Opinión

Transición energética; objetivo 1,5ºC

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Transición energética; objetivo 1,5ºC.
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La próxima semana se organiza el XVII congreso de la Asociación para la Economía de la Energía en mi querida Universidad de Alcalá, con el mismo lema que el título de este artículo. El objetivo de mitigar el efecto del aumento de la temperatura del planeta al 1,5 grados sobre la era pre industrial se firmó en el Acuerdo de Paris en 2015 y fue aprobado por 193 países bajó el auspicio de Naciones Unidas al año siguiente. El objetivo era muy ambicioso ya que la temperatura ya ha aumentado 1,2 grados y el compromiso supone frenar el aumento de la temperatura en la siguiente década.

El mundo hoy tiene poco que ver con el de 2015 y el Congreso es muy oportuno. Donald Trump llegó a la Casa Blanca en enero de 2017 y todo cambió. Trump no sólo puso en cuestión el Acuerdo de París sino las Naciones Unidas y todo el sistema mundial de gobernanza global desde la segunda guerra mundial. Comenzó una guerra comercial con China que hoy continúa. Apoyó el Brexit y se enfrentó frontalmente con sus socios europeos. Amenazó con reducir radicalmente los fondos que EEUU aporta a la OTAN y se aproximó a Putin.

A los efectos del populismo de derechas en EEUU y en Europa hay que añadirle la pandemia global que ha tenido un fuerte impacto en la geopolítica mundial, distanciado más aún a China de EEUU y Europa, aumentando la inseguridad mundial y con fuerte efecto sobre la economía mundial, con depresión económica en 2020 y crisis de inflación, de suministros y de materias primas mundial posterior. Y ahora hay que añadir la guerra en Ucrania en la frontera de la Unión Europea.

La pregunta que interesa a la opinión pública es si los compromisos de Paris en 2015 siguen siendo viables o hay que ser realistas y actualizarlos. Sin duda de eso se hablará mucho en el Congreso. Para los economistas es muy relevante el debate académico sobre los costes de la no decisión, especialmente en clave social y de los ciudadanos. También las oportunidades que surgen. Crisis es sinónimo de cambio y oportunidades, no sólo riesgos.

La crisis energética ha provocado un fuerte aumento de los precios del petróleo y de la inflación. Los bancos centrales se han visto forzados a poner fin a sus políticas de compras masivas de deuda y a subir los tipos de interés. Y sus efectos ya son visibles; la burbuja tecnológica se ha pinchado y Aramco, la empresa petrolera saudí vuelve a ser la empresa con mayor capitalización bursátil, por delante de los gigantes de Sillicon Valley. Vuelve el interés por explotar pozos de petróleo y, sobre todo, de gas y las gestoras de fondos globales que hace poco sólo hablaban de inversiones sostenibles vuelven a incluir a petroleras y empresas contaminantes en sus carteras.

El Banco de España acaba de publicar en su informe anual un recomendable capítulo completo dedicado a los costes del cambio climático. El informe incluye un análisis con los principales temas a tratar. Yo voy a descartar los efectos sociales de la no acción que es un escenario más probable desde que comenzó la invasión de Ucrania en febrero.

Si el aumento de la temperatura es mayor del comprometido España sería el país de Europa más afectado. El principal problema sería que habría menos lluvias y menos agua y tendría fuerte impacto, especialmente sobre el sector agrícola y la España despoblada. La agricultura en España supone el 3% del PIB y del empleo pero consume el 70% del agua en regadíos. La escasez de agua aumentará su precio y muchos de los cultivos y usos industriales no serán viables. El efecto será mucho más intenso en África, un continente en pleno boom demográfico. Las sequías y desastres naturales allí se traducirán en hambrunas y éxodo migratorio cuyo principal destino será Europa. la inmigración es el problema más complejo de gestionar en la Unión Europa y es el oxígeno de la extrema derecha.

Hoy España está la elite mundial de la ingeniería y la tecnología de las nuevas fuentes primarias de energía que son renovables.

El relato hasta antes de la pandemia era que la transición a energías renovables era y sigue siendo la solución pero se minimizaban los costes. Hoy los ciudadanos hoy ya somos conscientes de esos costes y, cómo destaca el Banco de España, son más intensos en las rentas bajas que suelen coincidir con los trabajadores con menor cualificación y más vulnerables a perder su empleo o intensificar su precariedad.

Cuando el ser humano se ha enfrentado a una crisis de escasez siempre ha usado su inteligencia. Y la universidad ocupa un papel crucial en el debate y diagnóstico de los problemas y sobre todo en las propuestas para solucionarlo. El congreso junta mucho talento y será un lujo aprender y debatir. Como afirmó Giner de los Ríos “España no perdió la guerra de Cuba por tener peores soldados. Perdimos por tener peores ingenieros y electricistas”.

Hoy España está la elite mundial de la ingeniería y la tecnología de las nuevas fuentes primarias de energía que son renovables y que serán la solución a la crisis. La solución de la crisis será multidisciplinar y el papel de los economistas será analizar las diferentes propuestas de regulación y políticas que consigan alinear los incentivos para que el sector privado tome millones de decisiones que sean compatibles con los objetivos.

España debe gestionar a corto plazo la crisis igual que el resto de los países, con una visión global y especialmente europea donde formamos parte de las instituciones donde se toman decisiones. Reducir la dependencia del gas ruso implica avanzar en energías renovables. España tiene el doblo de horas de sol y eso ya es una realidad y no necesita subvenciones ni fondos europeos. Amazon ha anunciado la inversión de 2.500 millones en data center de acceso a la nube principalmente por que el coste de producir electricidad con plantas fotovoltaicas. Volkswagen elige Sagunto para su fábrica de baterías también por ese menor coste de la electricidad.

En viento España es una potencia mundial con 29 gigavatios instalados. Iberdrola es líder mundial e instala molinos en los principales países y detrás de ellos hay un cluster de proveedores españoles que se encargan de la ingeniería, instalación y producción industrial de buena parte de la tecnología y los componentes. Ferrol o Cádiz eran ciudades en declive con sus astilleros y ahora se están reconvirtiendo en centros de producción de plataformas para eólica marina.

El sol y el viento producen electricidad de manera intermitente y necesitan el gas como respaldo. El sustituto del gas será el hidrógeno. Y de nuevo España es el lugar más competitivo de Europa para producir hidrógeno. ¿Imaginas por qué? Porque se necesita consumo de electricidad y España es el lugar más barato para producirla con fotovoltaica. Esto es ya una realidad en Puertollano, otra ciudad en declive industrial. Iberdrola y Fertiberia han desarrollado la mayor planta de hidrógeno verde para uso industrial en Europa para producir fertilizantes. Se van a crear 1.000 empleos con esa planta y se necesitan otras 200 plantas como esas por España. El hidrógeno aún no se produce a precios competitivos pero con fondos europeos, política industrial y tecnológica podría ser una realidad en 2027. Y España sería una potencia mundial, como la somos en energía eólica.

De todo esto vamos a hablar en este congreso en la universidad y esperemos que pronto se hable de ello también en los medios y la opinión pública. Si tenemos éxito acabaremos con el paro, mejoraremos los salarios de nuestros jóvenes, tendremos más recursos para sanidad y pensiones y los españoles nos reconciliaremos con nuestras instituciones.

Si se puede.

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