Marca de agua 

El Euromillón: qué alegría, qué alboroto, nos ha tocado la loto

El Consejo de Ministros recibe entre aplausos a Sánchez tras el pacto en la UE
El Euromillón: qué alegría, qué alboroto, nos ha tocado la loto. 
EFE

¿Será verdad que nos ha tocado el Euromillón como dicen casi todas las televisiones? Parece ser que Pedro Sánchez selló en Bruselas el boleto ganador porque a su regreso le han recibido en la Moncloa como a doña Manolita tras repartir el Gordo de Navidad. Si nos fiamos de esas imágenes y de cuanto se ha dicho en las últimas 72 horas sobre la cumbre europea, se llega a la conclusión de que por fin ha llegado a España Míster Marshall con una lluvia de millones para regar las tierras desecadas por la pandemia. Qué alegría, qué alboroto, nos ha tocado la loto.

Pero convendría anteponer cierta prudencia a tanto triunfalismo, como nos advirtió Berlanga hace tiempo, no sea que se repita el chasco de Villar del Rio y la caravana de la fortuna pase otra vez de largo en medio de la fanfarria oficial. Es verdad que Europa ha dado un paso de gigante hacia la unidad fiscal al suscribir una emisión mutualizada de deuda sin precedentes, lo que sin duda favorece a países como España con una deuda desbocada y un gasto público verbenero. El club europeo sale del trance más reforzado, pero no exime de pagar la cuota a sus miembros y de cumplir con las normas de la casa. De todo lo demás, seamos escépticos.

Para empezar, que Pedro Sánchez y Mark Rutte se autoproclamen al mismo tiempo vencedores del torneo invita a sospechar que alguien miente, y no miro a nadie. Que hayan ganado los dos es un imposible metafísico. Tampoco aclara demasiado la catarata de superlativos al final de la cumbre (Acuerdo Histórico, Gran Día para Europa, Gana la UE, etc), como si con ella se quisiera ocultar la letra pequeña del contrato, esos detalles discretos en los que se esconde el diablo.

Mientras esperamos a que se desvelen los pormenores del acuerdo, vaya por delante que Europa no regala nada. A Pedro Sánchez tampoco, por más que los ministros le hagan la pelota con Pablo Iglesias despellejándose las manos. En el mejor de los casos, el club tiene la deferencia de darte un dinero que va a recuperar cuando pagues tu parte del presupuesto comunitario. Lo que entra por un lado, sale por el otro. Lo que se recibe con una mano se tiene que soltar, incluso más, con la otra. Es cierto que ambas cantidades tienen distinto criterio contable, pero el resultado final es el que es.

Si de Bruselas se trajo Sánchez la promesa de 72.700 millones en subvenciones a lo largo de siete años, también le han recordado allí que la cuota de España a los Presupuestos 2021-2027 de la UE rondará los 96.000 millones de euros. La cifra exacta se concretará en los próximos meses, pero el hecho de que los países frugales hayan reducido su contribución en 53.000 millones, significa que España tendrá que apoquinar más. Añádase que nuestro país dejará de ingresar por otros conceptos, como ayudas a las zonas mineras desmanteladas, a la agricultura y ganadería o al desarrollo rural, partidas cuya dotación ha caído en más de 30.000 millones.

Otro detalle endemoniado que deberá aclarar el presidente en el Congreso es la condicionalidad de la subvención, en qué medida Holanda y compañía dispondrán del “freno de emergencia” para paralizarla cuando a su juicio no se cumplan los compromisos reformistas y de control del gasto. Si hemos de creer al canciller austriaco, Sebastian Kurz, “se asegurará que el uso de los fondos sea realmente vigilado por un mecanismo de control muy, muy estricto”.

Esto es lo más parecido a un control de alcoholemia de la Guardia Civil: si te pasas con las copas, la juerga te saldrá cara. Ahora falta saber con exactitud quién ejercerá de Guardia Civil, si la Comisión, el Consejo, el Comité Económico y Financiero o los tres juntos. Lo único cierto es que a partir de ahora, con los frugales fortalecidos, será más difícil y más caro saltarse el código de circulación.

El primer examen no tardará en llegar: los primeros Presupuestos Sánchez-Iglesias, que serán recibidos en Bruselas con extraordinaria cautela. Todo apunta a que los podemitas del Gobierno tendrán que aplazar la revolución prometida y tragar el sapo capitalista de una Europa en la que el centroderecha es mayoritario. Iglesias se ha apresurado a bendecir el acuerdo, con lo que ha cercenado de raíz cualquiera debate en los círculos de Podemos, cada vez más morados por falta de oxígeno. Que Iglesias coincida con PP, Cs y la CEOE resulta algo esotérico.

Cuando llegue el otoño, con la hoja también caerán los espejismos que la demagogia sanchista trata de colarnos estos días como portentosa realidad. A la hora de hacer las cuentas, de poner negro sobre blanco ingresos y gastos, será cuando crujan las costuras de un Gobierno incompatible con el Gran Pacto Europeo del 21 de julio. No porque lo exijan los frugales, sino porque lo dice Merkel, que es la jefa de todos ellos… y de todos nosotros, que seguimos siendo igual de pobres.

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