Marca de agua 

Balance del primer año 'Sanchista': cómo pasar de curso con casi todo suspenso

Pedro Sánchez
Balance del primer año Sanchista: cómo pasar de curso con casi todo suspenso. 
EFE

A juzgar por el aspecto externo, con su torpe envoltorio y su pegatina de propaganda, el primer palé de vacunas llegado a España parecía uno de esos regalos que se compra en el chino del barrio y luego se forra con un papel aparente para quedar bien. Fue tal la sobreactuación del Gobierno y tal el entusiasmo de sus coros y danzas mediáticos que sólo cabían dos explicaciones: o bien la vacuna había sido cocinada en la propia Moncloa por el doctor Sánchez (alguna televisión casi lo insinuó en pleno éxtasis) o bien lo que llegaba era el Séptimo de Caballería tras diez meses de asedio y otros tantos de hacer el indio. Para ser un simple intermediario, al Gobierno de Casi Toda España se le fue la mano de la propaganda, tal vez porque confunda la inmunidad del rebaño con el silencio de los borregos.

Desde luego, la puesta en marcha de la vacunación es una inyección en vena de optimismo y alienta la esperanza de una sociedad atemorizada, hambrienta de abrazos. El éxito científico, que es sobre todo el éxito de la sociedad libre, transparente y democrática que cree en la iniciativa privada, nos devuelve la fe en el futuro, por más que lo amenacen los populistas y los supersticiosos de lo público. El triunfo de los laboratorios europeos y norteamericanos representa justo lo contrario del modelo económico y social que propugna el sanchismo, en especial de esa mayoría de ultraizquierda que le mantiene en el poder.

La vacuna, sin embargo, no cura todos los males ni encubre los errores cometidos en la gestión de la pandemia, como pretende el Gobierno. No hay antídoto que borre los 70.000 españoles muertos, ni que absuelva a los tramposos, ni que blanquee las mentiras, ni que exculpe a quienes han colocado a España a la cabeza del desastre sanitario y económico.

No habrá catarsis, en fin, sin antes una rendición de cuentas seria e independiente, no como esa evaluación de amiguetes que parece inventada por Celáa para que Sánchez pase de curso con varios suspensos. En vez de atender al medio centenar de científicos que reclamaron en la revista Lancet una evaluación imparcial y técnica de por qué nuestro país es el que más exceso de muertes por habitante ha registrado en Europa e incluso más que EE.UU.; en vez de hacer caso, esta vez sí, a “los expertos”, el Gobierno se ha adornado con intelectuales orgánicos demasiado pagados de sí mismos.

El balance del año perpetrado por Sánchez este martes es otro palé propagandístico envuelto en triunfalismo y adornado con la pegatina de la desfachatez. El doctor ha vuelto a copiar su tesis y se ha buscado un tribunal de amiguetes. Pero por más que se inciense con el botafumeiro de los elogios, no se irá el hedor de un país a la cabeza de la mortandad y de la ruina económica. Tampoco podrá ocultar el olor del golpismo indultado ni del blanqueo infame de los proetarras que se niegan a condenar los asesinatos de la banda. Debajo de tanto humo publicitario se intenta camuflar el fracaso de un Gobierno que considera los muertos como testigos inoportunos.

Lo peor del balance sanchista, sin embargo, no es lo perpetrado, sino lo que anuncia para el nuevo curso. A saber, más leyes de ingeniería social que completen las ya puestas en marcha o en trámite, de modo que a la Ley Celaá se sumen la ley Trans de autodeterminación sexual, la de Memoria Histórica y la Ley de Eutanasia. El arsenal ideológico se completa con otras dos, anunciadas el martes: una Ley de Diversidad Familiar (póngase en lo peor) y otra de Comunicación Audiovisual, con la que premiar y enriquecer a los corifeos.

Si pensaba que lo peor había pasado en este 2020 que expira, prepárese para el 2021 que nace. Para la larga travesía de reconstrucción anímica, social y económica no sirven la Pfizer ni la Moderna. No hay vacunas milagrosas para sacar del pozo negro a la economía española, para devolver el trabajo a los cuatro millones y medio de parados (camino de los cinco millones) o para cerrar las trincheras abiertas en la convivencia por los aprendices de brujo. Lo deseable sería que Gobierno y oposición trabajaran juntos, pero lo único que ofrecen los sanchistas son pegatinas.

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