millones de turistas al año, todos en busca de una experiencia única y ese "rinconcito secreto" recién descubierto en un lugar tan secreto como las redes sociales. Pero al final, todos acaban sacando las mismas fotos y pasando por los mismos lugares siempre. Incluso los mochileros, que juran no ser turistas sino viajeros, siguen rutas tan masificadas como cualquier festival de música del momento.

Hasta hace poco, ser nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO era un galardón, un pase directo hacia la fama turística y un incremento instantáneo en la venta de camisetas con un toro bravo y abanicos de recuerdo. España ostenta 50 de estos títulos, situándose en el top 5 de países con más patrimonio reconocido. Sin embargo, hoy día, muchos vecinos no dudarían en renunciar a ese título.

Con el auge del activismo en redes sociales, algunos incluso se lanzan a las aguas venecianas para detener cruceros gigantescos de 200.000 toneladas, logrando gran repercusión mediática, pero pocas veces generando medidas efectivas. Tres alcaldes de ciudades asediadas por el turismo han propuesto: incrementar precios en Dubrovnik; evitar cuotas de visitantes en Venecia, aunque sí aumentar la tasa de entrada si se supera un límite; y en Barcelona, fomentar un debate socio-político para alcanzar un consenso. Sin embargo, ninguno ha cuantificado el impacto real de sus propuestas.

La gran pregunta es: ¿quién gana y quién pierde con la masificación turística? La respuesta es compleja. En 2022, el turismo aportó un 12% al PIB de España y el 13,6% de los puestos de trabajo, según Turespaña. Pero una mirada detallada revela que mientras Canarias registró 17.451 millones de euros en gasto turístico, La Rioja apenas alcanzó los 101 millones. Canarias, Cataluña, Baleares y Andalucía acaparan la mayoría del turismo, representando el 35% y 41% del PIB en Canarias y Baleares respectivamente, en contraste con un modesto 9% en La Rioja o un 7,4% en Castilla-La Mancha.

España cuenta con una infraestructura envidiable, con la tercera red de autopistas y autovías más extensa del mundo, la segunda red de trenes de alta velocidad después de China, y AENA como el operador aeroportuario que más tráfico maneja del mundo. Sin embargo, los 72 millones de turistas que nos visitaron en 2022 siguen saturando las mismas ciudades y playas de siempre una y otra vez, y al igual que las cotorras, estableciendo auténticas colonias estivales. Queremos gestionar este flujo constante de turistas, pero sin renunciar a los euros que dejan. Visto lo visto, no es posible conseguir una sin renunciar a algo de la otra.

Dadas nuestras infraestructuras envidiables ¿no sería sensato enfocar nuestros esfuerzos en redistribuir a los turistas y distribuir más equitativamente la riqueza turística? Un escenario donde nuestras comunidades autónomas coordinasen esfuerzos, preguntando, “La Rioja, Valladolid, ¿cuántos visitantes podéis recibir?” promoviendo así una colaboración proactiva que diversifique destinos.

Una forma de descubrir y disfrutar de estos destinos menos trillados es fomentando los planes de viaje personalizados que se alejen de los circuitos turísticos masificados e influyendo en la desestacionalización de los destinos.

Por otro lado, las agencias de viajes a medida, pueden ser un factor a la hora de fomentar un cambio. Con su expertise, estas agencias pueden diseñar itinerarios que buscan lugares no masificados y conectar con la cultura local de una forma más auténtica, contribuyendo a una distribución más equitativa del turismo y, por ende, de los beneficios económicos que este genera.

Siguiendo el ejemplo de países como Japón con su Japan Rail Pass, que fomenta el turismo en tren a lo largo de su geografía con precios especiales para turistas, o aerolíneas latinoamericanas que ofrecen descuentos en rutas domésticas al volar el tramo internacional con ellas, podríamos también inspirarnos y promover una combinación de destinos, maximizando y fomentando el potencial de nuestras infraestructuras. Esto no solo ayudaría a aliviar la saturación turística en ciertas áreas, sino también a promover una distribución más justa de los beneficios económicos que el turismo trae consigo.

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